Rafael Guerrero: “Mano de hierro con guante de seda es conectar emocionalmente y redirigir”

En su libro, se rodea de grandes expertos en la educación emocional como Begoña Ibarrola, Mar Romera y Álvaro Bilbao. Apuesta por conectar y redirigir.

Rafael Guerrero es psicólogo, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense, director de Darwin Psicólogos y experto en TDAH. Ha publicado recientemente Educación emocional y apegoen el que aborda las bases de una buena gestión emocional y para el que se ha rodeado de grandísimos expertos muy conocidos por Gestionando hijos como Mar Romera, Begoña Ibarrola, Álvaro Bilbao, Silvia Álava, Marisa Moya o Pepa Horno. Mantenemos una charla muy agradable e interesante con él.  Se muestra partidario, a la hora de educar, de aplicar “mano de hierro con guante de seda”, que implica primero “conectar emocionalmente y redirigir” después.

¿Cuál es el objetivo de este libro?

Rafael Guerrero

Acercar un conocimiento para mí tan imprescindible como es la gestión emocional y el vínculo del apego con un lenguaje lo más claro y sencillo posible a todo el público: este libro va dirigido a padres, profesores, profesionales. El objetivo es poner sobre la mesa una parte tan importante como es la gestión de las emociones y cómo desarrollar un correcto vínculo con nuestros hijos, alumnos y pacientes.

En tu libro dices que vivimos en una sociedad de izquierdas en cuanto al cerebro, con un predominio de la razón y que desprecia lo emocional. ¿No crees que esto se está de alguna manera revirtiendo estos últimos años?

Sí, sin lugar a dudas. Soy un poco provocativo, pero sería injusto decir que no hemos avanzado en la última década. Se están haciendo muchos esfuerzos por ir equiparando razón lógica frente a emociones, sentimientos y apego. Creo que se están haciendo muchos esfuerzos y ahí está ese último capítulo que está capitaneado por los que yo considero los grandes de la educación emocional en España. Se están consiguiendo logros en dar más importancia a la razón pero los cambios son poco a poco.

¿Qué cambios crees que puede suponer que ahora hablemos tanto de inteligencia emocional en la manera en que educamos a nuestros hijos?

Esto es la raíz de todo, el sustento a través del cual gira todo. Si conseguimos crear vínculos sanos con nuestros niños y les enseñamos a que ellos sean, en un futuro, capaces de regular sus propias emociones, vamos a conseguir muchas cosas. Si trabajamos bien, desde bien chiquititos, pero a lo largo de todo el ciclo vital, no solo metiendo una asignatura en tres años en Educación Infantil, y si vamos formando tanto a padres como a profesionales y profesores, estoy seguro de que los porcentajes de maltrato, abuso y negligencia (toda la problemática que vemos en los medios de comunicación) se van a reducir. La adicción a las drogas o a las nuevas tecnologías o la tolerancia a la frustración es una problemática de una mala gestión emocional.

¿Cuáles son las claves para un apego seguro?

Considero que los dos pilares más importantes de un apego seguro son:

  • La seguridad, la protección, la intimidad: que enseñemos a nuestros niños a acudir a nosotros cuando tengan una problemática, y para eso le tengo que ofrecer contextos de seguridad. Se trata de que nuestros niños se sientan seguros con nosotros: padres, profesores y profesionales. Seguro que podemos pensar: “Faltaría más”. Pero nos encontramos con que hay un porcentaje bastante importante de niños que no se sienten seguros y protegidos por su padre y por su madre. Comento últimamente que ha tenido que venir James Rhodes a España y ha tenido que reunirse con Pedro Sánchez para pedirle que protejamos a nuestros niños. Los últimos estudios nos dicen que un 20% de los niños están siendo abusados sexualmente.
  • El segundo pilar puede parecer contrario al primero. Es fomentar la autonomía. Consiste en dejarles que exploren, que sean curiosos, que se vayan valiendo por sí mismos. Pero lo que no vale es empujar. A medida que yo vaya viendo que son capaces de dar pequeños pasos se trata de animarles a que los den.

Estas son las dos caras de la misma moneda. Encontrar el equilibrio es muy difícil. No consiste en que yo te dé todo pero tampoco consiste en que tú lo hagas todo solo. Dependerá del punto en el que estemos y del día en el que estemos. Si nuestro hijo de 15 años está afectado porque ha tenido un problema en el colegio ese día necesita protección. ¿Cuánto tiempo? Lo que necesite. En el momento en el que encuentra el equilibrio, yo para ser responsable le tengo que animar, que no empujar, a ser autónomo. Se trata de adaptar esto al momento evolutivo y a cómo se sienta el niño.

