Recursos para educar: Guía para la resolución positiva de conflictos, de la CEAPA
“Si se preguntara a diez padres o madres al azar si en el día de ayer tuvieron algún conflicto o problema con su hijo o hija, el resultado de la encuesta es fácil de imaginar. Igual ocurriría si la pregunta se realizara también a los hijos e hijas”, comienza esta guía, cuyo autor es nuestro experto Antonio Ortuño. Y es que, por muy mala prensa que tenga, el conflicto es consustancial a la convivencia. Por eso, aprender a resolverlos o gestionarlos de forma positiva es más interesante que esconderlos o lamentarse por la existencia de conflictos. Con esta guía reflexionaremos sobre los conflictos en familia y sobre las habilidades necesarias para abordarlos de forma positiva, en especial el ejercicio de la autoridad de forma empática, la capacidad de negociación, la importancia de decir NO. Se nos proponen además ejercicios para analizar nuestros conflictos más habituales y para clasificarlos según el grado de autonomía que queremos dar a nuestros hijos en la gestión del mismo: desde los conflictos en los que la decisión es solo nuestra (lo que la guía llama “Semáforo rojo” y que implica situaciones que nuestros hijos no pueden manejar por seguridad, por ejemplo, no comprar comida que nos parezca insana), los conflictos en los que tenemos que negociar (Semáforo amarillo, por ejemplo, siguiendo con el tema de la comida, qué meriendan dentro de unas opciones que marcamos) y los conflictos en los que debemos confiar en su capacidad y responsabilidad (por ejemplo, la cantidad de comida que quieren ingerir, Semáforo verde).
Antonio afirma que “en las familias, el problema no es tener conflictos, sino la manera de enfocarlos y resolverlos. Es fundamental aprovechar la cantidad de oportunidades y de momentos que se tienen en la infancia y adolescencia para gestionar de forma positiva los conflictos, ya que una gestión positiva proporciona la dosis de seguridad necesaria para ejercer la responsabilidad en las diferentes etapas evolutivas. Si hay conflictos, se toman decisiones, y si se toman decisiones, se produce el aprendizaje de la responsabilidad y la autonomía“.
Entre los tres semáforos, nos dice Antonio, “lo deseable es que el semáforo verde se use siempre que sea posible y el semáforo rojo sólo cuando sea estrictamente necesario. Al fin y al cabo, educar es guiar hacia la autonomía. Para una velocidad adecuada, hace falta confianza”.
Según esta guía, hay varias competencias parentales necesarias para gestionar de forma positiva los conflictos en familia:
- Amor incondicional: por encima de todo, nuestro hijo tiene que sentirse querido sin condiciones.
- Control respetuoso, que ayude a construir de forma progresiva su autonomía. Decidiendo lo que puede decidir, estableciendo límites de forma inteligente y empática, dejando hacer, con confianza y respeto, con coherencia y credibilidad.
- Coherencia entre lo que se hace, lo que se dice, lo que se piensa y de cómo se manejan los sentimientos. Así seremos “predecibles, creíbles y fiables”
- Reconocimiento, sentimiento de pertenencia, interés por las experiencias de cada uno. Lo más importante para esto es mostrar respeto.
- Fomento de su lenguaje interior. Muchas veces nuestros juicios y conclusiones (“¿Ves que bien cuando te portas así?”, “¡Si no te portaras tan mal ahora estaríamos jugando!”) son un ruido que no deja a nuestros hijos pensar por sí mismos o sacar sus conclusiones. “Los hijos e hijas necesitan en algunos momentos del silencio adulto, para que las reflexiones y las conclusiones de todo el proceso se puedan fabricar en su cerebro”.
- No al uso de castigos: “El castigo infantiliza, no fomenta la responsabilidad, entre otros aspectos negativos”, dice la guía.
- Sentido del humor, construir un ambiente en donde quepa equivocarse y reírse del error.
La importancia de decir NO
“Decir NO es una de las grandes habilidades que tenemos que enseñar a los hijos e hijas, no cabe duda”, señala la guía, que reconoce que hacerlo es difícil. “Simplemente recordemos ocasiones en las que queríamos decir NO a cualquier persona o grupo y al final o no nos hemos atrevido o hemos dicho NO y luego hemos cedido”. Pero lo cierto es que si queremos que nuestros hijos sepan decir NO ante determinadas situaciones que les va a tocar vivir, debemos dar ejemplo. “El objetivo de decir NO a nuestros hijos e hijas no es que nos hagan caso, sino que aprendan el autocontrol necesario para decirse NO a sí mismos en un futuro”.
