Más del 45% de los menores de 29 años reconocen que se han sentido alguna vez presionados por Instagram. Es decir, que al consumir contenidos en esta red social, se han sentido presionados por la simbología estética de los perfiles. “Instagram es una red social que bien utilizada puede ser muy últil, pero que mal utilizada puede despertar muchísima ansiedad y estrés en los adolescentes y pre adolescentes. Por eso hay asegurarse que cuando nuestros hijos se hacen una cuenta en Instagram tienen muy claro cuáles son los objetivos que persiguen y tienen criterio propio” nos dice José Carlos.
Los peligros de Instagram y su similitud con el caso de Bután
“El problema es que los niños llegan a las nuevas tecnologías antes de ser educados en el pensamiento crítico, y antes de ser educados en el análisis visual de lo que van a consumir. El resultado es que empiezan a dejarse influir por un mundo virtual, que está por encima del real” continúa José Carlos.
El caso de Bután
José Carlos Ruiz nos lo explica perfectamente con un ejemplo en su libro ‘El Arte de pensar’.
Para entenderlo bien tendríamos que irnos a Bután, país que durante mucho tiempo ha ocupado los primeros puestos en el ranking mundial de ciudadanos felices, pero que la llegada de la televisión hizo que sus ciudadanos empezaran a sentirse desgraciados e infelices.
Para explicarlo extraeré un fragmento de lo que José Carlos Ruiz cuenta en su libro:
“La mujer de Bután tenía el rol de mujer fuerte, capaz de colaborar con las tareas de agricultura y ganadería, salía de su hogar para ayudar, al mismo tiempo que sacaba a la familia adelante. Los hombres de Bután se enamoraban de ese perfil de mujer. De repente empiezan a consumir televisión. Una invasión de pantallas para la que sus ciudadanos no estaban preparados. A los hombres de Bután dejaron de gustarles sus mujeres, y el modelo estético y social de mujer que tenía se quedó desfasado. Las mujeres también dejaron de sentirse guapas al compararse con las modelos y actrices que emergían de las pantallas”.
¿Qué ocurrió en Bután? Que sus ciudadanos no fueron educados críticamente para el consumo de pantallas, no les formaron para que se acercaran a ellas con lo que José Carlos Ruiz llama “el interruptor del pensamiento crítico activado”. Y esto no solo pasa en Bután. Pasa en todas las sociedades. Las consecuencias son cada vez más evidentes, “aumentan enfermedades como la anorexia o la bulimia porque, entre otros factores, no tenemos la capacidad de analizar debidamente las imágenes. Aumentan las depresiones y el estado de insatisfacción cuando consumimos imágenes virtuales retocadas con programas de ordenador, donde todo el mundo es perfecto y aparenta llevar una vida idílica”.
Y aquí es dónde José Carlos Ruiz nos insta a educar a nuestros hijos en el pensamiento crítico, a dotarles del “armazón intelectual” antes de que se abran una cuenta en Instagram. De esta forma, nuestros hijos serán mucho menos vulnerables a lo que allí puedan encontrarse.