Tener un hijo o hija adolescente y sentir que no está yendo por el buen camino, puede llegar a ser una situación angustiosa. Queremos lo mejor para ellos, pero por el camino pueden surgir conflictos, en este caso que decida no estudiar ni trabajar. ¿Qué hacemos ante esta situación tan conflictiva? En este artículo veremos cómo trabajar con hijos e hijas desmotivados.
¿Qué he hecho mal con mi hijo?
Esta es la pregunta del millón que nos hemos hecho cuando nuestros hijos nos están dando más quebraderos de cabeza de lo habitual. Sentimos estos momentos como un fracaso personal, buscamos respuestas de otras personas porque a nosotros no nos quedan ninguna. Y la más pura realidad: seguimos repitiendo los mismos errores que nos han llevado a este momento. Queremos resultados distintos haciendo lo mismo y eso es complicado de conseguir.
¿Qué hacemos normalmente para conseguir que nuestros hijos “se comporten” y “hagan lo que tienen que hacer”? Hemos recurrido principalmente al chantaje (“si haces esto…”) y la amenaza (“si no haces esto no tendrás…”). A veces intentamos hablar con ellos y decirles lo que tienen que hacer, para luego repetirlo infinitamente en toda la gama de “tonos de madre/padre” que existen. Porque esa es la cuestión: hagamos lo que hagamos, no terminan de aprender.
“Siempre estamos igual”, “Siempre la misma historia”, “Otra vez hay que decírtelo” ¿Y si el problema de base fuera que les da absolutamente igual lo que les digamos y cómo se lo digamos porque están completamente desmotivados? Están cansados y aburridos de nosotros, y lo que es peor, no tienen el más mínimo interés por aprender porque no les dejamos hacerlo, queremos que obedezcan sin permitirles experimentar el proceso de adquisición de nuevas habilidades, que conlleva probar, equivocarse, discurrir qué ha fallado y buscar una solución.
Pensemos qué pasaría si intentásemos ponernos en su lugar en un día normal de su vida: órdenes, amenazas, chantajes, imposiciones, gritos… ¿Qué nos provocaría? ¿Nos motivaría a intentar ser mejores? ¿A seguir intentando avanzar y crecer para madurar? No lo creo. ¿Y qué pasaría si comenzáramos a valorar los pequeños logros del proceso y no a esperar que aprendan de una vez a hacer todo lo que les pedimos? ¿Qué ocurriría si les dejásemos pensar y procesar por sí mismos qué hay que mejorar y cómo podríamos hacerlo?
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a que no esté tan desmotivado?
María Soto, experta en disciplina, nos recuerda en su curso “entender el mal comportamiento” la importancia de la conexión, de ver a nuestros hijos y darles espacio de seguridad y confianza. La experta señala que “Si un adolescente siente que sus padres confían en él, si escucha frases tipo: “Sé que mañana lo vas a hacer mejor”, “Confío en que quieres mejorar en esto”, “Estoy segura de que vamos a encontrar una solución a este problema”, puede que se sienta un poco más motivado para no rendirse y para intentar avanzar. Puede que se sienta menos culpable y más capaz. Por el contrario si solo escucha reproches, frases desmotivadoras y tonos de “agotamiento” de sus figuras “modelo”, de las personas a las que más quiere en este mundo, jamás se sentirá con el poder, las ganas y la fuerza para hacerlo mejor. Si encima ponemos el énfasis en lo que ha hecho mal, y no en lo que “va haciendo un poco mejor” su desmotivación será total.”
Algunas propuestas para trabajar la confianza de los adolescentes desmotivados son:
1. Enunciados que den confianza
Nuestros hijos necesitan saber que estamos ahí para darles espacio para que hagan las cosas por ellos mismos. Por ejemplo, si continuamente nos dice “yo no sé”, probemos a decirle: ¿quieres intentarlo?, mamá/papá estará aquí si necesitas ayuda. Si no lo intentas, nunca te va a salir, ¿quieres que probemos?
2. Enseñemos cómo sí se hace
A veces nos centramos tanto en decirles cómo no se hacen las cosas que nos dejamos a un lado lo más fundamental: enseñarles cómo sí se hacen. Probemos a decirles cómo lo hacemos nosotros, por ejemplo, recoger los juguetes, que ellos nos vean y participen. Posteriormente, decirles que a partir de ahí lo harán con un poco de nuestra ayuda, pero siendo ellos los que lideran. Poco a poco iremos retirando nuestra ayuda para decirle que si nos necesitan estaremos cerca para echarles una mano. Por supuesto, lo más importante es felicitarles por ese logro que han conseguido ellos solos y centrándonos en su conducta, no en lo listos que son.
3. Esfuerzo vs. resultado
Revisemos cuántas veces nos fijamos solo en el resultado de las cosas y no en el proceso, en el esfuerzo, en todos los recursos que ha usado, en la ilusión que ha puesto.
4. “Me gusta estar contigo”
Como hemos dicho, las palabras son determinantes, para bien o para mal. En este caso, qué valioso es decir me gusta estar contigo. Para ellos significa muchísimo, los estamos tratando desde un “te veo” hasta un “te queremos hagas lo que hagas, o lo que no hagas”.
5. Espacios para decidir
Otra de las causas de la falta de motivación es que no tienen que pensar, más bien, no les dejamos. Les decimos absolutamente todo lo que tienen que hacer, no hacer más bien. Quizás si cambiáramos las órdenes por preguntas y escucháramos las conclusiones a las que llegan por sí mismos, nos sorprenderíamos y nos daríamos cuenta de que llevamos años anulando a nuestros hijos.