Si tu hijo/a tiene problemas para leer y escribir, presionarle no es la solución

Como madre o padre puede que te hayas tenido que enfrentar a que desde el centro te comuniquen que tu hija o hijo todavía tiene dificultades para leer y escribir cuando a esa edad no es lo esperado. Es fácil que aparezcan miedos y preocupaciones por sentir que tu hijo va más atrasado que el resto de sus compañeros. Además, si el centro pone el foco en este tipo de adquisiciones, probablemente te preocuparás el doble.

En primer lugar, cada niño tiene un ritmo de aprendizaje y adquisición. Esto implica que aprender un una palabra antes o después no va a repercutir directamente en si tu hijo o hija es más inteligente o no.

Respetar los ritmos de cada niño/a

Respetar a cada niño implica, en primer lugar, aceptar que quizá va a tardar un poco más en adquirir un aprendizaje y, en segundo lugar, evitar presionarlo para que lo consiga.

La neurociencia ha demostrado que un cerebro que se siente acompañado y feliz tiende a aprender mejor. Nos sentimos bien cuando todo funciona bien. Cuando gritamos a un niño deja de pensar en el problema y se bloquea.

Para que el final del proceso sea la escritura es necesario que se haya trabajado, tanto desde casa como en la escuela, en primer lugar su motricidad para que sea capaz de presionar el lápiz y controle la postura de su cuerpo, la percepción que hace referencia a la forma y característica del trazo, es decir, la orientación y el tamaño y, por último, el factor representativo es decir, el significado que se le da a lo que dibuja o escribe.

Alrededor del quinto año, el niño/a ya está en condiciones de iniciarse en las actividades de preescritura. Eso implica que ya tiene madurez grafomotriz para hacer grecas, cenefas, utilizar colores más pequeños, hacer juegos en los que tenga que enroscar botellas, dibujar sobre grandes soportes, etc.

Esta es la parte más importante, los pasos previos para conseguir llegar a la meta que se desea: la escritura. Dejemos de presionar por que a la edad esperada no se consiga lo que esperamos de ellos.

Los niños aprenderán a leer y escribir, de verdad que lo harán. ¿Pero es necesario que lo hagan cuando no están preparados?

Lo mismo ocurre con la lectura, ya que van estrechamente de la mano. Durante la etapa de infantil se debe dar visibilidad al trabajo que se realiza aprendiendo los fonemas, a identificar letras, sonidos, palabras, a darle un sentido. No presionemos por repetir una y otra vez la lectura de una frase que hasta para los adultos sea aburrida: “Pablo tiene un perro negro”.

Dejemos que vuele su imaginación, partamos de sus intereses. Nuestros hijos terminarán sabiendo escribir y leer sus nombres, pero muchos de ellos al no conseguirlo se sienten frustrados y manifiestan rechazo ante el momento de la lectura y escritura. ¿Por qué no probar algo distinto?

Si, por ejemplo, tu hija se sabe de memoria el nombre de todos los protagonistas de su serie preferida, ¿por qué no empezar a escribir y leer sus nombres? Probablemente se muestre mucho más abierta a ese aprendizaje que ante el hecho de hacerlo con su nombre.

La clave: darles las herramientas para aprender

Démosles las herramientas previas para que puedan conseguir lo más importante: comprensión y gusto por la lectura y escritura. Que lean libros que para los adultos no tengan mucho sentido, pero que para ellos sea fascinante, que empiecen a encontrar el significado de palabras, que lo utilicen en su vocabulario, que encuentren el propósito de que la lectura les abrirá puertas y les ayudará a comprender, que aprendan a identificar las letras (primero en mayúscula y luego en minúscula), que trabajen las cenefas, la orientación espacial…

En definitiva, darles el soporte suficiente para que  puedan enfrentarse a la lectura y escritura con todas las herramientas que se necesitan.

Dejemos que los niños aprendan poco a poco, entendiendo que la lectura y escritura es una parte fundamental del proceso de aprendizaje de nuestros hijos, pero sin olvidar la importancia de los pasos previos y los cimientos que permiten conseguirlo con éxito. Quitémonos la presión que hemos impuesto por el hecho de no hacerlo cuando se supone que se debe hacer.

¿Por qué seguir presionando, gritando y etiquetando negativamente cuando sabemos que no funciona? En nuestra mano está conseguir respetar a nuestros hijos, su proceso de aprendizaje y su desarrollo cognitivo.

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Silvia Sánchez Ovejero

Como educadora infantil y pedagoga pasé toda mi infancia jugando a ser maestra, me fascinaba la idea de ser un referente para alguien y preparar mis clases. Años después, ese rol pasó a ser realidad. Desde ese momento sentí la necesidad de compartir con el mundo todas mis ideas, porque la educación, si no se comparte, no llegará a ser transformadora. Ser maestra implica ser todas las versiones que necesitan cada uno de tus alumnos para hacerles ver quiénes son y quiénes podrán llegar a ser.

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