“¡Si no haces esto, te quedas castigado sin piscina!”
“¡Te he dicho que busques tú solo el pantalón!”
“¡Ven ya! ¡Vienes a la de una, a la de dos!”
“Si te comes el puré, mañana te dejo ver la tele más tiempo”
Si hacemos un recuento al final del día de las frases que decimos a nuestros hijos, nos damos cuenta de que muchas veces nuestra comunicación se basa en dar órdenes. El origen de la palabra obedecer proviene del latín y significa saber escuchar. Sin embargo, les enseñamos a nuestros hijos esta palabra como una imposición, algo que se hace bajo amenaza, que si no lo cumplen, se les va a castigar.
Las órdenes y los límites son necesarios para que nuestros hijos tengan un buen desarrollo y para que vayan adquiriendo responsabilidades y autonomía. Pero estas reglas siempre han de estar rodeadas de amor, cariño y de un vínculo afectivo entre nosotros y ellos.
Sin esta conexión, nuestros hijos verán las órdenes como normas con las que rebelarse y enfrentarse a nosotros. Entonces, ¿cómo hacemos para que nuestros hijos obedezcan ? Amaya de Miguel nos da las claves y todas se relacionan con un elemento: el amor.
¿Cómo NO debemos actuar con nuestros hijos para que obedezcan?
- Gritos: Gritar no va a hacer que nuestros hijos obedezcan más. Cuanta más agresividad usemos y más alto queramos gritar, más corazas crearán y menos caso nos harán. Si nos encontramos en una situación de irascibilidad con nuestros hijos porque no nos han obedecido, en cuanto sintamos que queremos gritar, nos retiramos hasta que nos calmemos para poder luego hablarles sin chillar.
- Chantajes y premios: “Las casas en donde más se grita, donde más se castiga, más se premia, más se chantajea y más se amenaza, son las casas en donde se obedece menos”, dice Amaya de Miguel. Debemos decir la orden que queremos que haga nuestro hijo, pero sin agresividad, sin chantajes y sin premios. No se trata de que vean el premio del chantaje como algo a lo que se debe aspirar, porque llegará un momento en el que no habrá compensación y no querrán acatar la orden. Si les premiamos diciendo por ejemplo, “si te comes la verdura, te dejo jugar al ordenador”, cuando no haya recompensa del ordenador, no se querrán comer la verdura.
- La humillación y el castigo tampoco son la solución: Cuando les decimos “¡Pareces tonto! ¿Por qué no has hecho lo que te he ordenado?” les estamos humillando y haciéndoles sentir mal. Al castigarles con ir a su cuarto y no comunicarnos con ellos, lo único que conseguimos es reprimir sus emociones y que se cierren en banda.
¿Cómo actuar para que nos obedezcan?
Amaya de Miguel lo cuenta con dos palabras: AMOR VISIBLE. El amor visible se trata de elegir el camino del amor y no del enfado. Cuando nuestros hijos hacen algo mal o no cumplen lo prometido debemos retirar la agresividad, el grito, el chantaje, la amenaza y abrazar el amor. Un amor visible es aquel que se manifiesta de una forma real cuando las cosas van bien, pero sobre todo cuando van mal.
¿Cómo aplicamos este amor visible a la hora de que nos obedezcan? La cosa no funciona dándoles amor y ya nos van a obedecer. Sino que se trata de darles órdenes sin agresividad y con una comunicación basada en el amor visible:
- Presencia y comunicación cara a cara: Puede que sea algo obvio, pero gritar desde otra habitación para que nuestros hijos dejen de jugar no es la mejor manera de que nos obedezcan. Debemos hacer acto de presencia: ir a sus cuartos, mirarles a los ojos y avisarles de que en un rato van a tener que dejar de jugar.
- Respeto profundo para ganarnos la confianza: Como nos dice Amaya de Miguel, mediante las órdenes se va a conseguir que nuestros hijos obtengan una mayor autonomía, seguridad y autoestima. “El respeto profundo es una de las formas de manifestar el amor”. Este respeto significa valorarles, no despreciarles y acompañarles en su vida. Nosotros, como líderes suyos, debemos ayudarles a coger el camino correcto. Deben confiar en nosotros para que quieran obedecer.
- Dar el tiempo que necesiten. Creemos que porque varias veces no nos obedezcan o no cumplan una orden, nunca lo van a hacer. Hay cosas que le cuestan más a los niños (y también a los adultos). Amaya nos cuenta que este tipo de “faltas leves” se han de relativizar, no hay que cargar nuestro cansancio y nuestro enfado en ellos por el simple hecho de no querer lavarse los dientes.
- Obedecer jugando: Podemos inventarnos juegos (tanto para niños como para adolescentes), parodiarnos o cantar para que se den cuenta de que hay que cumplir esa orden. Amaya de Miguel nos pone un ejemplo: si queremos que nuestros hijos recojan los zapatos del suelo, podemos contarles que hay una bomba nuclear en medio del pasillo y que debemos ir juntos a recogerlos o si no se destrozarán y les tendremos que dar cincuenta besos.
- Crear vínculo: Sin vínculo, no hay confianza. Y sin confianza no se cumplen las órdenes. ¿Cómo podemos crear un vínculo con nuestros hijos? Podemos compartir con ellos una conexión física: a través de besos, abrazos; una conexión intelectual: podemos charlar con ellos, no recurrir a las preguntas tipo “¿qué tal en el cole?”, sino hacer una escucha activa de los temas que a ellos les interesan; y una conexión en el ocio: podemos hacer manualidades con ellos, cocinar, hacer ejercicio…
¿Qué hago si tengo…?
- Hijos difíciles y retadores: Muchas veces creemos que cuando nuestros hijos tienen conductas retadoras, quien debe cambiar son ellos y no nosotros. Amaya de Miguel nos cuenta que siempre vemos el mal en ellos, pero no nos cuestionamos nuestra actitud. Por eso, debemos dejar de observarles con rasgos de desobedientes o retadores y ver realmente sus necesidades. “El cambio es tuyo, no es del niño. En el momento en el que tú respondes a la necesidad que tenga el niño, él va a cambiar también su actitud”. Es por eso que con hijos retadores el amor visible se ha de entregar por triplicado.
- Adolescentes que no obedecen: Podemos aprovechar los ratos en los que sabemos que deben salir de su cuarto para llamar su atención. Por ejemplo, podemos ponernos una serie que sabemos que les gusta y que vean que nosotros la estamos viendo; podemos hacer una comida que les guste mucho, o podemos conversar (y si ellos se quieren unir mejor) sobre un acontecimiento o un tema sobre el que estén interesado. Ganándonos su confianza, irán acatando poco a poco las órdenes.
Si quieres ver la entrevista completa a Amaya de Miguel, puedes hacerlo aquí: