La empatía es la capacidad de comprender, percibir y legitimar los sentimientos o pensamientos ajenos, reconociendo a la otra persona como un igual. Es una habilidad que cabe desarrollar en tanto que vivimos en una sociedad y, para el buen funcionamiento de la convivencia social, resulta imprescindible aprender a ponerse en el lugar del otro.
El psicólogo estadounidense Marshall Rosenberg pronunció una frase que resume muy bien el significado de este concepto:
¿Eres empático a la hora de educar a tus hijos?
La empatía cobra aún más importancia, si cabe, cuando hablamos de la educación que damos a nuestros hijos e hijas. Para empezar, si no les educamos desde la empatía, no les estamos dando un buen ejemplo, por lo que es más probable que les cueste trabajo poder comprender y ponerse en los zapatos de los demás en un futuro.
Pero también se derivan más problemas de la falta de empatía en la educación de nuestros hijos e hijas, como que no se sientan escuchados o valorados, que asimilen que es mejor reprimir sus sentimientos en lugar de aprender a expresarlos de una manera respetuosa o que no forjen una autoestima fuerte y sana.
Y no es de extrañar. Begoña Ibarrola, psicóloga y escritora de cuentos infantiles, apuntaba en uno de nuestros eventos que “si las emociones se reprimen, nos hacen daño a nosotros; y si se expresan de mala manera, hacen daño a los demás”. Pero, si cuando nuestros hijos tienen un problema o expresan malestar y nosotros le restamos importancia, no somos capaces de ponernos en su piel, les estamos mandando el mensaje de que hubiera sido mejor reprimir esa emoción porque “no es para tanto” o “son cosas de niños”.
“Si las emociones se reprimen, nos hacen daño a nosotros; y si se expresan de mala manera, hacen daño a los demás”.
Begoña Ibarrola
Empatía no significa sobreprotección
Estar ahí para escucharles, apoyarles y comprenderles cuando tienen un problema no significa acudir rápidamente en su busca para evitarles o salvarles de cualquier mínimo contratiempo. Ni quitar importancia a sus preocupaciones, ni protegerles en exceso: la empatía requiere saber encontrar el equilibrio entre estos dos extremos.
Además de desterrar la sobreprotección de la educación de nuestros hijos, también es importante, como nos contaba en un artículo María Ángeles Jové, experta en coaching, “no dramatizar los problemas, pero tampoco distraerles de esa emoción porque estamos incómodos con ella”.
Educar desde la empatía significa enfrentarnos a la emoción que está sintiendo nuestro hijo o nuestra hija, legitimarla, pararnos a escuchar lo que tenga que decir o simplemente darle cierto espacio para que se tranquilice, si es eso lo que necesita.
En definitiva: ser empático conlleva captar el estado anímico de la otra persona (en este caso, nuestro hijo), tomar perspectiva, ponernos en la piel de la otra persona, contemplar otros puntos de vista… Y actuar teniendo en cuenta todo eso.
Exceso de empatía
Al igual que es necesario preocuparnos por nuestros hijos sin caer en la sobreprotección, también es necesario educar desde la empatía sin caer en lo que María Ángeles Jové califica como “sobreempatía”.
Como apunta la experta, “empatizar es irse a los zapatos del otro, pero para volver a los nuestros y recuperar nuestro foco. Se trata de entenderlo, pero no de quedarse ahí, porque si nos quedamos en los zapatos del otro perdemos nuestros recursos y no le podemos ayudar”.
Además, como hemos dicho, educar con empatía y dar ejemplo es clave para que nuestros hijos e hijas aprendan a ser empáticos. Y, si no aprenden a serlo dentro del equilibrio, puede que caigan en la excesiva preocupación por los problemas de las personas que les rodean y acaben sintiendo como suyos propios estos problemas.
La importancia de la educación emocional
Para poder educar desde la empatía es fundamental saber reconocer cuáles son las emociones, entender que todas son legítimas y que todas ellas tienen algo que aportarnos. Por esta razón, la educación emocional cobra tanta importancia.
Porque si sabemos reconocer las emociones, si les ponemos nombre y enseñamos a nuestros hijos a hacerlo, partimos de una base previamente formada que nos permitirá reconocer las emociones, tanto en nosotros mismos como en otras personas. Y desde ahí se podrá empezar a construir y entrenar la capacidad de ser empáticos.
Claves para educar en la empatía:
En definitiva, las claves que tenemos que tener en cuenta para educar a nuestros hijos e hijas en la empatía son:
- Ser ejemplo. Como siempre recordamos, nuestros hijos aprenden más de lo que ven que hacemos nosotros que de lo que les decimos que hay que hacer.
- Ser empáticos con ellos. Esto es IMPRESCINDIBLE. No aprenderán lo que implica ser empático si no sienten en su propia piel lo que es sentirse escuchado, apoyado y comprendido cuando así necesitan que sea. Experimentar el confort que supone en uno mismo que alguien empatice con sus emociones les hará más proclives a actuar de la misma manera con las personas que les rodean.
- No confundir empatía con sobreprotección. Podemos entender que prefieran jugar durante horas a hacer los deberes, y así se lo deberíamos hacer saber, pero comprenderles no significa permitirles que se pongan a jugar sin haber acabado sus tareas. ¡Y mucho menos hacérselas nosotros!
- Empatizar es tomar conciencia y entender la perspectiva del otro, ¡pero es necesario volver a nuestro lugar y recuperar nuestra propia perspectiva! Educar desde la empatía es necesario, pero sin caer en el exceso.
- No olvidemos que, si la empatía es el objetivo, la educación y la gestión emocional debe ser el camino.
“El regalo más preciado que podemos dar a otros es nuestra presencia. Cuando nuestra atención plena abraza a los que amamos, florecen como flores”.
Thich Nhat Hanh