Castigos, consecuencias y responsabilidad: una reflexión sobre el macrobrote de Mallorca

A día 3 de julio de 2021, prácticamente toda España (y parte del extranjero) ya está enterada de lo sucedido en los últimos días en Mallorca. Pero, para los que se lo hayan podido perder, vamos a hacer un pequeño resumen.

Acabada la EBAU, grupos de jóvenes procedentes de diferentes partes del país viajan a Mallorca para celebrar su fin de curso. Durante el viaje se produce un gran brote de contagios por COVID-19 y muchos de estos estudiantes son trasladados a un hotel para guardar cuarentena, como hemos venido haciendo el resto de la población durante el año y medio de pandemia que llevamos cada vez que hemos estado expuestos al virus. A partir de aquí empiezan a ocurrir diversos acontecimientos que nos conducen a sacar varias conclusiones al respecto.

1. El secuestro

El caso recorre rápidamente las redes sociales y llega a los medios de comunicación. Como era de esperar, las reacciones ante la polémica se disparan: tanto a favor del confinamiento obligado, como en contra de él, llegando a considerar que los estudiantes confinados están “secuestrados”.

Nos parece interesante en este punto poner el foco en la diferencia entre castigos y consecuencias. Ya hemos hablado otras veces de este tema en nuestro blog, pero creemos que es una buena ocasión para recordar cuál es la diferencia entre estos conceptos, dado que suele ser un tema que conlleva bastante confusión.

  • Consecuencias naturales: Se circunscriben dentro de lo que sería una causa-efecto natural. Por ejemplo, si llueve y no llevo paraguas, me voy a mojar; si no como y se acaba el tiempo de comida, voy a tener hambre; o si cruzo sin mirar y viene un coche, tengo una alta probabilidad de que me atropelle.
  • Consecuencias lógicas: Aquellas que requieren de la intervención directa del adulto. A diferencia de los castigos, no son respuestas arbitrarias, sino que están directamente relacionadas con el comportamiento que se pretende corregir (si no arreglas la habitación, tendrás que convivir con tu desorden, puede que mañana la ropa que quieras ponerte no esté limpia o que no encuentres algo que te hace falta con urgencia). Requieren la intervención del adulto dado que son consecuencias que han sido comunicadas y pactadas, y si el adulto interviniera, el niño o niña no asumiría las consecuencias lógicas que se derivan.
  • Castigos: Suelen ser arbitrarios y no tener nada que ver con el comportamiento que se pretende corregir. Por ejemplo, mi hijo tiene la habitación desordenada, y le castigo sin salir el fin de semana. Los castigos no son educativos, son meramente punitivos. Su objetivo es penalizar al niño o niña, no hacerle ver que sus actos tienen consecuencias.

¿Por qué es importante reflexionar sobre esto? Pues porque si consideramos que se trata de un secuestro, enmarcaremos este confinamiento como un castigo a los jóvenes. Y no es así. Se trata de una consecuencia lógica: tanto los estudiantes como sus tutores legales eran de sobra conscientes de que seguimos en una pandemia, a pesar de que ya veamos el final del túnel, y que un viaje de estas características podría conllevar un peligro alto de contagio. Y no solo eso, sino que desde el inicio de la pandemia, todos hemos tenido que confinarnos cuando hemos estado o pensábamos que habíamos podido estar expuestos al virus. ¿Por qué debería ser diferente esta vez?

2. La criminalización de la juventud

Si bien creemos que es necesario y lógico tomar medidas para que estos jóvenes no propaguen el virus, también consideramos que esta es una situación que puede hacernos caer fácilmente en la estigmatización y criminalización de la juventud, y eso no sería justo. Ya hemos visto esto durante toda la pandemia: cada vez que salían noticias sobre botellones o fiestas ilegales, el dedo acusador caía rápidamente sobre todos los jóvenes como si de una masa homogénea se tratara.

Por eso es necesario también recordar que nuestros niños, adolescentes y jóvenes, una gran mayoría de ellos, han tenido un comportamiento ejemplar durante la pandemia. Que muchos han sufrido la pérdida de seres queridos, que muchos otros están lidiando con las secuelas psicológicas de todo lo ocurrido, que muchos han hecho malabares para sacar el curso adelante, que han ayudado a los más mayores cuando no podían salir de casa, que han cuidado de sus familiares, que han dicho NO a planes que suponían riesgo… todo esto y mucho más en una edad que en la que buscas la autonomía, la “independencia” de tus padres, la búsqueda de tu yo, la socialización con tus iguales. Y si nos paramos un poquito a recordar cuando nosotros tuvimos su edad y también nos sentimos así, probablemente nos sea más fácil imaginar cómo han podido pasar el último año y medio.

3. La responsabilidad de educar para ser responsables

Reflexionemos sobre lo ocurrido en Mallorca, planteémonos también el tipo de ocio que seguimos fomentando en nuestro país desde edades bastante tempranas, preguntémonos por cuáles son los valores que queremos transmitir a nuestros hijos e hijas… pero que no se nos olvide que la responsabilidad se enseña en casa.

Si queremos que nuestros hijos e hijas tengan comportamientos responsables, que incidan sobre el bien común, y también sobre el individual, tenemos que fomentar su autonomía, su pensamiento crítico, su empatía, su responsabilidad… y en eso nosotros, madres y padres, tenemos un papel fundamental. No lo olvidemos.

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Fuente fotografía: Reuters

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Marina Borràs

Cuando era pequeña me sentaba a diez centímetros de la televisión para ver las noticias todas las mañanas antes de ir al cole. Cuando crecí un poco, se dieron cuenta de que la razón por la que me acercaba tanto al televisor era porque necesitaba gafas, aunque yo prefiero pensar que por aquel entonces ya había encontrado mi pasión: de mayor quería ser periodista. Y así fue. Estudié periodismo y comunicación política, y sigo formándome en los temas que me apasionan: educación, igualdad de género y nuevas tecnologías.

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