Y ¿cómo se puede decir un NO amable pero firme? La guía aporta tres claves:
- Empatía: hay que respetar sus emociones, y entender sus provocaciones. “Entiendo que te enfades, comprendo que…” son verbos muy importantes. Es lógico que las personas se enfaden ante los NO. Si nos enfadamos porque se enfadan, vamos por mal camino.
- Disco rayado: decir una y otra vez, con la mayor tranquilidad posible, una explicación.
- Desarme: consiste en transmitir calma ante los desafíos e incitaciones de los hijos e hijas, ofreciendo seguridad en los planteamientos. La mejor fórmula es repetir sus provocaciones: “Ya sé que para ti ahora soy mala por decirte NO”, por ejemplo.
Evidentemente, nuestros noes no son de su agrado y es probable que entren a provocarnos. Pero en la guía nos ofrecen claves para entender esas provocaciones de manera positiva: “No provocan para hacer daño, sino para encontrar credibilidad. No son tiranos, necesitan y quieren creer en sus padres. Es preferible contestar a las provocaciones, no razonando o dando excesivas explicaciones, sino entendiendo la emoción, con la mayor empatía posible y como mucho, repetir literalmente el contenido de la provocación.”
Cómo negociar
A continuación, se exponen las fases de la negociación como estrategia de gestión positiva del conflicto:
1. Observar y concretar el problema. Por ejemplo, la habitación está llena de juguetes (o de pantalones) por el suelo.
2. En lugar de ir detrás de nuestro hijo o hija, de dar órdenes múltiples y variadas, ir a realizar cualquier actividad (tumbarnos a leer, por ejemplo). No actuar con alteración emocional. La gestión positiva del conflicto y el control emocional se llevan bien.
3. Y esperar. No tener prisa. ¿Esperar a qué? Pues a que nos pida algo que le guste.
4. De repente nos dice: “¿jugamos a las cartas?” (O “me arreglas esta cremallera”).
5. Con amabilidad y flexibilidad, se le dice “sí cariño, me parece buena idea, pero antes recoge la habitación”. Es decir, le estructuramos su realidad, las condiciones para que pueda gestionar la situación.
6. Si dice “¡vale!”, sin problemas. Cuando recoja la habitación, a jugar a las cartas. Pero lo normal (y lo deseable, a veces) es que nos pongan a prueba, y aparezca la oposición. Si esto ocurre, nos llevamos bien con su posible negativa, con su provocación (“qué más te da”, “lo hago luego”,” ¿es qué no te fías de mí?”), si la hay. Le escuchamos, le entendemos, y sólo repetimos el compromiso. “Lo entiendo cariño, pero te he dicho que cuando recojas la habitación, jugaremos a las cartas”. Lo importante no es que recoja la habitación, sino que decida. Y que nosotros cumplamos.
7. Si recoge, y lo hace lento, de mala manera, respetarlo. Si pretende que se le ayude, cuanto menos, mejor, pero si le ayudamos, que sea lo que nosotros decidamos, o lo que le hayamos dicho.
8. Y si no recoge, pues se le respeta, sin discusiones, sermones, regañinas… Y la vida sigue.
9. Si nuestro hijo o hija se enfada, luego cuando se calme, tendremos que abstenernos de opinar. Hay que dejar que su cerebro madure y saque sus propias conclusiones.
10. Esperar a la reflexión de nuestro hijo o hija, y si la comunica, escucharla con empatía.
Muchas veces, la consecuencia del incumplimiento de una norma no negociada es establecida con anterioridad y conocida por todos. Pero para que sea lógica, se necesita inmediatez (nada de: “Si no recoges hoy martes no podrás ver la tele el fin de semana”), equilibrio (no tiene sentido decirle que si no recoge no podrá ir al parque en dos meses), dejar cierto margen a la participación de nuestro hijo en la toma de su decisión y un lenguaje positivo y claro (nada de “si te portas mal, no iremos al parque”).
Seguro que cuando leas esta guía tan clara y positiva te pasará como dice Carles Capdevila, que “tienes ganas de tener un marrón en casa para aplicarla. Fíjate lo maravilloso que puede ser llegar a casa esperando tener un problema porque te han dado una solución”