En el libro hablas de la necesidad de combinar afecto con límites y llegas a denominarlo “mano de hierro con guante de seda”. ¿Cómo podemos hacer esto?

Yo soy tu fuente de seguridad, pero también soy quien va a ponerte las normas y los límites, pero te digo “esto sí y esto no” porque te quiero. Mano de hierro en guante de seda implica que yo voy a ser riguroso, no rígido, contigo, voy a ser constante y aplicar una serie de normas que responden a los valores que yo he establecido en mi familia, pero esto hay que llevarlo con un cariño y un respeto. Esto consiste en primer lugar en conectar emocionalmente con tu hijo, mi hemisferio derecho con su hemisferio derecho, y una vez que he conseguido dar esa tranquilidad y seguridad al niño puedo pasar a la segunda fase, que consiste en redirigir. La gente se piensa que aplicar disciplina es “ven aquí que te voy a dar un palo”. Pero aplicar disciplina consiste en aprendizaje. Primero conecto contigo para entender, por muy fuerte que sea lo que has hecho. Olga Barroso o Pepa Horno, que están trabajando en situaciones muy extremas, tienen que acoger a personas que han ejercido violencia de género, por ejemplo. Hay que entender a estas personas, y eso no significa justificarlo. Hay que entender su situación y legitimar la emoción, que no la conducta. Mano de hierro con guante de seda es conectar y redirigir. Te entiendo, hago el proceso empático contigo, para posteriormente aplicar disciplina. Pero claro, yo no puedo pretender que tú aprendas de lo que yo te quiero enseñar si estás desbordada emocionalmente. Si en una clase de Educación Física un alumno no quiere hacer una actividad porque le da vergüenza bailar, tengo que respetar, legitimar, pero decir que tiene que pasar por el aro porque hay unas normas que hay que cumplir.

¿Por qué es importante que padres y madres entendamos el cerebro para educar?

Es super importante eso. Sobre todo, para poder ajustar nuestras expectativas. Muchas veces exigimos a nuestros niños o alumnos que hagan cosas para las que no están preparados. Estamos exigiendo a niños de tres, cuatro y cinco años que aprendan a leer y a escribir y la neurociencia ha demostrado que el cerebro no está preparado. Eso genera sufrimiento y dificultades de aprendizaje. Un padre tiene que saber qué le puede exigir a su hijo. A mí nadie me puede exigir que le gane una carrera a Usain Bolt y yo, que soy adulto, puedo darme cuenta de que es imposible. Pero a un niño le afecta siempre lo que su madre o su profesor le dice. Si el niño no gana las carreras a Usain Bolt, van a aparecer mensajes como: “no ha dado la talla, no he cumplido tu expectativa, no te estoy haciendo feliz, soy un torpe”. Eso se genera como una verdad absoluta para el niño, porque no tiene la capacidad de discernir si lo que le están pidiendo es coherente.

Un padre además tiene que ser consciente de lo que pasa cuando un niño está enrabietado y lo que ocurre a nivel cerebral. En la sociedad no hacemos nada más que ningunear las emociones y pensamientos de los niños, burlándonos de ellos o impidiendo que tengan una emoción. Pero yo no decido tener emociones, las emociones surgen hace doscientos millones de años. Yo sí puedo gestionar esa emoción, pero enséñeme usted, papá, mamá, a gestionar mis emociones. Yo no puedo enseñar estrategias si no entiende el cerebro.

Ahora voy a dar un curso sobre TDAH y la gente me pide de entrada estrategias, pero yo no puedo darlas si antes no se entiende que es el TDAH, porque si no ya estamos con: “Claro, es que no te enteras de nada, es que no paras quieto…”. Si no entendemos, no podemos hacer nada.

¿Cómo explicarías tú qué es el TDAH?

Es un trastorno del neurodesarrollo, es un problema de madurez en el desarrollo del cerebro. Su desarrollo cerebral es más lento. Si yo tengo un alumno en 3º de la ESO que tiene 15 años y está diagnosticado de TDAH no le puedo exigir de acuerdo a 3º de la ESO. La investigación dice que el desfase es de entre un 30 y un 35%. En el caso de un chico de 15 años, su funcionamiento cerebral correspondería a un niño de 5º o 6º de Primaria. Los niños con TDAH sufren mucho porque estamos poniendo unas expectativas sobre ellos que son falsas. Les estamos exigiendo que ganen a Usain Bolt todos los santos días y no pueden. Decimos que está muy desmotivado, pero ¿cómo no va a estarlo? Vuelvo a la importancia de conocer y comprender. A mí muchas veces me piden recetas para su hijo y yo contesto que no las puedo dar porque no conozco al niño. Siempre buscamos recetas mágicas. Para la cocina está bien, pero para seres humanos no vale. Tenemos que ajustar las expectativas.

