Ponencia de Eva Bach: “Cuando los padres estamos bien, nuestros hijos están bien”
Eva Bach, pedagoga, escritora y formadora de padres y madres, quiso invitarnos a reflexionar sobre el lugar que deben ocupar padres e hijos en la familia. “Solamente desde el lugar biológico, jerárquico, natural y emocional que nos corresponde como padres y madres tenemos la fuerza y la luz que necesitamos para educar, para ayudarlos a crecer sanamente y ser un buen referente para ellos”, nos contó, mientras hablaba de la necesidad de no sobreproteger, de no convertir a los hijos convertidos en bastón de sus padres o de no supeditar toda nuestra vida a nuestros hijos. Porque Eva quiso recalcar que “cuando padres y madres estamos bien, nuestros hijos están bien”.
¿Qué quiere decir que cada uno en la familia esté en su lugar? “Significa ocuparnos amorosamente de los derechos y necesidades de cada cual y cumplir con las obligaciones y las funciones de cada cual”, que son distintos si somos padres o si somos hijos. Pero Eva nos advirtió de que “desde hace unas décadas en los hogares los derechos y deberes de cada cual se están desdibujando. Muchas veces ocurre que les damos los derechos que no les corresponden y no les damos los que sí les corresponden” e incluso “ocurre que hoy parece que uno de los deberes de los padres sea tener hijos perfectos, ser perfectos y darles vidas perfectas. Y perfectos no somos nadie”.
Por eso Eva quiso reflexionar para contribuir a colocar a cada uno en su lugar. Y su primera recomendación “es que nos situemos ambos progenitores en un plano de igualdad. A veces hay padres y madres que se sitúan por encima del otro: se creen mejores, lo descalifican, lo ningunean, lo invalidan”. Muchas veces llegamos a decir que nuestro hijo se parece al otro padre o a la familia del otro padre en las cosas que no nos gustan, nos contaba Eva entre risas. Y en esos casos, “recomiendo que digamos a nuestros hijos, incluso padres separados: “me encanta esto de tu padre o de la familia de tu padre”, “me encanta que te parezcas en esto a tu padre”.
Eva cree muy importante “cuidar, respetar y dar prioridad en nuestro corazón a la pareja” porque si no trataremos de “paliar las carencias en la pareja con los hijos. Padres y madres debemos ser modelos buenos, equilibrados y actuales de feminidad y masculinidad”, nos recomienda.
En el caso de las familias reconstruidas, de nuevas parejas de los padres, Eva recomienda que vayan “un paso por detrás en cuanto a la educación de los hijos” de su nueva pareja. Una frase muy buena para decir a los hijos de la pareja es: “Tu madre está antes, va primero, y es mejor que sea la mejor para ti”.
Especial mención merece la necesidad de “asumir las limitaciones y pedir ayuda, en lugar de dimitir”. Eva recuerda una escena con su hijo y su marido que provocó carcajadas: “Una vez uno de mis hijos se metió debajo de la mesa del comedor a la hora de acostarse, no quería salir, su padre estuvo la tira de rato intentando que saliera siempre con métodos bajo la consigna de paz y amor. Y no salió. Y entonces el padre se levantó sereno y tranquilo y dijo: “Dimito, a ver si tú logras que salga”. Yo me agaché y antes de decir nada el niño salió. Yo creo que diría: “Ha dimitido uno, como no salga estoy arreglado”. La conclusión es que es importante decir: “no estoy en condiciones hoy, necesito un respiro, necesito calmarme”. Pero recalco hoy, ahora, en este momento, no puedo no estar en condiciones nunca. O también delegar en la pareja u otra persona cosas que creemos que se le dan mejor a ella. Pero no dimitir.
Hablamos también de los abuelos, cuya función “no es decir a los hijos cómo tienen que educar a los nietos ni inmiscuirse. La función de los abuelos es amar, apoyar, disfrutar del hecho que la vida siga adelante a través de los nietos”. Por eso a los abuelos les dice que “respeten el estilo y la libertad de sus hijos en la educación de sus nietos y a los padres siempre les digo que tengan exigencia cero y gratitud máxima hacia sus propios padres, los abuelos”. Y Eva nos cita a María Jesús Comellas, que dice que el amor con arrugas calienta el corazón y enriquece la vida. “A mí me gusta decir: “Sonríe a tus padres y te sonreirán tus hijos””, recalca Eva.
