Las mentiras son una de las grandes preocupaciones de muchas madres y padres. Cuando son pequeños, a veces nos cuesta diferenciar si nos están contando una verdad o no, pero es que cuando entran a la adolescencia esta duda se multiplica por diez. Nos preocupa que nos mientan sobre dónde están, sobre qué hacen o con quién lo hacen… ¡Todo son dudas! ¿Y cómo confiar en ellos? Sobre todo cuando les hemos pillado ya alguna mentira anteriormente.
Hay casos que en los que, tras pillar muchas mentiras, los padres consideran la opción de que su hijo o hija sea “mentiroso patológico”. Pero, ¿qué significa este concepto? Si nos mienten ahora, ¿se convertirán en adultos mentirosos? ¿Qué podemos hacer para que nuestra relación con nuestros hijos se base en la confianza si ya les hemos pillado mintiendo? Los psicólogos Alberto Soler y Úrsula Perona nos resuelven estas dudas.
Las mentiras cuando son pequeños
La psicóloga Úrsula Perona nos cuenta que, a ciertas edades, las mentiras entran dentro de lo normal, “las mentiras son muy frecuentes a ciertas edades. Al principio ellos no distinguen muy bien la realidad de la ficción, entonces en etapas preescolares es normal porque existe esa confusión”. En la misma línea, Alberto Soler apunta que “las mentiras son una parte del desarrollo normal de los niños; llega una edad en la que su desarrollo cognitivo se lo permite y empiezan a mentir”.
Cuando llegan a una edad más avanzada, durante la etapa escolar (8-9-10 años), las mentiras suelen tener más que ver con “ciertas carencias o dificultades en el niño, y las intentan usar como estrategia, por ejemplo, un niño puede mentir fantaseando delante de sus amigos de que tiene una nueva consola para ganarse su aprobación o admiración”, indica Úrsula. Pero también pueden utilizar la mentira con otros fines, como por ejemplo para eludir responsabilidades: ha suspendido un examen y no quiere ser sermoneado o castigado, así que decide mentir.
Úrsula Perona afirma que “al final detrás de una mentira siempre hay o cierta distorsión de la realidad, una dificultad para asumir responsabilidades y consecuencias de nuestros actos o la necesidad de encontrar la aprobación o afecto de los demás a través de las mentiras, y esto generalmente está relacionado con niños que tienen baja autoestima, baja seguridad o ciertas dificultades sociales”.
¿Es mi hijo un mentiroso patológico?
Hay muchas dudas respecto al concepto de “mentiroso patológico”. ¿Es una enfermedad? ¿Un trastorno? ¿Cómo sé si es esto lo que le pasa a mi hijo? Alberto Soler nos aclara todas estas dudas: “No se trata de un concepto clínico, sino coloquial. Las mentiras son normales, todos los niños (sanos) mienten”. Sin embargo, también cabe apuntar que la mentira sí que puede suponer un problema “cuando está destinada a herir a los otros, culparles por algo que no han hecho, etc. No hay que perder de vista que se miente para ocultar algo, por lo que tendremos que abordar los dos aspectos: la mentira y aquello por lo que se ha mentido”.
Pero también las mentiras no tienen por qué afectar solo a terceras personas, también pueden ocasionar un problema para el niño o niña en cuestión, como nos cuenta Úrsula, “puede estar produciéndole malestar, causándole problemas de adaptación a su entorno… Ahí se convierte en un problema que tratar: cuando mentir se convierte en norma y se utiliza como estrategia en todo momento”.
Si es una niña o niño mentiroso, ¿será un adulto mentiroso?
Ambos psicólogos responden rotundamente a esta pregunta: “No tiene por qué”. Sin embargo, sí que hay que tener en cuenta que “si mediante la mentira logran sus objetivos, es probable que la instrumentalicen”, nos advierte Alberto.
Por esta razón es tan importante que tengamos en cuenta cómo abordamos el tema cuando pillamos a nuestro hijo a hija diciendo mentiras, porque como dice Úrsula Perona, “si lo abordamos de la manera adecuada no tiene por qué evolucionar a un adulto mentiroso”.
Entonces, ¿qué debemos hacer cuando pillamos a nuestro hijo mintiendo?
Para empezar, tenemos que grabar esto en nuestra mente: detrás de cada mentira hay una causa, sea más o menos evidente, y es esta causa la que está motivando el comportamiento de nuestro hijo o hija. Ahí es donde debemos focalizar nuestra atención.
Úrsula nos plantea un ejemplo: “El manejo tiene que depender siempre de cuál es la causa. Si el niño tiene problemas de adaptación social, en el cole no tiene muchos amigos, y por eso tiene esa necesidad de inventar o fantasear, pues lo abordaremos de una manera muy diferente a que si resulta que está diciendo mentiras para llamar la atención porque acaba de llegar un hermanito y está celoso, por ejemplo”.
Así pues, Alberto Soler nos recomienda que “aunque sepamos que las mentiras forman parte de la normalidad deberemos hablar con él acerca de este asunto, hablamos sobre la confianza y como se puede ganar y perder. Le prestaremos atención a la mentira y también a aquello por lo que han mentido (habitualmente algo negativo que ha querido ocultar), y actuaremos en consecuencia, tratando de que repare el daño causado, aplicando una consecuencia en caso de ser necesario, etc.”.
Para averiguar cuál es la causa que está motivando las mentiras de nuestra hija o hijo, “valoraremos el desarrollo del niño, su entorno familiar, escolar, recursos de afrontamiento, habilidades sociales, pautas educativas familiares, etc., e intervendremos en las áreas que sea necesario”, nos aconseja Alberto.
También tenemos que tener en cuenta la importancia del momento y el lugar en el que abordemos esta situación. Úrsula nos recomienda que “Si pillamos a nuestro hijo mintiendo, es importante siempre abordar la mentira, nunca delante de otras personas sino hablarlo en un momento tranquilo. He observado que has dicho esto que no era verdad, no está bien, no hay que mentir…”.
En definitiva, la clave reside en“encontrar un equilibrio entre fomentar una comunicación saludable con nuestro hijo, poner las consecuencias negativas a los actos que hacen y al mismo tiempo pretender que confíen en nosotros y nos lo cuenten, entonces esto es un trabajo lento, pero todo se puede conseguir con esfuerzo, constancia y paciencia”.