Queremos que nuestros hijos estén bien preparados para el futuro. Quizá tememos el futuro que vivirán nuestros hijos y nos lo imaginamos como un mundo muy competitivo, en el que las máquinas habrán vencido a los seres humanos… Quizá esta obsesión por prepararlos bien para este mundo futuro está poniendo demasiada presión sobre nuestros hombros y sobre los de nuestros hijos.
Como padres de un mundo muy competitivo, estamos en búsqueda constante para dar a nuestros hijos una ventaja comparativa. Queremos equipar a nuestros hijos con todas las habilidades posibles para alcanzar el éxito en el siglo XXI. Pero esta misión está haciendo más daño del que imaginamos.
Nuestros hijos están creciendo bajo presión. La ansiedad ha sustituido el entusiasmo, el desinterés ensombrece la curiosidad y la competición está ganando a la alegría de aprender. Y todo esto está disminuyendo lentamente las capacidades de nuestros hijos de ser tolerantes y humanos. Y ahora, con la inminente marcha de las máquinas, corremos contrarreloj para asegurar que nuestros hijos crecen como pensadores inteligentes, independientes y creativos. Buscamos frenéticamente una fórmula mágica que nos permita coexistir con robots y máquinas, pero la respuesta ha estado siempre delante de nuestras narices: ser humano. Y estamos fracasando miserablemente a la hora de inculcar esta cualidad a nuestros hijos.
En nuestros tiempos, las buenas notas y un buen título de postgrado aseguraban una buena carrera y una buena vida. Pero el mundo de hoy necesita un nuevo tipo de alfabetización: la alfabetización emocional. La inteligencia emocional y las habilidades sociales son la llave para crecer bien en el siglo XXI.
Los empleadores buscan personas creativas, colaborativas y flexibles con fuertes habilidades comunicativas y cognitivas. Pero eso no es todo. También quieren personas con sólidas habilidades emocionales que puedan entender lo que los sentimientos de los clientes y puedan forjar una relación duradera con ellos.
Muchas veces me preguntan si es realmente posible enseñar valores como compasión y empatía, especialmente a unas personas tan ensimismadas como la “generación selfie”. Por supuesto, la empatía es un concepto complejo que pocas veces vemos aplicado en las escuelas. Pero es posible inculcar valores como empatía y benevolencia.
Según el psicólogo Michele Borba, “la empatía es una cualidad que puede enseñarse -de hecho, deben enseñarla padres, educadores y aquellos que formen parte de la comunidad del niño. Y es más, es un talento que los niños pueden cultivar y mejorar, como montar en bicicleta o aprender una lengua extranjera”. Los educadores y los emprendedores sociales de todo el mundo que integran el aprendizaje emocional en sus respectivos ecosistemas dan fe de los beneficios en el compromiso en clase y en los resultados del aprendizaje.
Las escuelas de hoy son cada vez más multiculturales y reúnen a estudiantes de diferentes contextos económicos, diferentes niveles de alfabetización social y emocional, y todo esto crea un ambiente positivo para el aprendizaje.
Mientras las escuelas de todo el mundo usan el movimiento y la expresión a través de la danza para enseñar habilidades socio-emocionales, programas como Raíces de Empatía o Cambio de Rumbo por los niños ayudan a forjar relaciones positivas.
Roots of Empathy (Raíces de Empatía) enseña a los niño a ser seres humanos más amables. Fundada en 1996 por la defensora de los derechos de los niños y experta en educación Mary Gordon, este programa de aprendizaje se basa en las relaciones entre un niño y sus padres para promover la empatía en los niños y la alfabetización emocional.
Turnaround for Children (Cambio de Rumbo por los Niños) cumple un importante papel al dar forma a las vidas de los niños, especialmente aquellos que son testigos de violencia o privaciones. Con este programa, los niños traumatizados tienen acceso a terapia y apoyo para ayudarles a forjar relaciones de confianza. Se provee a los profesores de un conjunto de prácticas que les ayudan a promover relaciones positivas entre adultos y niños.
Los investigadores y organizaciones están haciendo lo imposible para introducir el factor emocional en el aprendizaje diario. El programa Empatía a Escala de la Universidad de Standford recurre a la realidad virtual para poner a los estudiantes en la piel de otras personas. Este programa trata de promover empatía hacia personas con discapacidad, otros grupos de edad, otros colores de piel y diferentes contextos económicos.
Y esto es de lo que va ser humano. Así que mientras nos preparamos para la marcha de las máquinas, tenemos que armar a nuestros hijos hasta los dientes con las habilidades como confianza, tolerancia, compasión… Porque estas son las fructíferas competencias para el futuro que nos ayudarán a vencer a los robots, deficientes emocionales”.