El debate sobre la repercusión que tienen los suspensos y la repetición de curso en los alumnos lleva ya años de largo recorrido. Pero en los últimos meses ha vuelto a coger fuerza por el anuncio de la nueva Ley de Educación, la denominada Ley Celaá. En el todavía borrador de ley, se anuncia, entre otras consideraciones, que no se repetirá un curso aún teniendo suspensas varias asignaturas -medida que ya se aplicaba anteriormente- o que se podrá ir a Selectividad con una asignatura suspensa.
El suspenso y la repetición de curso en el sistema educativo español está muy asentado. Muchos estudios denominan que hay una “cultura repetidora” en España. Es decir, que se cree que el suspenso de las asignaturas y la repetición de curso es la mejor opción para el aprendizaje de los alumnos que no han alcanzado el aprobado.
La connotación que tiene el suspenso en España se asocia, desde distintas miradas, a una lacra del alumno. En las familias muchas veces domina el “si no apruebas, no estaremos orgullosos de ti”; y en las escuelas impera el “si no apruebas, no eres igual de bueno que los demás y tienes que repetir curso”.
El suspenso, en la mayoría de los casos, cala en los alumnos como algo negativo que repercute en su autoestima, no tanto como algo con lo que superarse y esforzarse. “Cuando comprendemos el suspenso como el punto de partida para poder mejorar en una materia, el enfoque puede ser muy positivo y beneficioso, ya que ayuda a comprender que no todos somos siempre buenos en todo y que, mejorar, siempre supone un esfuerzo. Sin embargo, en ocasiones, los suspensos son concebidos como castigo o fracaso sin más y, en este caso, es difícil aprovecharlos a nivel didáctico”, cuentan Cristina Revilla y Natalia Cucalón de la Asociación Pro-Colegio de Pedagogía y Psicopedagogía de la Comunidad de Madrid.
¿Es posible entender el suspenso como un aprendizaje?
Tanto desde las familias como desde la escuela la visión del suspenso se tiene que presentar no tanto como un fracaso, sino como una oportunidad de mejorar, sobre todo para practicar la tolerancia a la frustración. “El establecimiento de normas, límites y la comprensión del significado del éxito y el fracaso deben formar parte de la educación familiar desde la primera etapa de la infancia. La autoestima no debe ir ligada al resultado de los exámenes… ya que este resultado depende de muchos factores. Dado que no podemos controlar todas las variables que intervienen en este resultado, debemos educar para comprender las razones de nuestros fracasos y asimilarlos para poder avanzar y mejorar en todo lo que nos propongamos”, sostienen desde la Asociación
De esta manera también concuerda la psicóloga Patricia Ramírez. “No es el resultado en sí. Si tu hijo viene de casa con un sobresaliente, no digas: qué bien que has sacado un 9 o un 10. No, hazle la siguiente pregunta: ¿recuerdas lo que hiciste para sacar el sobresaliente? Te dirá pues me esforcé, dejé la Tablet.. Y eso es lo que tenemos que reforzar, los valores. Porque no siempre los resultados van a depender de nosotros, pero sí los valores y las actitudes que utilizamos para conseguirlo”.
Entender el suspenso o aprobado como una nota
El problema con los suspensos radica en que en la mayoría de casos no son vistos como un bache que sortear, porque en el sistema educativo el suspenso se asocia a una nota y no a otros factores como son el esfuerzo. La nueva Ley de Educación marca que la nota de los exámenes no debe ser el único factor a tener en cuenta para suspender o no a un alumno.
Para la Asociación Pro-Colegio de Pedagogía y Psicopedagogía de la Comunidad de Madrid, el aprobar o suspender una asignatura debería basarse en una evaluación continua, e incluir variables como el esfuerzo o actividades complementarias. Y en el caso de que se suspenda, para que el alumno pueda aprender de ello, debería haber tanto en las escuelas como en las familias “un proceso de acompañamiento que nos permita analizar nuestra actividad y nuestras posibilidades de mejora”.
