Neurociencia de las emociones, por Rafa Guerrero

“Educar es invertir en futuro”, con esta fuerte idea comenzó el psicólogo Rafa Guerrero su ponencia en nuestro último evento en Las Palmas de Gran Canaria. ¡Y no le falta razón! Rafa nos habló sobre las emociones y qué ocurre en nuestro cerebro y el de nuestros hijos cuando experimentamos las distintas emociones que existen.

Para explicarnos en qué consiste la neurociencia de las emociones, el psicólogo nos planteó una metáfora denominada “la metáfora del interrumptor”. Como todos sabemos, los interruptores tienen solo dos opciones: la opción de ON, lo cual quiere decir que la luz está encendida, y la opción de apagado/OFF, que significa que estamos en completa penumbra.

La metáfora del interruptor de las emociones

Como Rafa Guerrero matizó en su ponencia, esta metáfora “es una exageración, una caricatura”, pero nos puede venir muy bien para comprender el funcionamiento de las emociones.

Dentro del contexto familiar podemos encontrarnos el modo ON, en el que las emociones están encendidas y, por lo tanto, “es la emoción la que me va a hacer llevar a cabo una conducta”; o el modelo contrario, el modo OFF, en el que la emoción no tiene cabida.

Es muy importante que recordemos siempre que “lo que no se nombra, no existe. Por lo tanto, si un niño se está desarrollando en un contexto en el que las conversaciones giran alrededor de cualquier cosa excepto la expresión de la emoción, vamos mal”. Y esto no quiere decir que los niños no experimenten emociones, claro que lo hacen, pero el contexto no facilita la expresión de las mismas. Así pues, en el modelo OFF los niños y niñas experimentan la emoción, pero no la expresan.

No obstante, hay que tener muy en cuenta que, para que una persona pueda expresar sus emociones, “es necesario un contexto de seguridad, de protección y de confianza”, señala el psicólogo.

El modelo OFF de las emociones

Rafa Guerrero explica que en el modelo OFF no estamos permitiendo a nuestros hijos que experimenten ciertas emociones: “Cuando yo acompaño a mi hijo a dormir y mi hijo me dice: papá tengo mucho miedo porque va a venir el lobo y me va a comer, si yo voy y le niego esa emoción, lo estoy haciendo con muy buena intención, seguro, pero estoy yendo en contra, estoy ninguneado y estoy eliminando al niño”.

“Si tu hijo te está diciendo -porque las emociones son subjetivas- que siente miedo, no hay nada que medir, no hay nada que buscar: siente miedo, esa es su realidad y no le estamos escuchando”, sentencia Rafa.

Y es que, si nos fijamos, nos pasamos la vida diciéndoles “no llores, por favor”, y hacemos esto porque “tenemos mucho miedo y no sabemos gestionarlo”, indica el psicólogo. Pero es muy importante que validemos y respetemos las emociones de nuestros hijos e hijas, para que a través de la conexión y legitimar sus emociones, podamos ser capaces de reconducirlas.

La heterorregulación de las emociones

Muchas veces pretendemos que ellos mismos sean capaces de regular sus emociones, de controlarlas, pero realmente somos nosotros quienes, desde la calma, tenemos que ayudarles a llevar a cabo esa regulación, tenemos que proporcionarles estrategias para ayudarles a encontrar ese equilibrio. Y esto es la heterorregulación. Rafa Guerrero nos puso un ejemplo buenísimo para que visualicemos claramente lo que ocurre con la regulación de las emociones:

Imaginemos que llega nuestra pareja a casa llorando y nos dice que le han despedido del trabajo. En este supuesto, no tendría ningún sentido decirle “pues te vas ahora mismo a tu habitación, actualizas el currículum y hasta que no encuentres trabajo, no sales”. Sin embargo, esto lo hacemos constantemente con los niños, les obligamos a que salven determinadas situaciones ellos solos. Pero solamente aprenderán a regular las emociones si sus adultos de referencia ayudan a calmar esas emociones. Por eso, la neurociencia ha demostrado que el “rincón de pensar” no tiene ningún tipo de utilidad, “porque nunca en la historia de calmarse alguien se ha calmado al decirle que se calme”, sentencia Rafa Guerrero.

Las cuatro grandes zonas del cerebro

Rafa Guerrero nos explica que tenemos un cerebro rojo, uno azul, uno verde y uno amarillo.

El cerebro rojo: el cerebro de reptil, aquí es donde está codificada la supervivencia, cada vez que mi zona roja percibe que mi vida corre peligro se activa y se ponen en marcha conductas que son reflejas. Por lo tanto, aquí no existe la emoción, ni el pensamiento, ni la ejecución como algo consciente.

El cerebro verde: es la parte del cerebro emocional, aquí es donde surgen las emociones, pero no donde se regulan. Dentro de esa zona del cerebro se encuentran las amígdalas cerebrales, el lugar donde aparece la emoción y se libera adrenalina y cortisol.

El cerebro azul: el cerebro de los primates, del pensamiento.

El cerebro amarillo: que es el cerebro del homo sapiens sapiens, muy poco desarrollado en los niños, y que a medida que vamos creciendo se va desarrollando y acaba de completarse en torno a los 22 años. Aquí se ubican las funciones ejecutivas: la capacidad de concentración, inhibición de impulsos, la planificación, la memoria operativa, la regulación emocional… Este cerebro es el que se aprende, “porque, a ser humano, se aprende”, nos cuenta Rafa.

¿Cómo unir, cómo trabajar las cuatro zonas del cerebro? Con el “pegamento cerebral”, elemento que no podemos adquirir en el mercado, sino que tenemos que construir madres y padres, por supuesto, con la ayuda de los profesores.

Cuando entendemos cómo funciona el cerebro de nuestros hijos, también entendemos mucho mejor a nuestros hijos y la educación que debemos darles. Por eso no os podéis perder esta interesantísima ponencia, a la vez que muy útil, de Rafa Guerrero. Os hemos contado algunas claves en este artículo, pero para conocer toda esta información más desarrollada y con ejemplos que ayuden a comprenderla, aquí os dejamos la intervención completa de Rafa Guerrero en nuestro evento de Las Palmas de Gran Canaria. ¡Que la disfrutéis!

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Marina Borràs

Cuando era pequeña me sentaba a diez centímetros de la televisión para ver las noticias todas las mañanas antes de ir al cole. Cuando crecí un poco, se dieron cuenta de que la razón por la que me acercaba tanto al televisor era porque necesitaba gafas, aunque yo prefiero pensar que por aquel entonces ya había encontrado mi pasión: de mayor quería ser periodista. Y así fue. Estudié periodismo y comunicación política, y sigo formándome en los temas que me apasionan: educación, igualdad de género y nuevas tecnologías.

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