Las rabietas son probablemente uno de los aspectos que más incomodan durante la crianza de tus hijos. Generalmente se producen durante los primeros años y se manifiestan a través de gritos, llanto o incluso agresiones físicas. La peor sensación de todas es el sentimiento de incapacidad por no ser capaz de resolverlo sin gritos o sin tanto desgaste emocional, por no hablar del hecho de que se produzcan en la calle.
Las rabietas son normales durante la infancia, es algo que desaparece poco a poco. Pero cuidado cuando se siguen reproduciendo en los siguientes años y con la misma intensidad, porque puede desembocar en mentiras, insultos, robo, agresiones, etc. Sin duda hay algo que no podemos perder de vista, cuando un niño tiene una rabieta no está intentando echarte ningún pulso, al contrario, es la forma que tiene de externalizar su rabia y frustración. No perdamos el foco, tu hijo no se pone a llorar en medio del supermercado porque quiera ponerte en ridículo, lo hace porque es su forma de decirte que no quiere aceptar tu “no” ante la chuchería que te pedía. Por mucho que quieran no saben hacerlo de otra forma, necesitan de la ayuda de los adultos para gestionar sus emociones.
¿Las rabietas son previsibles o imprevisibles? Reflexionemos. Párate a pensar en las rabietas que suele tener tu hijo, ¿de verdad no se originan por los mismos motivos? Existen tres situaciones en las que un niño puede tener una rabieta:
- Cuando tiene una necesidad básica y no la pueden satisfacer en ese momento. Un ejemplo sería el hambre.
- Cuando no entiende una situación.
- Cuando necesita descargar su tensión acumulada. Una situación puede servir de detonante para liberar su rabia, frustración o miedo por algo que ya ocurrió.
Para ser conscientes de las rabietas, sus conductas y cómo actúas ante ellas, puedes realizar un diario de observación durante varias semanas. Así es como proceder:
- Anota el motivo que inicia la rabieta
- Su comportamiento
- Cómo actúas tú
- Cómo lo recibe tu hijo
Hazlo en el momento y describe con mucho detalle lo que ocurre. Aquello que se escribe te hace ser consciente de cómo intervienes en cada caso. Para conseguir cambios en tus hijos debes ir poco a poco, es decir, elige el comportamiento que sea más importante para ti y dedícate el tiempo que sea necesario para corregirlo. Cuando ya lo hayas conseguido pasa al siguiente. Este método es válido para cualquier edad y cualquier conducta que manifieste tu hijo.
¿Qué más puedes hacer?
- Tú eres su guía emocional, la persona que a través del ejemplo le enseña cómo enfrentarse a las situaciones. Eso te lleva a tener una actitud calmada y serena a la situación. Si tú pierdes los papeles, ¿qué crees que está aprendiendo de ese momento?
- Entender la rabieta. Eso no implica ceder para que se calme (eso es algo realmente peligroso). Entender la rabieta significa no contagiarte de su rabia y enfado, ponerle nombre a lo que está diciendo y decirle amablemente y desde la comprensión que un “no” es un “no”.
- Lo mejor es acercarte, estar a su lado y esperar a que salga de esa vorágine emocional. Poco a poco se acercará a ti y se irá calmando, ahí es clave que tú te muestres receptivo, le abraces y le consueles. Espera a que esté sereno para explicarle lo que le ha pasado. Por ejemplo: “querías esos cereales, como te he dicho que no, te has enfadado. Ahora que estás más tranquilo podemos irnos fuera e irnos a jugar al parque”.
- También puede ser de utilidad abrazarle y confrontarle directamente cuando está con la rabieta. Di: “Está bien que te sientas enfadado, a todos nos sucede. Estoy aquí y te quiero”.
Está claro que no todos los niños son iguales, no hay niños buenos ni niños malos, solo niños más fáciles de llevar que otros. Como padres y madres, ambos, os debéis mantener firmes ante vuestras decisiones y normas establecidas con ellos. Si vuestros hijos ven que uno de vosotros cede o que decís sí, cuando siempre habéis dicho no, los límites se diluyen y las normas no quedan claras.
Somos su referencia, y a pesar de los sentimientos negativos que provocan en los adultos, el respeto y el amor incondicional deben ser las armas con las que luchar.