“Detrás de la nota debe haber un ejercicio de evaluación sobre el alcance de los objetivos, es decir, si suspendo un ejercicio de sumas y restas es porque el objetivo de aprender a sumar o aprender a restar no está adquirido, por lo tanto hay que ver cuál es el que no se ha conseguido para trabajar sobre él. Por lo tanto, la nota es el reflejo de haber adquirido unos conocimientos o no, por lo que suspender no debería ser algo peyorativo sino uno informe de que hay algo que seguir trabajando”, explican desde la Asociación.
La nueva ley permite ir a Selectividad con un suspenso
La ley también incluye que en 2º Bachillerato se podrá pasar a Selectividad con un suspenso. Una medida un tanto contradictoria, ya que en las pruebas de acceso a la universidad no se tiene en cuenta ni circunstancias personales, ni trayectoria, ni el esfuerzo que se ponga, sino solo la nota obtenida en un examen.
En el caso del suspenso en asignaturas en Bachillerato, desde la Asociación señalan que “en algunos casos, puede ser positivo, ya que, si la materia suspendida está relacionada con los estudios que realizaremos después, el fracaso puede ser aún más dañino cuando no nos veamos capaces de enfrentarnos a su estudio”. Y es que a pesar de ir a Selectividad con alguna suspensa puede parecer a priori algo beneficioso para los alumnos, puede también perjudicarles ya que su nota media bajaría y sus posibilidades para entrar en una carrera se reducirían.
La repetición en España
El último informe anual de la OCDE “Education at a Glance 2021” señala que España es el país dentro de esta organización con más repetidores en la educación secundaria obligatoria. De primero a tercero de la ESO, un 8,7% de los alumnados ha repetido curso, frente a la media de 1,9% de la OCDE, y desde cuarto de la ESO hasta Bachillerato o la FP, en España el porcentaje es del 7,9 frente al 3% de los países que forman la OCDE.
La repetición repercute en el gran porcentaje de abandono escolar. En 2020, las cifras del abandono temprano de educación-formación, es decir, los chicos y chicas entre 18 y los 24 años que no han superado la educación secundaria obligatoria y que no continúan su formación, se ha reducido con respecto a otros años, pero sigue muy lejos de la media de la Unión Europea. El porcentaje de hombres en España alcanzó la cifra de 20,2%, la más alta de la Unión Europea y en mujeres un 11,6%, solo superada por Bulgaria, Malta y Rumanía. Los niveles medios que se manejan en la UE son un 11,8% en hombres y un 8% en mujeres.
La nueva Ley Celaá busca como objetivo que la repetición se dé en ocasiones excepcionales. En la educación obligatoria, solo se podrá repetir dos veces: una en primaria y otra en secundaria y se obliga a realizar un plan de refuerzo para aquel repetidor.
Ya la OCDE en su informe de 2011 hablaba de cómo la repetición es inútil, injusta y tiene un gran coste educativo, ya que no solo se trata de financiar un curso más a un alumno, sino que se retrasa también su introducción en el mundo laboral.
La repetición desmotiva
Los estudios confirman que la repetición de cursos desmotiva y genera pensamientos negativos sobre la capacidad que tienen los alumnos. Por ejemplo, en esta investigación de Pedro Ángel Luna Ariza, inspector de Educación en la Delegación Territorial de Educación en Córdoba, se señala cómo “la repetición de curso no ayuda a madurar al alumnado, horada su motivación y hasta podría aumentar la agresividad durante la adolescencia. Esto no es sorprendente dado que consiste en retirar al niño o niña de su entorno educativo para ponerlo en uno extraño”.
La variable socioeconómica también afecta a la repetición
La repetición afecta de forma diferente según el nivel socioeconómico del alumno. Muchas familias no pueden aportar apoyo ni capacidad para solventar los problemas que le surgen a sus hijos en la escuela. De esta forma, en este otro informe de la Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias se señala cómo el 60% de las repeticiones pertenecen al 30% de los alumnos con un nivel socioeconómico bajo.
Es más, en esta investigación demuestran que, cuando dos alumnos de niveles alto y bajo socioeconómicamente tienen el mismos rendimiento escolar y las mismas dificultades para el aprendizaje, se triplica la posibilidad de repetición en aquel con un nivel socioeconómico bajo.