¿Qué hace una psicóloga experta en ventas en un evento sobre educación? Hacernos reír y divertirnos mientras reflexionamos sobre la importancia de la inteligencia emocional, la actitud ante la vida, la manera de comunicarnos de manera efectiva con nuestros hijos y cómo han cambiado los tiempos. “No hay que cambiar a nuestros hijos por sus conductas, sino por la interpretación que están haciendo de esa situación” y para eso, “la mejor manera de comunicarnos es empatizar, intentar ver el mundo del otro”.
Quiso la casualidad que Mónica Mendoza fuera vestida igual que Lucía Galán, la presentadora del evento, así que Mónica comenzó su intervención confesando que “tener la autoestima alta y buena es ver que la presentadora lleve la misma ropa que tú, sea más alta, más delgada y no te afecte”.
Comunicando con tus hijos cuando los tiempos han cambiado
Y para comprobarlo, solo hace falta ir al super: “¿Cuántas marcas de yogures había en España hace treinta años? A duras penas había cuatro. Ahora hay bios, desnatados, con bífidus, sin bífidus… ¿Alguna vez habéis ido al supermercado a buscar champú para pelos normales? Es como buscar novio después de los 40. No hay ninguno normal, os lo puedo asegurar”, señala Mónica, provocando las carcajadas.
También se ve el cambio en un aula de la Universidad: “Mis alumnos toman notas con el ordenador. Y como hay wifi tienen abierto el Twitter, el WhatsApp, el Tinder. ¿Cómo conseguir que te presten atención estos alumnos que están con mogollón de cosas a la vez? De vez en cuando les lanzo alguna expresión clave, como “esto entra en el examen””, nos dice entre risas. Pero también es cierto que “si lo dices muy seguido ya no tiene efecto. Es como el caramelo al niño: si siempre que hace algo le das un caramelo, ya no hace de refuerzo”.
Y es que “los papás intentamos aplicar unos esquemas que a nosotros nos sirvieron de pequeños. Ahora la sociedad ha cambiado en los últimos treinta años mucho más que en los anteriores cien. También le pasaba a mi padre, cuando yo le decía que tenía un problema aplicaba esquemas que le habían funcionado en el pasado. Y me miraba y me decía, a ver si os suena: “Un pico y una pala te voy a dar a ti””, nos dice provocando las risas. El cambio vertiginoso de los tiempos se ve en que “hay profesiones que desaparecen y otras que aún no existen y serán el futuro”.
La importancia de la empatía comunicando con tus hijos
Nos cuenta Mónica entre risas que “nuestros hijos no han aprendido la respuesta empática, que es lo que hace que sonrías cuando hace una broma aunque no te hace gracia”. Y confiesa que “por eso, cuando le dije con tres años a mi hijo: “Nicolás, te quiero” y yo estaba esperando que me dijera que él también, me dijo: “¿La Peppa Pig duerme con las botas?”.
La empatía nos ayuda a tender puentes y los juicios los derriban. Por eso nos dice Mónica que “si juzgamos a nuestros hijos, si decimos: “Nos hemos enterado de que Ana fuma. A ti ni se te ocurra”, cortamos la comunicación. Si decimos: “Nos hemos enterado de que Ana fuma. ¿A ti qué te parece, Marc, lo has pensado en alguna ocasión? Si te preocupa algo nos lo puedes contar”, tenderemos puentes”.
El cálculo coste-beneficio comunicando con tus hijos
Mónica nos habló de un concepto muy relacionado con las ventas: “Nadie hará nada si los beneficios percibidos no son superiores a los costes de lo que le estamos vendiendo. Para venderle una idea a nuestros hijos, los beneficios tienen que ser superiores a los costes”.
Este mismo cálculo se puede aplicar a todo en la vida, como a la asistencia a un evento sobre educación: “Si esta mañana estáis aquí es porque los beneficios de venir son superiores al costes económicos y psicológicos de venir”. Y también a hacer (o no hacer) dieta, nos confiesa Mónica: “A mí me gusta comer y disfruto con todo lo que engorda. Quiero hacer dieta pero no puedo. ¿Por qué? Porque los beneficios percibidos de hacer dieta son inferiores al esfuerzo psicológico de en un bar pedirme una ensalada y no codillo con patatas. Viajo mucho, llego agotada al hotel, con un niño que no me duerme bien ¿y me voy a pedir una ensalada?”, nos dice provocando las risas.
