Muchos de nuestros expertos nos han hablado de claves del cerebro de nuestros hijos porque, como afirma el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, “tener unas nociones básicas acerca de cómo funciona el cerebro del niño es una gran ventaja para aquellos padres que quieran aprovecharla. En el cerebro del niño están todas las claves para una p/maternidad satisfactoria”. Rescatamos alguna de las ideas básicas sobre el cerebro para entender mejor a nuestros hijos (y, de paso, entendernos mejor a nosotros mismos).
Las emociones son protagonistas del cerebro de nuestros hijos (y del nuestro)
Álvaro Bilbao nos presenta la estructura del cerebro: “El cerebro racional se desarrolla sobre otros cerebros que son el cerebro primitivo (el que nos pide que comamos, que durmamos) y sobre el cerebro emocional (que busca afecto). Solo cuando ese cerebro emocional ha recibido el cariño que necesita, puede tener una capacidad intelectual plena”. Pero Álvaro nos lanza una advertencia: “Es muy importante que no confundáis el afecto con la sobreprotección”.
María Soto, fundadora de Educa Bonito con Disciplina Positiva nos recuerda que el cerebro es el único órgano que no nace desarrollado y tiene varios niveles que se van sumando. María lo representó como un puño cerrado con varias capas. El primero es el cerebro vital, que regula las funciones vitales. El segundo es el cerebro medio o animal, en el que “viven” la emociones, los impulsos, los instintos y las neuronas espejo, que posibilitan el contagio emocional. Y el tercer nivel es la corteza prefrontal, que no termina de desarrollarse hasta los 30 años y que es responsable del pensamiento lógico y la regulación emocional.
“Los niños tienen el cerebro medio al aire, se mueven por emociones”. Por eso, añadía esta experta, “no nos escuchan” nuestro razonamiento lógico, “porque nos están viendo y les contagiamos emociones con neuronas espejo”.
Las neuronas espejo, descubiertas hace apenas 20 años, son unas células cerebrales que se activan para hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás. Son, por tanto, la base neurológica de la empatía y del contagio emocional (por tanto, son en buena parte responsables de que una rabieta de nuestros hijos nos saque de quicio).
La pediatra Lucía Galán nos dice que el cerebro de un niño está dominado por la parte inferior, de las emociones, los impulsos y los instintos. “Los niños hacen cosas de niños, no necesitan la casa ordenada, no necesitan llegar a tiempo…”. Sus necesidades y las nuestras difieren. Pero para conectar la parte del cerebro inferior (dominada por emociones e impulsos) y la superior (dominada por el razonamiento lógico), lo único que hace falta es un chispazo. Y el mejor, nos cuenta Lucía, es el contacto físico: “Cuando no sepáis qué hacer, antes de gritar, apostad por el contacto físico”.
Las emociones son incluso protagonistas en la toma de decisiones, nos dice Álvaro Bilbao: “El cerebro escucha e integra todas las partes del cerebro (primitivo, emocional y racional) para tomar decisiones acertadas. Incluso en la decisiones más simples también influye la emoción”
Nuestro cerebro quiere marcha
“El cerebro es un gran consumidor de oxígeno. Con tan solo un 2% del peso corporal consume el 33% del oxígeno que está en nuestros pulmones. Ese oxígeno llega al cerebro gracias a un corazón que debe estar bien entrenado. Y la mejor manera de conseguirlo es implantar el ejercicio físico desde que somos pequeños”, nos dice Álvaro Bilbao.
Heike Freire, experta en innovación educativa, nos recuerda que “a lo largo de la evolución de nuestra especie, el movimiento ha estado muy relacionado con el desarrollo del cerebro y todas sus capacidades”.
El cerebro necesita naturaleza y aire libre
Nos dice Noelia López-Cheda que “se nos ha olvidado que el contacto con la naturaleza es una de las mejores cosas para que los niños se calmen y aprecien las pequeñas cosas además de que se desarrolle su curiosidad de manera natural. Y para los tiempos que corren tan tecnológicos, es una medicina para el cerebro infantil”.
Para el cerebro, es mejor educar sin etiquetas
Álvaro Bilbao nos dice que “hoy en día sabemos que si un niño escucha de sus padres que es un desobediente, su cerebro le dirá que desobedezca”. Los mensajes que emitimos sobre nuestros hijos se quedan grabados a fuego en su cerebro, que se ve obligado a ‘obedecer’ a nuestros mensajes.
La sobreprotección y el darles todo hecho es un freno al buen desarrollo del cerebro
“Si queremos tener hijos felices en lugar de hacer que el viento siempre sople a su favor hay que enseñarles también a navegar en tempestades”, nos dice Álvaro Bilbao. Álvaro subrayó que enseñarles autocontrol no significa encorsetar a nuestros hijos. Antes al contrario: “El lóbulo frontal es una zona realmente versátil y va a permitir a vuestros hijos tener la mejor respuesta en función de cada situación”, autocontrolarse cuando sea necesario y divertirse o relajarse en otras ocasiones. . Álvaro nos confesó que “me gusta mi labor de mal padre, en esos momentos en que les digo a mis hijos que eso no lo puede hacer, que tienen que esperar un poco, porque aunque sé que muchas veces mis hijos se enfadan, sé que es una labor tan amorosa como darles un beso de buenas noches. Cuando les digo que no o que tienen que esperar, estoy dándoles un regalo importantísimo para su cerebro”. Y concluyó Sabiendo controlarse en los momentos que lo requieren y disfrutar en los momentos en los que pueden disfrutar se darán cuenta de que la vida realmente es maravillosa”.
Los primeros años de vida son fundamentales
La psicóloga Silvia Álava nos dice que “el cerebro del niño es muy plástico. Cuando nace el bebé el cerebro pesa ya 350 gr y en los dos primeros años de vida ha alcanzado el 75% del desarrollo que tendrá en la edad adulta y con 5 años de edad hasta el 90% del desarrollo cerebral. Los primeros años de vida son fundamentales y en ellos se van a anclar y sentar las bases del aprendizaje. Muchas veces pensamos “es que el niño es muy pequeño”, pero es fundamental lo que hacemos cuando son pequeños. Hay que estimularles correctamente (a nivel intelectual, a nivel cognitivo…) y es una edad fundamental para crear un buen vínculo emocional con los padres, un vínculo que les aporte seguridad, no dependencia”.