¡Cuántas veces los pequeños nos sorprenden con su mirada sobre las cosas! No tienen una visión rara o extraña de los asuntos, al contrario, suelen poner el foco en lo importante, en lo que es invisible a los ojos pero constituye lo esencial de la vida.
Esta mañana, mientras combinaba pintarme los ojos, tomarme un café y jalear a la “peque” para que se apresurase y llegar a tiempo al cole, se me ha acercado y me ha preguntado “Mamá, ¿tú disfrutas de la vida?”. Me he quedado patidifusa, con el rímel en alto y sin saber qué contestarle. Yo, que tengo respuestas para todo. A mi mente ha acudido veloz la viñeta de Mafalda en la que le pregunta a su madre, que está inmersa en varias tareas domésticas a la vez: “Mamá, si vivieses, ¿qué te gustaría ser?”. Pues algo así. La pregunta de esta mañana viene a colación de un vídeo que han visto en su clase de 4º de Primaria, que lleva por título “Pequeño, 15 días en agosto”. A través de unos simpáticos dibujos un niño cuenta su hartazgo por que le pregunten qué quiere ser de mayor. Reflexiona sobre el rollo que conlleva crecer, cuando todo se vuelve difícil, complicado. Los adultos dejan de disfrutar de la vida y se matan a trabajar para tener 15 días de vacaciones en agosto, 15 días en los que nos marchamos lejos para olvidar lo que hemos trabajado, 15 días de vacaciones que también vivimos a toda prisa. Mi hija ha buscado el vídeo y lo hemos visto juntas, sabiendo ambas que llegábamos tarde al cole pero que daba igual porque ese momento era más importante. “Pues claro que disfruto de la vida, hija” –le ha respondido ese contestador automático de supermadre que a veces se me conecta solo – “la vida de los adultos no es así como aparece en el vídeo”. Mientras la abrazaba pensaba en lo mucho que aprendo de ella. Y también en lo que daría yo por volver un solo día a mi infancia. ¡Gracias, Inés!