Poco a poco vamos dando pasos, recorriendo ese camino que nos lleva a la “nueva normalidad”. Esta desescalada progresiva no solo debemos aplicarla al distanciamiento social, sino que también deberíamos aplicarla a algunas costumbres o hábitos que hemos adquirido durante el encierro, entre ellas, la reducción o flexibilización de las normas.
El uso de las pantallas por parte de los pequeños de la casa entre semana ha aumentado un 76% con respecto a antes del confinamiento. Esta flexibilización en el tiempo que permitimos que usen los dispositivos es solo un ejemplo de tantos que ponen de manifiesto que hemos sido más permisivos.
Vale, y ahora que es hora de volver a la normalidad, a las normas que había en casa antes del confinamiento, ¿cómo lo hacemos?
Pues debe ser algo muy parecido a cuando volvemos de las vacaciones de verano. Madres y padres somos conscientes de hemos abierto la mano en muchas cosas, ahora tendremos que ir reconduciendo hábitos. Las normas en casa deben, por el bien de todos, volver a estar claras y estar accesibles donde todas las puedan ver y repasar.
Poner normas desde la responsabilidad
Y ¿si aprovechamos esta “nueva normalidad” para poner normas desde otra perspectiva? No tanto desde la obediencia (los niños cumplen lo que los adultos les mandan) sino desde la responsabilidad (los niños van tomando partido de las normas que se ponen en casa).
La responsabilidad se aprende ejerciéndola, por tanto, parece lógico que la forma de fomentarla es dejando poco a poco a nuestros hijos ir tomando sus propias decisiones e ir asumiendo las consecuencias de estas.
Para conseguir este propósito contamos con un recurso: la Técnica del semáforo inteligente, desarrollada por el psicólogo Antonio Ortuño.
El semáforo tiene tres colores (como un semáforo normal): rojo, amarillo y verde. Se trata de que en casa haya normas de los tres colores.
Antonio lo explica con un ejemplo: “Imaginaos que llegáis a casa y vuestro hijo o hija os pide ver la televisión. Tenéis tres posibilidades de respuesta: Decir que no, negociar con ellos o decir que sí y hacer el traspaso de responsabilidades (la responsabilidad de la decisión la toman ellos)”.
- Decir que no sería el semáforo rojo. “Cuando tú dices que no es porque la responsabilidad es tuya, porque tu hijo no puede asumir la responsabilidad, y si asume la responsabilidad y toma una decisión, puede tener un riesgo, y tenéis que protegerle. Piensa muy bien a qué le dices que no. Aquí las normas las pones tú porque tu hijo no tiene la capacidad para tomar decisiones”,puntualiza Antonio.
- Negociar sería el semáforo amarillo. Explica Ortuño que “en el semáforo amarillo, los hijos pueden empezar a asumir responsabilidades acordes a su etapa evolutiva. Lo que se trata es de que ellos se sientan libres para decidir”. Aquí nuestros hijos ya deben participar, tienen que ver que son importantes, y nosotros tenemos que llegar a acuerdos con ellos”.
- Decir que sí y hacer el traspaso de responsabilidades, el semáforo verde. Aquí es cuando nuestros hijos ya no nos necesitan, son ellos los que tienen que tomar sus decisiones y tienen que poner sus propias normas. Sabrán hacerlo si les hemos enseñado a hacerlo, educando en la responsabilidad y no en la obediencia.
Antonio insiste en la importancia de equilibrar estos tres colores para el buen desarrollo de nuestros hijos: “Si tiene 4 años, tiene que haber más de semáforo rojo. Y si tiene 17 tiene que haber mucho más de semáforo verde. Todo empieza en el rojo, pero la educación consiste en ir traspasando la responsabilidad, poco a poco, con más inteligencia”.