Eva abordó “uno de los temas más preocupantes de hoy en día”, la sobreprotección. Eva cree que eso también es “salirnos del lugar de padres”. Nuestra función es proteger, que “significa ofrecer a nuestros hijos orientación, ayuda, apoyo, recursos, para que aprendan a resolver sus problemas por sí mismos”. Y esto es muy diferente de sobreproteger, que supone “que les resolvamos nosotros todos los problemas, hacer nosotros lo que les corresponde hacer y evitarles cualquier tropiezo, dificultad natural e inherente a la vida y al crecimiento”. En todo caso, estos padres que sobreprotegen están “fuera de lugar, se sitúan por delante de los hijos e impiden su paso hacia la vida”. Y este tipo de padres tienen muchos nombres: “padres helicóptero, los padres drone, los padres quitanieves, los padres mayordomo, perchero o bocadillo”. En todo caso, generan dos tipos de hijos: “o bien frágiles, dependientes y con baja autoestima o bien hijos consentidos, incluso tiranos, que se creen que están en el mundo para ser servidos”. Para Eva “educar a los hijos es proteger y proteger es decir: tú puedes, yo te enseño, te apoyo, pero lo haces tú o la mochila, los deberes y el abrigo son tuyos”.
Para estar en el lugar de padres, “es crucial reorganizar nuestro mundo emocional. Debemos evitar proyectar todas nuestras emociones no resueltas de nuestro pasado en nuestros hijos”. Eva recomienda que nos preguntemos “quién educa a nuestros hijos: ¿mis anhelos pendientes? Porque entonces tenemos al padres que chillan en los campos empeñados en hacer de sus hijos un Messi cuando muchas veces ya se ve y el niño ya tiene claro que no llegará ni a tercera regional”. Deberíamos preguntarnos también ”si los educan los miedos y heridas de nuestro niño interior. O si los educa la rabia, la decepción, el enfado de mi adolescente interior frustrado”. En realidad, “a nuestros hijos debería educarlos el adulto maduro, competente emocionalmente y resiliente en quien nos hemos convertido, que ha sabido trascender las dificultades del pasado y las ha sabido aprovechar para crecer y humanizarse”. El adulto que es capaz de decir a sus hijos: “Qué bello y necesario es soñar y echar a andar tras un sueño” o “Qué bonito es enamorarse”. Porque si no llega nuestra hija con un ramo de flores de su primer amor y le decimos: “Al principio todo es muy bonito, luego verás. Tu padre antes también me regalaba flores”, una anécdota que provocó risas del púbico. “Para no tener que decir estas cosas, tenemos que estar enamorados de la vida, del amor, de la belleza, de la adolescencia, de la infancia, de ser adultos, de los abuelos, de ser padres, de la educación…”.
Otro desorden en la familia “es apoyarnos en los hijos en lugar de en nosotros mismos o en otros adultos. Hay padres que utilizan a los hijos como soporte emocional”, como confidentes, bastó o abogados. Todo esto genera en los hijos “sobrepeso emocional, como dice Eugenia Jiménez Gallego. Para evitar esto, digamos a nuestros hijos: “Yo me hago cargo”, “Yo lo resolveré”…
Eva nos habla también de desórdenes de hermanos, como “cuando un hermano ejerce de padre o madre de los pequeños o los hermanos están muy disconformes con su sitio, por ejemplo el mayor no quiere ser el mayor…”. Es bueno que les hagamos ver las ventajas que tiene cada lugar. Y tenemos que asegurar a nuestros hijos que tienen un lugar especial en nuestro corazón como primer hijo, segundo…
Para terminar, Eva nos dio su “consigna estrella. Ocuparnos de nuestra propia felicidad y bienestar. A veces lo supeditamos todo a los hijos, los ponemos en un pedestal, pero hay que tener otras expectativas, otras motivaciones. Joan Garriga dice que los hijos son felices cuando son importantes, pero no demasiado importantes”. Eva nos habló de frases “fuera de lugar” como “Hijo, eres mi vida”, “No sé qué haría sin ti”, “Eres mi única ilusión”… Estas frases, nos advirtió, “también son sobrepeso emocional”. Frente a ellas, para tener una relación más sana, Eva nos recomienda que digamos a nuestros hijos: “Me importas tú y tu felicidad y también me importa mi propia vida y mi felicidad”. Y nos recuerda que “cuando los padres estamos bien, los hijos están bien. Por eso tenemos que cuidar nuestro propio mundo afectivo, emocional, personal, y nutrirlo”