Como padres (y como personas) muchas veces vemos las cosas blancas o negras. Solemos dividir a los niños en lentos o movidos, tímidos o extrovertidos, miedosos o valientes…. Este es el origen de las tan famosas etiquetas ¿Pero de verdad es así? ¿Sólo hay estas dos opciones? ¿Y realmente son opuestas?
¿Qué hacemos cuando vemos aspectos de nuestros hijos que no nos gustan? Muchas veces juzgarlo e intentar cambiarlo. Si creo, por ejemplo, que mi hijo es rebelde, pienso que “esto no puede ser” y que tiene que hacer caso. Y vale, sí, es verdad que la rebeldía como tal muchas veces no ayudará a mi hijo a desenvolverse en algunas situaciones de la vida. Pero paremos un momento y veamos un poco más allá: ¿qué hay detrás de la rebeldía?, ¿qué valor importante hay para mi hijo?, ¿qué cualidad asoma en esa conducta? Quizás sea un niño seguro de sí mismo que tiene criterio propio y defiende lo que piensa….
Veamos otro ejemplo: “Mi hijo pega”. Estamos de acuerdo en que pegar no es una buena estrategia para ir por la vida pero ¿qué valor podemos ver en nuestros hijos? Quizás sea un niño que pone sus propios límites y no cede con facilidad a lo que otros quieren…
Lo que quiero decir con esto es que la rebeldía y el defender tu propio criterio son colores de una misma paleta. Es decir, es lo mismo pero con intensidades diferentes. En realidad, virtudes y defectos son lo mismo, sólo difieren del grado en el que se dan. Con los niños pasa lo mismo.
Si como padres penalizamos la rebeldía en su totalidad, también estaremos “matando” la capacidad de nuestro hijo de defender su criterio.
Por lo tanto como padres debemos estar muy atentos a no CORTAR LAS ALAS a nuestros hijos, sino enseñarles a CALIBRAR su personalidad (o lo que es lo mismo, modular la intensidad de la misma).
¿Cómo podemos hacer eso? Podemos empezar yendo más allá y observando el valor (el “¿para qué?”) que hay detrás de cada conducta sin juzgarlo. Y siempre hay un valor. Luego podemos reconocer a nuestro hijo que nos encanta que defienda su criterio y además añadir que nos gustaría que cuando le decimos algo confíe en que es por algún motivo de peso (es decir, pedirle cómo nos gustaría que actuase la próxima vez). Así reforzamos el valor que ya poseen y calibramos su fuerza para que no se vuelva un “punto débil”. ¡Lo que distingue una virtud de un defecto, es una línea finísima!
Donde pones tu atención pones tu energía. En otras palabras: es lo que vas a reforzar y a alimentar. Si tú ves a tu hijo como alguien que sabe lo que quiere y lucha por ello, es precisamente esto (y no su rebeldía) lo que vas a fomentar en él. En cambio, si ves a tu hijo como un niño pegón ¿adivinas lo que vas a reforzar? Así es cómo funciona nuestro cerebro y así es cómo podemos influir de forma positiva en nuestros hijos.
Por último, te lanzo esta pregunta de reflexión y te invito a que te la hagas cada vez que te pilles poniendo una etiqueta a tu hijo (puedes utilizarla como estrategia para cambiar el foco): ¿de verdad mi hijo es lento, o es que yo tengo prisa?, ¿él está pesado o yo tengo poca paciencia?, ¿es rebelde o soy yo que soy muy rígido?
Imagen: “I’m seeing you!”. Fuente: Pierre Lognoul. Flickr.