Pedro del Castillo: “No se trata sólo de meternos en la paternidad, sino que nos demos la oportunidad de enamorarnos de la familia”

Es uno de los pocos hombres que a diario cuenta sus vicisitudes como padre en redes sociales. Estamos acostumbrados a que en su gran mayoría sean ‘instamamis’ las que lo hacen y esto ya debería hacernos reflexionar. Por eso hemos querido hablar con Pedro del Castillo, periodista, comunicador y papá de dos niños que acaba de publicar ‘Diario de un padre primerizo’ en el que vuelca sus dudas, sus miedos, sus anécdotas y sus aprendizajes.

 

 P. No es habitual que un padre cuente su experiencia en la paternidad y la crianza y que podamos entender ambas desde ese punto de vista. ¿Cómo lo estás viviendo tu?

 

R. Es una de las cosas que destacan de mí. Pero claro, algo nos falta todavía por recorrer si esto sigue sorprendiendo. Yo lo puedo llegar a entender, porque yo hace unos años tampoco me veía así, me veía centrado en el trabajo, un poco el tópico. Y al vivir la experiencia como padre, lo que cuento como padre y habiéndome enamorado de la paternidad y de construir la familia, eso no es que me haya haya implicado más, es que la vida me ha implicado. Porque igual que si quieres hacerlo bien en tu trabajo tienes que estar involucrado y motivado, en el proyecto de familia, también.

No es un añadido de carga, sino lo que me toca y lo que quiero vivir. Y es un regalazo, estoy descubriendo esto y me gusta quitarle mérito, porque estoy haciendo lo que toca y me alegro. Es cansado, sí, pero veo que falta recorrer mucho para que esto sea lo normal. Fíjate, lo veo en redes y me llega de forma positiva, cuando he renunciado a algún plan es que soy un padrazo, o cuando juego con ellos, y entiendo que choque teniendo en cuenta de dónde venimos o los prejuicios que tenemos. Hace un año estaba de amo de casa y eso nosotros lo vivimos con naturalidad.

Me da pudor porque me da palo por tantas mujeres y tantos padres que lo hacen y no se ve. Me da la sensación de que quedo como el padre perfecto y no lo soy.

 

P. Es que todos gritamos, ¿no? Aunque no veamos esa parte…

 

R. Mira, tengo la suerte de ser bastante paciente, pero los niños tienen la virtud de impacientar hasta los más pacientes. Y gritamos, fruto del cansancio, del estrés en la organización, trabajo, rutinas, horarios… Yo también hay veces que me veo desbordado y he tenido un momento de ‘oye ya vale’. Pero creo que el acierto de un padre no es no equivocarse, sino darse cuenta y poder corregir con humildad y tranquilidad, y haciéndole al niño consciente. Hace muchos años no era tan normal que los padres pidieran perdón a sus hijos. Yo no lo hago como gesto de humildad o bondad, sino como enseñanza para ellos, que vean una lección de vida, que puedes estar cansado. Y no es negativo que los padres y las madres vivamos imperfecciones, lo que no se ve en redes. Porque si fuese perfecto no podría mejorar nada. Ahí es donde la vida nos da la oportunidad.

 

P. Siempre hablamos de que la maternidad nos cambia el cuerpo y el cerebro… ¿en qué te ha cambiado a ti la paternidad?

 

R. Físicamente tengo un gran cambio, que es el cansancio, gracias a Dios todavía mantengo el pelo (risas). En realidad, los grandes cambios han venido a nivel emocional o de crecimiento personal, de madurez, de darte cuenta de las cosas importantes de la vida, porque un hijo te lo lleva a lo terrenal.

Antes, por ejemplo, no me daba miedo morirme, ahora sí por lo que puedo dejar. También están los cambios en planes, organización, rutinas… pero personalmente no me han supuesto nada malo. Que un viernes tengamos que hacer rutina y a las 20h les estés acostando y luego el resto de tu viernes no sea salir, sino ver una peli o hablar, cenar, ordenar… todo eso me gusta y lo disfruto.

Claro que hay cambios alrededor de la vida, te cambia tu forma de entender el mundo. Yo decía antes ‘A mí no me va a cambiar profesionalmente, ni de personalidad’, y eso es imposible. Creo que la clave está en que cambie tu mundo para bien. Y todo eso se puede trabajar.

 

P. Porque todos somos padres perfectos antes de serlo. ¿Hay creencias que tenías antes y que ahora se han dado la vuelta?

R. La básica y más importante es la del trabajo, soy un apasionado de los medios de comunicación y para mí era una renuncia a un sueño, de niño quería triunfa en radio y televisión. Siempre hablo de dar un paso a un lado, no de renuncia, y puede que dentro de 15 años esté otra vez ahí. Pero para mí era impensable, el Pedro de hace 4 años le hubiera dicho al de ahora ‘ni de coña vas a dejar tu curro y a implicarte’.

Tampoco pensé que sería tan creativo y juguetón, pero es que me encanta y a veces me veo ridículo porque a la mayor le encantan los disfraces, y yo también juego. Ahora le gusta se Blancanieves y yo soy dormilón o gruñón. Nunca pensé que rebajaría mi mundo a lo más infantil y que mi suegra o mi madre entrarían y me verían disfrazado o dejándome maquillar.

También me sorprendió la lactancia. Bea y yo hace 3 o 4 años no le dábamos tanta importancia. Luego a Bea le fascinó y me implicó, y es algo que he agradecido porque es muy de la mujer. Pero si metes al marido para que conozca los beneficios o cómo ayudar en una mastitis… a mí son cosas que me han alucinado. Antes me sorprendía una madre dando el pecho a un niño de dos años y ahora no. Así que sí, muchas veces desde fuera entramos en juicios y lo que hay que hacer es escuchar, porque no sabemos la escala de valores de los demás.

 

P. Y luego está el tema de la corresponsabilidad y la carga mental…

R. No se trata de hacer un 50% y un 50%, que sería perfecto o lo más justo. Sino de que la organización y el reparto de tareas y responsabilidades sea algo con lo que las dos partes estén de acuerdo. Al final la familia son piezas de un engranaje que tienen que cuadrar. Ambos somos los jefes de una organización que estamos dirigiendo. Por ejemplo, Bea y yo tenemos un calendario común en el móvil. Y si hay un momento de la semana en el que estamos viendo que la balanza se va en un lado y uno se siente peor, levantamos la mano y lo decimos. Trabajamos así, con confianza, con esa conciencia de equipo.

Con Bea la comunicación nos ha funcionado, pero tiene que ser una comunicación efectiva y correcta y eso pasa por encontrar un momento del día en que los niños nos dejen hablar, un momento en el que no estemos enfadados o en niveles tensos, porque al final estamos a la defensiva. Que podamos decir y escuchar, y hablar de corazón a corazón. Somos compañeros de equipo y nos tenemos que ayudar. Hay un momento en el que hay mucho reproche y no voy a entrar en porcentajes, pero vamos a reconocérselos. A nosotros la organización nos ayuda. Nos ayuda a los peques y a los adultos.

No se trata solo de que los hombres nos metamos más en la paternidad, que es lo que tenemos que hacer, sino que nos demos la oportunidad de enamorarnos de la familia.

 

 

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Lara Fernández

Mamá, periodista y maestra de Educación Infantil

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