El miedo es una emoción básica como cualquier otra, como por ejemplo, la alegría o la tristeza. Y todos los expertos coinciden en que las emociones no son ni buenas ni malas. Todas cumplen una función, pero sí es verdad que hay unas que tienen mejor prensa que otras. El miedo, de catalogarlo, lo ubicaríamos en las que tienen mala prensa.
“Nos pasamos media vida intentando no tener miedo y evitando que lo sientan nuestros hijos”, nos dicen Alberto Soler y Concepción Roger en su libro ‘Niños sin etiquetas’. “El motivo es que, aunque no es una emoción mala, ya que cumple una función, sí que es una emoción desagradable, al contrario que la alegría”.
Soler y Roger nos hacen una pregunta en su libro para invitarnos a reflexionar acerca del miedo: “¿Os imagináis que nuestros hijos no tuvieran miedo a las alturas y se sentaran al filo de la ventana de un décimo piso? ¿O que no les dieran miedo los desconocidos y se fueran con el primero que se lo pidiera en el parque de al lado de casa?”.
¿Son normales de los miedos de nuestros hijos?
Siguiendo con los ejemplos citados anteriormente de los niños que tienen miedo a las alturas o los extraños, podríamos decir que sí, que los miedos de los niños son evolutivos y sirven para protegerles de los peligros más comunes en cada momento de su desarrollo.
“Los miedos de los niños evolucionan a la par que el desarrollo físico y cognitivo, por lo que la mayoría de ellos son normales y transitorios”, aseguran Soler y Roger.
¿Cuáles son estos miedos según la edad?
En el libro ‘Miedos en la infancia y en la adolescencia”, García, Ferrero y Rasco definen los principales miedos evolutivos en función de la edad de nuestros hijos.
Primer año de vida
- Sonidos fuertes
- Pérdida de apoyo
- Las alturas
- Separación
- Personas/objetos extraños
Inicio niñez
- Extraños
- Separación padres
- Tormentas
- Animales
- Insectos
Preescolar
- Oscuridad
- Animales
- Quedarse solo
- Fantasmas/monstruos
Niñez media
- Heridas corporales
- Salud, muerte
- Sucesos sobrenaturales
Miedos que se heredan
Aparte de los miedos que compartimos como especie y que tienen un papel adaptativo y aseguran nuestra supervivencia, están los miedos que heredamos de nuestros familiares, ya sea genéticamente o ambientalmente.
“Hay niños que reaccionan con miedo ante una situación concreta porque han visto esa reacción en uno de sus familiares”, nos dicen Soler y Roger, que ponen como ejemplo el niño que tienen miedo a los perros porque su madre siempre que ve un perro por la calle, le coge de la mano, le cambia de acera y le dice que lo hace para evitar que el perro le muerda. En este caso, su madre sí había tenido una mala experiencia con un perro, lo que la había llevado a cogerle miedo a los perros, pero el niño, no.
“A menudo, niños con miedos o fobias tienen padres con esos miedos o fobias. Y tiene lógica, los padres somos el modelo de nuestros hijos, sus referentes, a quienes imitan, de quién se fían. Si mi madre tiene miedo a los perros, por algo será, pensarán algunos”, argumentan Soler y Roger.
¿Cómo evitar que nuestros hijos sean miedosos?
No podemos evitar que nuestros hijos experimenten ciertos miedos, porque como hemos visto, son evolutivos: la mayoría de los niños los tienen, forman parte de su desarrollo, cumplen una función, y cuando ya no son necesarios, desaparecen solos, pero sí que hay miedos que no deberían estar presentes y debemos evitar transmitírselos a nuestros hijos.
Soler y Roger enumeran en su libro 3.
Miedo a los padres
¿Cuál es el peor miedo que puede tener un niño? ¿Al rechazo de sus amigos? ¿A la oscuridad? ¿A los monstruos? “El peor miedo que puede tener un niño es a sus padres. Y esto ocurre en familias en las que impera un estilo educativo autoritario, con gritos, amenazas, castigos, daño físico, maltrato emocional, discusiones constantes, menosprecio…Que las mismas personas de las que dependes para la supervivencia, las que necesitas para sentirte seguro, sean quienes te producen más miedo si no te comportas del modo que esperan, es verdaderamente terrorífico”.
Exposición a contenidos violentos
Nuestros hijos consumen continuamente contenidos no aptos para su edad y, por tanto, para los que no están preparados, lo que puede llegar a causarles temor.
Nuestro papel es hacer de filtro. Supervisar lo que consumen, y en caso de que no sea adecuado, evitar que lo hagan.
Limitar su autonomía
“Cuidado”, “No te subas ahí, que te caes”, “tú solo no puedes”…
A menudo, las madres y padres abusamos de frases de este estilo que lo que consiguen, según nos dicen Soler y Roger es “trasladar a los niños los miedos que tememos nosotros y, en consecuencia, limitar su autonomía”. Y es que, evitar sistemáticamente situaciones peligrosas , merma la confianza de nuestros hijos y conduce al miedo a lo desconocido.