Publicamos uno de nuestros relatos de verano, poniéndonos en la piel de una chica de 10 años que quiere convencer a sus padres de que la apunten a un campamento, un escenario que a sus padres les parece peligroso pero que a la protagonista del cuento le parece “apasionante”. ¡Envíanos el tuyo para participar en nuestro concurso!
Llevaba desde abril pidiendo a mis padres que me apuntaran a un campamento al que iban a ir muchos amigos. Ya tengo 10 años y muchas ganas de correr aventuras por mi cuenta, vivir parte del verano sin notar la atenta mirada de mis padres y sin el continuo “cuidado, no hagas esto que te caes” con el que suelo convivir. También reconozco que no soy de esas niñas que todo el mundo llama “buenecitas”, de esas que están quietecitas, yo soy más bien un culo inquieto y me encanta subirme a los árboles, correr, saltar y meterme por sitios que a mis padres les parecen peligrosos. Pero no os vayáis a creer, no son desfiladeros ni barrancos, no, son simplemente rocas por las que trepo por facilidad, árboles por los que me subo sin problema o tablas por las que puedo andar como en la cuerda floja.
El caso es que me costó mucho convencer a mis padres para que me apuntaran al campamento. Mis padres me decían cuando les hablé por primera vez del campamento que yo era muy pequeña, que dormir en tiendas de campaña y pasar el tiempo realizando actividades en el bosque era peligroso, porque me podía caer y lesionar, que mi hermano pequeño me iba a echar de menos, que mira lo que le pasó a Jorge, nuestro vecino, que a los dos días de ir a otro campamento tuvieron que llamar a sus padres porque se quería ir y no había forma de convencerlo para que se quedara…
De poco me sirvió al principio decirles a mis padres que en el campamento hay monitores, que no suele lesionarse nadie, que estar en el bosque no me parecía peligroso sino apasionante, que mi hermano estaría feliz de ser hijo único por quince días y que Jorge nunca quiso que sus padres le apuntaran a ningún campamento y a mí no me podía apetecer más que lo hicieran. Y además les dije que ya tenía 10 años y que media pandilla del cole se había apuntado al campamento. Al principio, cuando iba desmontando, a veces con cuidado y otras veces como una apisonadora, los argumentos de mis padres contra el campamento, sentía que no les estaba convenciendo. Pero no me rendí y seguí dejando claro que quería ir al campamento, que encima ahora se había apuntado Laura, la hija de unos amigos de mis padres y que es una de mis mejores amigas…
Una semana antes de que cerrara el plazo de inscripciones, mi madre y la madre de Laura hablaban en la puerta del colegio. Oí a Sonia, la madre de Laura, decirle a la mía:
-Mujer, que Emma es muy mayor y le encanta la actividad física, lo van a pasar genial. Confía en ella, es mucho más capaz de lo que crees.
En cuanto me vieron llegar cambiaron de tema de conversación, pero entonces supe que mis padres estaban replanteándose su no rotundo.
Y dos meses más tarde, aquí estoy, en un campamento lleno de niños de todas las edades, lleno de árboles en los que nos podemos subir, de retos que superar y deportes que practicar… He ejercitado músculos que no sabía que existían y he hecho cosas de las que no me sabía capaz, aunque también he echado mucho de menos a mis padres. En unos días volveré a casa más sucia, más morena, probablemente más alta (creo que he pegado un buen estirón) y sobre todo más autónoma y feliz.
Si quieres participar en nuestro concurso de relatos de verano puedes mandar el tuyo (de 300 a 600 palabras y de temática libre pero con mensaje educativo) hasta el 25 de agosto a info@educarestodo.com. El premio es 2 entradas para nuestro próximo evento en Madrid (24 de noviembre), una suscripción anual en pareja a nuestra plataforma Gestionando hijos, y el último libro de cada uno de los ponentes del evento firmado por ellos. Además, la ilustradora y escritora Jessica Gómez leerá el relato ganador en el evento.
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