Normalmente, cuando hablamos de rabietas, lo hacemos de forma general, pero la realidad es que existen dos tipos de rabietas: las rabietas del cerebro inferior y las rabietas del cerebro superior.
Tal y como nos cuenta el psicólogo Rafa Guerrero en su libro ‘Menudas rabietas’, en función del tipo de rabieta que haya puesto en marcha nuestro hijo, actuaremos de un modo u otro.
Rabietas del cerebro inferior
Nuestros hijos vienen al mundo totalmente dependientes e incapaces de satisfacer la mayor parte de sus necesidades. Somos los adultos, en este caso sus padres, los encargados de verlas, atenderlas y cubrirlas.
En el caso de que un niño no tenga satisfecha una de sus necesidades, desencadenará una rabieta del cerebro inferior. “De esta forma, nos manda un mensaje de SOS para que le ayudemos”, nos dice Rafa.
El problema es que muchas veces los adultos malinterpretamos esas señales de nuestros hijos y pensamos que son unos caprichosos, pero lo cierto es que su rabieta ha aparecido porque alguna de sus necesidades (no caprichos ni deseos) no está siendo cubierta.
Conviene destacar, como cuenta Rafa Guerrero en su libro, que las necesidades no son solo las fisiológicas (comer, dormir, beber y estar limpio), “también lo son otras de carácter más emocional, tales como ser vistos, pasar tiempo de plena atención con sus padres, el cariño y el afecto, que alguien regule sus emociones (ellos aún no saben)…”.
Seguro que alguna vez, cuando tu bebé se ha puesto a llorar, has pensado: no entiendo que le pasa, si ha comido, ha dormido y tiene el pañal limpio. Pues bien, es que tu bebé no solo te necesita para que le cubras estas necesidades que has mencionado, tu bebé también necesita que le tengas en brazos, sentirte cerca, que juegues con él, que le protejas, que le mires…
Por tanto, como reitera Rafa: “detrás de una rabieta del cerebro inferior hay una necesidad no atendida satisfactoriamente por parte del adulto, por tanto, no hay caprichos ni deseos en este tipo de rabietas. Lo que estáis viendo en vuestro hijo es verídico”.
¿Cómo actuar ante una rabieta del cerebro inferior?
Dado que nos encontramos ante rabietas sinceras, en las que un niño está mostrando una necesidad no cubierta, que no un capricho ni un deseo, “nunca debemos ignorar al niño ni negar la satisfacción de la necesidad. Debemos atenderle siempre, sin excepción”.
En un momento de rabia, la parte racional del cerebro se desconecta, por tanto, no intentaremos que piense o razone, simplemente “le calmaremos, atenderemos esa necesidad oculta. Ya habrá tiempo después para hablar con él sobre lo sucedido”, recuerda Rafa.
Rabietas del cerebro superior
Al contrario de las rabietas del cerebro inferior, que se ponen en marcha ante una necesidad no satisfecha, las rabietas del cerebro superior “se ponen en marcha de una forma más consciente y deliberada por parte del niño. Lo que causa este tipo de rabietas es un capricho, un deseo o una comodidad”, asegura Rafa.
Dado que este tipo de rabietas conllevan cierto control e intencionalidad por parte del menor, solo son posibles cuando existe cierta madurez cerebral. Se producen a partir de los 3-4 años. Antes, es muy difícil.
En este caso, el niño “puede trazar un plan para conseguir algo. Esta puesta en escena (la rabieta) le sirve como palanca para alcanzar un objetivo de forma inmediata”.
¿Cómo actuar ante una rabieta del cerebro superior?
Ante este tipo de rabietas, sí debemos de poner límites, puesto que no atienden a necesidades, sino a deseos o caprichos, pero siempre teniendo en cuenta que es totalmente normal que nuestro hijo tenga rabietas y que necesita nuestra ayuda, porque él aún no es capaz de controlar sus emociones.
En este sentido, el psicólogo Alberto Soler siempre nos dice que “es tan normal que un niño tenga rabietas como que se haga pipí en el pañal cuando tiene 6-8 meses, como que no sepa a hablar cuando tiene 6-8 meses, puesto que la parte del cerebro encargada del control de impulsos aún no se ha desarrollado”.
El psicólogo recalca que “nunca debemos entender las rabietas como una lucha, como una guerra de poder entre los padres y el hijo, sino que lo tenemos que entender más bien como una relación de ayuda entre una persona pequeñita, que se está desarrollando, y sus padres, nosotros, que tenemos el cerebro desarrollado, somos dueños de nuestros impulsos y tenemos que ayudar. Es una relación de ayuda”.
El experto nos da unos pasos a seguir:
-
“Cuando estamos con el niño tirado en el suelo, con la cara roja, encendido, tenemos que bajarnos a su nivel, hablarle con calma y mirarle a los ojos”.
- “Transmitir afecto y contención emocional. Los niños son muy sentidos y se dan cuenta de cuando estamos enfadados y pueden dudar de que les sigamos queriendo. No está de más que de manera explícita les digamos cuánto les queremos. “Mira, cariño, te quiero mucho, pero esto no es posible”. Agachados, mirándole a los ojos, en un tono bajito”.
- “Evitar las grandes explicaciones. Repetir el mensaje tranquilamente, acompañándoles”.
- “Redirigir, apelar a su mente racional, pero no cuando esté tirado en el suelo del súper gritando”.
Otro de los puntos difíciles en la gestión de las rabietas y que nos hacen dudar es si en algún momento debemos ceder o no.
Alberto dice que se puede ceder, pero tenemos que tener en cuenta dos cosas: primero, que sentamos precedente y, segundo, ojo con el momento en el que cedemos. Aclara el experto que si nos pide el huevo de chocolate y nosotros no queremos dárselo, podemos ceder, pero antes de darle una respuesta negativa. “Lo que sí tenemos que evitar a toda costa es decirle: ‘No, no te pienso comprar el huevo de chocolate’. El niño estalla en una rabieta y después de cinco minutos de rabieta, para no escucharle más, cedemos y le compramos el huevo de chocolate”, explica Alberto. Eso sí que es un error porque aprende que la rabieta es un recurso válido para conseguir sus objetivos. Una vez iniciada la rabieta, lo mejor es no ceder.
Cuándo debemos preocuparnos a causa de las rabietas
Para terminar, Alberto hace una aclaración. Y es que las rabietas son normales, pero hay un momento en el que debemos preocuparnos:
- Si no disminuyen a partir de los 4 años.
- Si siguen siendo igual de frecuentes y de intensidad muy elevada.
- Si las rabietas van acompañadas de un pobre desarrollo a nivel verbal, cuando hay poco interés en las relaciones sociales, cuando hay poco contacto ocular con los padres…
- Que nos alerten por parte de la escuela.
- Si produce mucha alteración a nivel familiar.
Si alguna de estas o varias se producen, Alberto recomienda que se lo consultemos al pediatra.