¿Has oído alguna vez a alguien de tu entorno pronunciar esta frase? Seguramente no en muchas ocasiones pero, aunque pueda parecer una afirmación muy radical, no es difícil que este pensamiento pase por la mente de madres (y también padres) alguna vez desde el mismo momento en el que su hijo aparece en sus vidas. ¿Por qué? ¿Es normal que la principal fuente de felicidad que tenemos a la vez nos la esté quitando? ¿Podemos conseguir que este sentimiento desaparezca?
Un estudio realizado por la Universidad de Florida (Estados Unidos) concluye que ser madre no es la clave de la felicidad de las mujeres. De hecho, tiene una influencia menor en su vida que otros factores como la educación, el trabajo, la situación económica y la relación con la familia y los amigos. Por otro lado, los autores del estudio no han encontrado gran diferencia en cuanto al bienestar emocional de las mujeres que fueron madres y las que no. Para nuestro experto Borja Vilaseca, periodista, escritor y fundador del proyecto de educación emocional La Akademia, el motivo es “el enfoque tan paternalista y sobreprotector con el que educamos a nuestros hijos“.
Pongamos un ejemplo. Tenemos un hijo. Conseguir su bienestar y felicidad se convierte, de forma inmediata, en nuestra máxima prioridad. Queremos lo mejor para él y le educamos con las mejores intenciones. Hasta ahí todo bien. El problema surge cuando perdemos una parte de nosotros. Cuando el motivo de nuestra existencia se centra en facilitarle la suya a él. Llegados a este punto, ¿qué queda de nosotros? Antes de ser padres y madres éramos personas que tenían una pareja, familia, amigos, proyectos profesionales, aficiones… Sin embargo, de un día para otro, hemos abandonado todo eso que éramos para convertirnos en simplemente padres. Hacer girar absolutamente toda nuestra vida en torno a nuestros hijos tiene consecuencias negativas para nosotros. “Si le pasa algo a él me pasa a mi. Si nuestro hijo es nuestra felicidad, también será nuestra fuente de sufrimiento” apunta Borja Vilaseca.
Y, aunque a priori no seamos conscientes, esta sobreprotección también tiene consecuencias negativas para ellos, ya que merma su autonomía y libertad. “Lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos es ser felices por nosotros mismos. Librarles de esa carga y ser responsables de nuestra propia felicidad” concluye Vilaseca.
Imagen de portada: Jon Flobrant /Unsplash