Lo primero que hay que hacer con el TDAH es sensibilizar, no es que sean vagos, dedican entre 3 y 5 veces más de tiempo que cualquier otro niño a tareas escolares. Tampoco son tontos, tienen un coeficiente intelectual normal o por encima de la media. Padres y profesores tienen que entender qué le pasa a su hijo o alumno.

¿Se habla más de este trastorno porque se diagnostica más o porque hay algo en nuestra sociedad o en la relación con las tecnologías que lo propicia?

Hay mucha más información ahora que hace unas cuantas décadas. Hay mucha más sobreprotección. Nos encontramos también con malos diagnósticos: niños que tienen TDAH aún no han sido diagnosticados y niños sin TDAH a los que les hemos puesto la etiqueta cuando tienen síndrome de alcoholismo fetal, depresiones, trastorno obsesivo compulsivo o incluso niños con apegos inseguros. Además la sociedad influye: la cultura que tenemos de la inmediatez es alarmante, a mí esto me preocupa mucho. Alumnos me envían a las siete y media de la tarde el domingo un trabajo para que lo corrija porque lo tienen que entregar el lunes a primera hora. Se nos exige por todas partes inmediatez: “Le he enviado un WhatsApp a un amigo hace una hora y no me ha contestado aún”. Hay muchos factores ambientales que influyen para que cada vez se estén diagnosticando más. Además, profesores y padres ya diagnostican a sus alumnos e hijos como TDAH porque es que no se pueden concentrar. Pero ellos no tienen las herramientas para diagnosticar, solo los médicos y psicólogos.

Dices en tu libro que si el comportamiento de nuestros hijos no nos gusta, tenemos que pensar en ECHA (Enfado, Cansancio, Hambre o Aislamiento). ¿Por qué?

Muchas veces, no sabemos qué le pasa a nuestro hijo. Si yo veo que está muy alterado, primero vamos a plantearnos esas cosas que son básicas, aspectos de pura supervivencia. Incluyo eso para entender que no siempre hay que intervenir. Cuando yo subo con mi hijo de dos años del parque y hay días que está así, porque está cansado o tiene hambre, le tengo que entender y ver esta conducta como natural. Si digo que está cansado lo voy a ver mejor que si la atribución que hago es: “este me quiere sacar de mis casillas”. Pero tu hijo no está pensando en ti, suficiente tiene con gestionarse consigo mismo. Muchas veces pensamos que nos están provocando, y a veces sí, pero no siempre. Es importante hacer buenas atribuciones, ponerse en el lugar del niño y entender que ha tenido un mal día. Y entonces adaptarnos, siendo rigurosos pero no rígidos.

Hablas de una escena de un chico que en clase no quiere sacar el cuaderno y la profesora termina dejando de insistir y le dice que cuando quiera, que lo saque. Parece que la profesora dimite. ¿Qué podría haber hecho?

En el momento en que un niño te está llevando al extremo, sobre todo en niños mayores con acciones más meditadas, al niño le pasa algo. ¿Qué es lo que queremos cuando lo estamos pasando mal y lo expresamos como buenamente podemos? Atención. Que me veas y me entiendas. Esa profe, en un aparte, le puede decir: “Sé que lo estás pasando mal”, se muestra preocupada y le pregunta qué puedo hacer por ti. En nuestro día a día muchas veces nos pasa que no queremos que nos den las soluciones, solo que nos entiendan. Me gusta mucho la frase de William Faulkner que decía que “entre la nada y el dolor, prefiero el dolor”. Y ahí tenemos a los niños disruptivos, que lo que menos necesitan es un profesor que les ignore ni que les eche la bronca. Lo que quiere es que le atienda de manera respetuosa. No te voy a decir: “¡Qué bien, que me estás dinamitando la clase!”. Lo que tengo que hacer es legitimar y luego reconducir. Eso da mucha tranquilidad porque te calma.

Colaboran en tu libro expertos muy reconocidos como Begoña Ibarrola, Mar Romera, Álvaro Bilbao, Marisa Moya, Rosa Jové, Pepa Horno, Carlos González… ¿Cómo surgió esta colaboración?

Es que son amigos, fue muy fácil. Son excelentes profesionales y mejores personas y todos estaban encantados de la vida con colaborar.

 

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Imagen de portada: Xavier Mouton

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