Hoy en día, hemos entendido la importancia de la inteligencia emocional para ser felices y vivir bien. De hecho, Cristina Jaramillo nos revelaba que la educación emocional es uno de los intereses más importantes de los lectores de la revista Sapos y Princesas. Analizamos este reto educativo de la mano de expertos.
Marcos es un niño que se enfada tanto cuando algo le sale mal que no es capaz de pensar ni de frenarse. Sus padres se preocupan porque lo ven descontrolado y no sabe poner nombre a sus emociones, pero básicamente le dicen que se deje de tonterías, pensando que si se olvida de la emoción, si la esconde, se podrá calmar. En el colegio, la profesora les cuenta que cuando se enfada le cuesta mucho salir de ese torbellino emocional y no se concentra. La estrategia de “déjate de tonterías” no parece que esté funcionando y hace a Marcos sentirse peor, rechazado. Un buen día, tras investigar un poco, los padres encuentran ideas para promover la inteligencia emocional: hablar de emociones, poner nombre a lo que sentimos, enseñar a regularlas… Los padres de Marcos buscan formas de que su hijo exprese esa ira desbordante, hablan de sus emociones, leen cuentos sobre el tema, piensan juntos con él qué hacer cuando se siente así… Marcos se siente aceptado, apoyado y querido, aprende a expresar emociones de manera calmada y respetuosa, se pone en la piel de los demás y se deja de ver dominado por algo que no puede controlar (las emociones). Además se puede concentrar mejor en el colegio. El clima familiar también ha mejorado al dejar de reprimir sentimientos y hablar de las emociones de forma calmada y respetuosa.
Begoña Ibarrola, que estará con nosotros en Barcelona justamente hablando de inteligencia emocional, nos explica en qué consiste: “La educación emocional es un proceso educativo, continuo y permanente que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo. Reconocer lo que sienten, saber expresarlo de forma adecuada, saber lo que sienten los demás, asumir las responsabilidades de cada momento, saber tomar decisiones son algunas de las habilidades que se pueden aprender en familia y que son necesarias para nuestro bienestar y para integrase de forma positiva en la sociedad”. Begoña nos recomienda tener en cuenta que “la emotividad no es algo sorprendente e incontrolable, sino un medio de expresión de su personalidad, y como todo medio de expresión, puede ser educado”. Eva Bach, que también estará con nosotros en Barcelona, en esta ocasión hablando de adolescencia, insiste en la idea de la responsabilidad de padres y madres a la hora de proveer una sólida educación emocional a nuestros hijos: “Lo mejor que podemos hacer es dejar una herencia emocional saneada a nuestros hijos”.
Daniel Goleman es el padre del concepto de la educación emocional. Publicó en 1995 el libro Inteligencia emocional y desde entonces ha conseguido dar protagonismo a este factor de la inteligencia en la educación. Pero Goleman sabe que muchas personas siguen despreciando su importancia, considerándolo una suerte de “interferencia”, como indica en esta entrevista: “No incidir en las emociones es una percepción anticuada, ya que cuando mejor entendemos cómo funciona el cerebro, obtenemos más información que corrobora que el estado de nuestras emociones es, en realidad, el que determina la capacidad para razonar y aprender”. Reconoce que el frenesí de nuestra vida quizá no ayude a hablar de las emociones: “la vida moderna nos quita tiempo para estar tranquilos y reflexionar, un aspecto fundamental para potenciar la conciencia de uno mismo”. Para Goleman, el conocimiento sobre las emociones “ayudará tanto en el trabajo como en la vida, e incluye la potenciación de la autoconciencia, la autorregulación, la empatía, las habilidades sociales…”. Goleman cree que, dado que “los niños aprenden mucho de sus padres y este aprendizaje les sirve de base a lo largo de su vida, lo mejor que los padres pueden hacen por sus hijos es ser seres emocionalmente inteligentes”.
Ana Roa, pedagoga y autora de El yo infantil y sus circunstancias, se alegra de que hoy en día se reconozca la importancia de la educación emocional y la autoestima. “Sabemos por la Neurociencia que los procesos emocionales y cognitivos son inseparables”. En su libro ofrece actividades y juegos para fomentar la educación emocional como “describirse en positivo” hasta realizar “un inventario de nuestros sentimientos o formas de ser”.
Ana Sáenz de Miera, directora en España y Portugal de Ashoka, una red de emprendedores y emprendedoras sociales, subraya en este interesante artículo la importancia de uno de los factores de la inteligencia emocional, la empatía: “La empatía es esencial para tener éxito personal. La empatía es la que hace que una persona trabaje bien en equipo, que un líder sea bueno, que una empresa enfoque sus servicios a las verdaderas necesidades del cliente, o que un joven sepa cómo actuar en una entrevista de trabajo. La empatía en acción nos lleva a innovar y nos hace más pragmáticos y exitosos. Más felices. Y, además, ayuda a que el mundo vaya mejor”.
Begoña Ibarrola también está de acuerdo en la importancia de la empatía para la felicidad de nuestros hijos y de la sociedad: “el desarrollo de la empatía es uno de los elementos más importantes para la prevención de la violencia y es una de las habilidades emocionales que ayudan a tener unas relaciones interpersonales más satisfactorias. Esta experta nos ofrece ideas clave para educar en la inteligencia emocional:
- Acostumbrarse a hablar de emociones:No se trata de pasar al extremo de “monopolizar” las conversaciones normales con sentimientos, pero sí de expresar las emociones con mayor naturalidad en lo cotidiano.
- Enseñar a identificar las emociones y ponerles nombre:Toda situación constituye una oportunidad para enseñar a nombrar emociones así como vincularlas a determinados gestos o rasgos no verbales.
- Evitar realizar juicios acerca de las emociones del otro:Las emociones constituyen un indicador de algo que nos ocurre internamente. Cuando sentimos tristeza, rabia, alegría o enfado, esta sensación, que también se acompaña de una respuesta fisiológica, nos permite tomar conciencia de que algo nos está pasando y requiere nuestra atención.
- Valorar todo tipo de emoción como una información valiosa sobre el mundo interior de nuestros hijos.
- Aprender a controlar la expresión de todas las emociones,enseñando a través del ejemplo a regularlas de forma adecuada
- Desarrollar la capacidad de los hijos de posponer la gratificación y valorar su capacidad de esfuerzo.Hoy en día, sabemos que cuanta mayor es la habilidad de un niño de posponer la gratificación que obtiene por la realización de una determinada conducta, mayor es su capacidad de esfuerzo, paciencia y control emocional.
- Desarrollar la empatíahacia los hijos y ayudarles a que ellos la desarrollen según su edad
- Favorecer su destreza social y el aprendizaje de las reglas de expresión emocional en los grupos, para que puedan tener unas relaciones interpersonales satisfactorias.
- Crear un clima emocional que favorezca una comunicación profunda y sincera.
Imagen de portada: Childhood Fuente: susivinh/Flickr