Hoy, día 26 de abril se celebra el Día del Niño y de la Niña, una fecha en la que se pone a la infancia en el centro, en la que se reivindica sus necesidades, sus derechos y se repiensa las oportunidades que existen en la sociedad para que los niños y niñas puedan tener igualdad de condiciones que los adultos.
Un día en el que debemos replantearnos si queremos que nuestros hijos e hijas crezcan en una sociedad adultocéntrica, en la que las opiniones y actitudes de los adultos son consideradas superiores a las del resto de generaciones más pequeñas, sobre todo la de los niños y niñas. La cultura ha ido amoldando la figura del adulto como el que ordena y manda a las generaciones más pequeñas, a la par que ha ido moldeando la figura de niños y adolescentes como aquellos cuyas opiniones no son tan válidas como la de la gente más mayor. Así, desde pequeños vamos aprendiendo que las opiniones de niños y adolescentes no cuentan tanto como la de los adultos, y que nuestras ideas, nuestro pensamiento y conocimiento solo es válido cuando dejamos de ser niños.
Por eso, este 26 de abril es tan importante que como sociedad nos paremos a reflexionar qué papel dejamos que tengan los niños y niñas en esta sociedad. Maite Francés, de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes, nos cuenta por qué es tan importante celebrar el Día del Niño: “Lo concebimos como un día en el que nos pongamos a su altura y bajemos nuestra mirada de adulto a sus ojos de niños para escucharles, para comprenderles, para conocer sus verdaderas necesidades, que al final se reducen a ser tenidos en cuenta”.
Un mundo ni hecho ni pensado para los niños
Adultos que se quejan de que haya niños en restaurantes, propietarios de comercios que miran mal cada vez que una familia no sabe cómo calmar una rabieta de su hijo… Estas son situaciones del día a día a las que se enfrentan las familias y tienen un nombre para denominarlas: niñofobia. El rechazo hacia los niños y niñas, hacia sus conductas y sus emociones genera una sociedad hecha solo para adultos y excluyente de los niños.
Esta niñofobia y esta sociedad adultocéntrica también se ha visto reflejada con la evolución y la desescalada de la pandemia: los adultos somos los que más beneficios hemos tenido, al principio con la ampliación de las terrazas de los bares, después al poder quitarnos la mascarilla en diferentes contextos, frente a los niños, que tenían los parques cerrados en el comienzo de la pandemia y han tenido que esperar hasta el final para poder quitarse las mascarillas en las escuelas. “Mientras que los adultos disfrutábamos de espacios sin las mascarillas, los niños tenían que llevarlas durante toda la jornada escolar, incluso en los entrenamientos deportivos. Realmente no tenía sentido que incluso después de demostrarse que no eran grandes contagiadores se les siguiera exigiendo una exceso de celo que no fue aplicable en la población adulta y que tampoco se revisaran los protocolos en los colegios como se hizo en otros colectivos”, explica Francés. El mundo, incluso en situaciones de salud pública, lo amoldamos para que cubra las necesidades y satisfaga los deseos de los adultos, pero nunca tenemos en cuenta a los niños y niñas.
Escuchar las opiniones de los niños y niñas
Según datos de 2018 del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, un 76,4% de los niños, niñas y adolescentes de edades comprendidas entre los 11 y 18 años se sienten escuchados por sus familias. Lo que significa que casi un 24% de ellos siente que no le escuchan. El porcentaje se reduce hasta el 44,5% cuando nos fijamos en la cuestión de si estos chicos y chicas pueden contar sus problemas a su padres y madres.
En las familias y en la sociedad en general hay una lacra de escucha hacia nuestros hijos y hacia sus necesidades. Más que nosotros proporcionarles ya todo, debemos atender lo que necesitan, dejarles que nos cuenten y realizar una escucha activa. “No es cuestión de que, desde nuestra atalaya de adultos decidamos que es lo que necesitan los niños o qué es mejor para ellos, sino que les preguntemos realmente que es lo que necesitan”, destaca Francés. Es necesario que desde las familias, desde la sociedad y desde las instituciones se tenga en cuenta las necesidades que presentan los niños para crear sociedades menos adultocéntricas, ciudades en las que pueda haber armonía y no estén hechas solo para los adultos. Pero para ello, como señala Francés, estas sociedades no las debemos hacer los adultos para los niños y niñas, sino que les debemos preguntar y tenerles en cuenta para conocer cómo quieren que sea esta sociedad. “[Se debe] exigir a nivel político que se tomen medidas para que los niños puedan participar en decisiones que les conciernen a ellos. ¿Qué sentido tiene las políticas dirigidas a niños sean diseñadas sin preguntarles a ellos?, ¿dónde quedan los niños, el futuro de las sociedades, en el diseño de las ciudades?” .
Este Día del Niño hagamos un cambio: a partir de ahora tengamos siempre en cuenta lo que nos dicen nuestros hijos e hijas, escuchemos sus necesidades, apreciemos sus ideas, sus opiniones y dejémosles que ellos mismos vayan tomando sus propias decisiones y puedan participar en la vida pública.