Por lo tanto, una idea clave que aplicar en la educación es que “con los niños tenemos que conseguir que el beneficio percibido por hacer lo que tú deseas sea superior al esfuerzo que le supone”.
La importancia de nuestra interpretación
Mostrándonos imágenes que pueden ser percibidas de diferente manera, Mónica insiste en que “actuamos según lo que vemos. No hay que cambiar a nuestros hijos por sus conductas, sino por la interpretación que están haciendo de esa situación”.
Y es que ante una misma situación caben interpretaciones muy diferentes: “Si vamos en un avión, hay turbulencias y las azafatas y azafatos se están santiguando, ¿qué pasaría? Te daría un infarto, pensarías que te vas a matar. Pero si ante las mismas turbulencias, miras a los azafatos y azafatas y están tranquilas, la interpretación de la situación cambia, pensamos que debe de ser normal”.
Nos cuenta Mónica que estuvo “dando terapia en la cárcel a asesinos. Me dijeron cuando entré que me había tocado el grupo de larga condena, habían cometido homicidio y asesinato. Me dejan en una sala con quince asesinos y un chivato colgado del cuello y me dijeron que si alguien me hacía algo en ocho minutos y medio vendría alguien”, nos dice riendo. Y subraya que “aunque todos tenían la misma realidad objetiva, 30 años de condena con ausencia de libertad física, nadie les quitaba la libertad de elegir cómo querían vivir esa situación”. Y es que “la libertad de elegir cómo quiero vivir algo no te la puede quitar nadie ni estando en la cárcel”. Y esa interpretación tiene una importancia vital, incluso desde el punto de vista literal, porque “el colectivo de presos que tenía más intentos de suicidio era el que interpretaba la situación como más hostil y agresiva que el resto”.
Por eso es importante, dice Mónica, saber cómo interpretan la realidad nuestros hijos. Y mostrando la imagen de una jarra en la cual se ve o bien una escena erótica o bien unos delfines nos señala: “Si se lo enseñáis a vuestros hijos no verán la pareja porque no tienen ese esquema mental formado aún y van a ver nueve delfines”. En la vida real, lo que sucde es que tú estás hablando con ellos viendo la situación desde tu punto de vista, por ejemplo “la habitación desordenada, que es la pareja, y el otro está viendo que la habitación está de puta madre”. Por eso, “la mejor manera de comunicarnos es empatizar, intentar ver el mundo del otro, intentar ver los delfines”.
La importancia de la inteligencia emocional para la felicidad y en la comunicación con tus hijos
“En la vida gana el que ha sido más minutos feliz. ¿Eso lo da el coeficiente intelectual? No, eso lo da la inteligencia emocional: el autoconocimiento es clave”, reflexiona Mónica, que lamenta que en ninguna carrera universitaria “nos han enseñado a conocernos”. Para Mónica el autoconocimiento tiene que ver con esta frase que le encanta: “El listo es aquel capaz de salir ágilmente de los problemas en los que un inteligente nunca se hubiera metido. Dices que has salido de una relación tóxica, arruinada, hecha polvo, pero has salido. Y siempre está la amiga que te dice: “¿Pero no lo veías venir? Yo no me habría metido”. Pensamos que somos muy listos, pero tendríamos que ser más inteligentes y menos listos”, resume.
En lo que se refiere a la inteligencia emocional y a la actitud ante la vida, en las empresas se han identificado varios grupos: el 18% son motivaitors. “Así hay padres que les dicen: tu niño ha suspendido ocho. Y contestan: Bueno, pero ha aprobado dos”, nos dice Mónica riendo. El 60% son vegetaitors. apunta: “Estoy cansado, deja que el niño haga lo que quiera”. El 22% son amargueitors: “Esto es una mierda, el niño va a salir como tú, Manolo”. Mónica sabe que en las empresas, “si echamos a los amargueitors un porcentaje de los vegetaitors pasa a ocupar ese espacio”.
La inteligencia emocional en la educación tiene que ver con la coherencia. Y para entenderlo, Mónica nos pone con los ojos tapados a señalar el Norte geográfico. Cada persona del público señala a un lugar diferente. “¿Sabéis lo que significa esto? Que el niño va desorientado porque el padre le dice no comas chocolatinas, el abuelo se los da, los padres decimos que estudien y luego leen en la prensa que la mayoría de la gente que está en paro tiene una carrera, porque le decimos que tiene que esforzarse y luego recibe mensajes de Carpe diem. Cuando cada uno señala para un Norte geográfico el niño tiene una desorientación tal que no sabe para dónde ir”, concluye entre risas.
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