“Pero ¿qué te pasa?” es quizá uno de los pensamientos que más pasan por la cabeza de madres y padres cuando sus hijos llegan a la adolescencia. De pronto, parece que alguien hubiera abducido a nuestro pequeño y nos hubiera puesto en casa a un extraterrestre. Todo lo que les decimos, aunque sea un “buenos días, cariño” les suena a sermón, utilizan un nuevo vocabulario y rehúyen nuestros abrazos.
“La adolescencia es una etapa que da miedo porque sale todo a la luz”, asegura la psicóloga y autora del libro ‘Pero ¿qué te pasa? Lola Álvarez, que añade que “cuando surge un problema con nuestro hijo, es importante entender que su conducta suele ser una señal de alerta y que casi nunca se produce por una sola causa. Es necesario que nos impliquemos en conocer qué está ocurriendo”.
Para ayudarnos en la tarea, Lola hace un repaso en su libro de los problemas más comunes que afrontamos como padres ante el paso de nuestros hijos por esta etapa.
1. Lola, parece que nosotros y nuestros hijos nos hayamos criado en dos mundos totalmente diferentes, sobre todo por el cambio que ha producido la irrupción de las nuevas tecnologías. Es lógico, por tanto, que a menudo no les entendamos y pronunciemos el título de tu libro: “Pero ¿qué te pasa?”
Las diferencias generacionales siempre han existido entre padres e hijos, pero en los últimos años estas diferencias se han agudizado. El mundo ha cambiado de tal manera desde que Internet y las redes se han implantado, que ha aumentado esta diferencia. Parece que los hijos controlen más que los padres el mundo en el que vivimos, lo que da a los padres la sensación de estar peor equipados de lo que están. No es así, sus hijos siguen necesitándoles de muchas maneras. Lo esencial de ser padre sigue siendo igual. Y esto no podemos olvidarlo.
2. ¿Por qué la adolescencia es una etapa tan temida?
La adolescencia es la etapa en la que sale todo a la superficie, esa es una de las cosas que más atemorizan a los padres. Además, los adolescentes son más críticos, desarrollan su propio criterio y nos descolocan un poco. Los cambios cerebrales son tan repentinos como los físicos. Los profesores se dan cuenta en septiembre, después del verano, que a veces no reconocen a algún alumno por el enorme cambio físico que ha experimentado. Pero el cambio psicológico también es brusco. El primer paso es aceptar este cambio, y aprender a vivir con esta nueva versión de él. Pero no porque tengas un “extraño” en casa quedas invalidado como padre. Tenéis que volveros a conocer y revisar las normas.
“Tenemos que aceptar el cambio y aprender a vivir con la nueva versión de nuestro hijo”
3. 1 de cada 4 familias en España son monoparentales… A estas familias les dedicas un capítulo en el libro, y hablas de la figura del pseudocónyuge. ¿Qué figura es esta?
El pseudocónyuge suele ser el hijo o la hija primogénita que asume el rol de apoyar al padre o madre que está solo en el hogar. Aunque los padres aprecian ese apoyo, para el niño puede ser una responsabilidad desmesurada y puede interferir en su propio desarrollo. En sí no está mal que el hijo ayude, pero hay que tener cuidado porque puede desvirtuar los roles en casa.
4. ¿A qué te refieres con desvirtuar los roles en casa?
Cuando el hijo se ha convertido en pseudocónyuge, la madre puede tener problemas para hacer de madre con ese hijo, porque a la vez es su aliado. ¿Cómo va a poner límites a un hijo que a la vez la ayuda tanto? Se crea un conflicto en el cambio de registro que puede crear tensión y resentimiento en los hijos.
Por eso hay que ser consciente de cuánta ayuda es aconsejable que aceptes de tus hijos. Hay padres que se desahogan con sus hijos. Para el hijo es una carga desmesurada, ser el apoyo de un padre que en realidad tiene que estar apoyándole a él.
Al final, las necesidades del padre pueden barrer o dejar de lado las necesidades del hijo que está haciendo de pseudocónyuge.
5. Mencionas el tan alabado “tiempo de calidad”, y lo calificas como “ese gran engaño que nos hace sentir mejor, pero que tiene consecuencias”. ¿Cuáles son estas consecuencias?
Ser padre es con lo bueno y con lo malo. Debe haber tiempo para el juego, pero también para poner límites y normas. Es bueno que los padres discutan con los hijos, los conflictos pueden ser muy educativos porque les enseñan a resolver conflictos que luego pueden tener de adultos en el trabajo o con sus parejas. Aprenden a negociar…
Con esta modalidad de cuidados, en la que el padre o la madre solo está con los niños 2 horas al día y esas dos horas se las pasan jugando y sonriendo en pro del tiempo de calidad, los niños nunca aprenden límites. No aprenden que los padres se cansan, son humanos, y no pueden con todo. Solo ven ese lado positivo de sus padres.
6. También hablas de los “padres colegas”… Una figura cada vez más presente en nuestras sociedades…
La sociedad ha cambiado y, con ello, las relaciones entre padres e hijos. Hace unos años se creó la ideal del padre colega, donde la autoridad no está delimitada de una manera tan clara.
Algunos de estos padres colegas no se ven capaces de poner límites a sus hijos, porque los obliga a hacer un cambio de registro con el que no están cómodos. No desean un enfrentamiento y, sobre todo, no quieren que el joven se enfade con ellos.
Pero la función de los padres es poner límites que, probablemente, a los hijos no les van a gustar. Sencillamente, hay que aceptarlo.
7. También le dedicas un capítulo a los trastornos de la conducta alimentaria…Hablas de la anorexia, de la bulimia, pero también de todo lo contrario…
Sí, este tipo de trastornos no solo incluyen la restricción de la comida, sino también el comer en exceso. Comer en exceso suele estar destinado a paliar una ansiedad, a erradicar una sensación de malestar que nos incomoda, casi como una droga. Hay que mantenerse alerta también si vemos que nuestros hijos comen en exceso, aumentan su peso…
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