Solo hay que ir al supermercado y pasearse por sus pasillos para ver la cantidad de productos que se anuncian para nuestros hijos una vez que inician la alimentación complementaria: “mi primer yogur”, “mi primera galleta”…
Es difícil irse sin comprar alguno de ellos, sin embargo, como ya alertaba la tecnóloga de los alimentos y dietista-nutricionista Beatriz Robles en un artículo en el diario El País: “hay un truco infalible para saber si un alimento es apto para tu bebé: si está diseñado para bebés, no lo metas en la cesta de la compra”.
Puede parecer una incongruencia, “pero iniciar la alimentación complementaria no implica dar alimentos especiales a los bebés, sino mantener la leche —materna o de fórmula— como alimento principal e ir incorporando alimentos convencionales que ayuden a cubrir sus necesidades a medida que estas aumentan”.
Los dietistas-nutricionistas Aitor Sánchez y Lucía Martínez en su libro ‘¿Qué le doy doy de comer. Una guía para que los más pequeños coman de forma saludable’, advierten, en esta misma línea, que estos productos “son innecesarios e insanos, aunque haciendo un juego sucio de márketing intenten hacer creer a las madres y padres que ese producto es lo mejor para su hijo y que le aportará beneficios”.
Sin embargo, como ellos enumeran en el libro, este tipo de productos “llevan azúcar añadido en cantidades nada despreciables, cuando la OMS aconseja no dar azúcar ni endulzantes antes de los 12 meses y, a partir de esa edad, darlo de forma muy esporádica. Además, no son mejores que los alimentos convencionales que les podemos dar a los bebés a partir de los 6 meses, de hecho, muy a menudo, son peores y, además, tienen un precio elevado”.
Muchas madres y padres se estarán preguntando en este punto: ¿Si no le doy “comida para bebés”, ¿qué le doy? La respuesta de Robles es categórica: “Comida. Eso sí, respetando el calendario de incorporación de alimentos que te haya dado el pediatra, adaptando los tamaños y las texturas para que no haya problemas de atragantamiento y evitando los alimentos que suponen un riesgo microbiológico para los niños pequeños como la miel o las infusiones. Ya está”.
Bolsitas listas para tomar
Además de la larga lista de “Mi primer (pon aquí el producto que desees)”, en los supermercados también encontramos las famosas bolsitas listas para tomar de frutas o de yogur y frutas. No vamos a negar que son fáciles de transportar, no necesitan que las conservemos en frío, y nuestro peque con sus manitas se encarga de apretarlas él solito, pero ¿son saludables? La respuesta es no. Si le das la vuelta al envase, verás que contienen azúcares libres, harinas, almidones, aceites nada saludables o nata.
Por tanto, de nuevo tenemos que decir que la mejor opción sería dar a nuestro peque la fruta que tenemos nosotros en el frutero, siempre presentada de acuerdo a su edad, reduciendo así el riesgo de atragantamiento.
Introducción de yogures en la dieta de mi bebé. ¿Es necesario?
No solo es que estos yogures especiales que venden para bebés sean nutricionalmente peores que un yogur natural y sean un 150% más caros, es que, además, son totalmente innecesarios: el Comité de Lactancia Materna y Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría recoge que “la leche materna sigue siendo el lácteo de primera elección y se recomienda por encima de cualquier otra leche, siempre que madre e hijo lo deseen, hasta los dos años o más. En el caso de lactantes no amamantados, la fórmula indicada por encima de los seis meses de edad es la fórmula de continuación”.
Estrategias para persuadir a los más pequeños
Si el márketing se ceba con las madres y padres para conseguir ir colando sus productos en sus bebés nada más cumplir los 6 meses, a medida que el niño va creciendo, el objetivo empiezan a ser los mismos niños.
En su último número, Gaceta Sanitaria publicaba un estudio que muestra cómo los productos de alimentación menos saludables son los que más se dirigen a la población infantil. El 82% de los anuncios de alimentación procesada destinados a niños y niñas publicitan productos con un contenido elevado de sal, grasas o azúcares refinados, frente al 33% de la publicidad dirigida a la población adulta. Los 1.880 anuncios analizados, emitidos por Telecinco y Canal Sur, dejaban claro que los spots dirigidos a menores cuentan con más trucos publicitarios (fantasía, regalos, animación…) “con la intencionada estrategia de esconder o manipular la información nutricional del producto”, advierten.
“Se trata de educar a los más jóvenes para formar y fidelizar a futuros consumidores de sus productos. Siendo realistas, es mejor invertir en un nuevo cliente de cinco años, puesto que le queda una mayor vida de consumo”, advierte el nutricionista Carlos Ríos en su libro ‘Come comida real’.
Las estrategias que utiliza la publicidad para hacer más atractivos los productos que anuncian para los más pequeños de la casa muchas. Vamos a destacar tres:
- El uso de dibujos animados en los ultraprocesados
Superhéroes, princesas, animales, personajes de series y películas infantiles… Son una herramienta efectiva y por ello se utilizan en el anuncio de bollerías, dulces, cereales, galletas…
- El uso de regalos
Solo en EEUU, la industria gastó en 2009 unos 341 millones de dólares en regalar juguetes para utilizarlos como “gancho”. Es por esto que el gobierno de Chile prohibió en 2016, dentro de sus medidas para combatir la obesidad infantil, los regalos en los ultraprocesados.
- Los infuencers
Los influencers, personas que tienen detrás a un gran número de seguidores que siguen sus recomendaciones y consejos, son utilizados por la industria en sus campañas de marketing. Para influir en la decisión de compra de nuestros hijos, recurren a sus ídolos: Youtubers, deportistas, cantantes… Esta estrategia se ha utilizado desde que existe la publicidad, pero ahora con la aparición de las redes sociales, está viviendo su momento de mayor esplendor. A estos influencers que promocionan productos malsanos se les denomina antinfluencers, pues su influencia es negativa para nuestros hijos.
Como dijo la reconocida antropóloga Margaret Mead: “Es más fácil cambiar la religión de alguien que su dieta”. Y como denunciaban en la revista científica The Lancet, la industria alimentaria lo sabe bien y por eso invierte en los hábitos de los niños. Las madres y padres tendremos que estar muy atentos para evitarlo.