Cuando uno ve el panorama que se nos presenta ante nuestros ojos en relación a las pantallas, a la tecnología, a nuestros hijos, a la pornografía, a la salud mental… no podemos por menos que pensar en un escenario desolador, catastrofista e incluso apocalíptico. Y es que las adicciones, el acceso prematuro a contenidos inadecuados, la disminución de la atención, la memoria, la concentración, los riesgos y peligros que conllevan… nos hacen ponernos a la defensiva y temernos lo peor. Y, sobre todo, nos hacen sentirnos perdidos sobre cómo gestionar todo esto que se nos viene encima con nuestros hijos.
Justamente por ello, el doctor Miguel Ángel Martínez-González, especializado en medicina preventiva, salud pública y epidemiología, acaba de publicar ’12 soluciones para superar los retos de las pantallas’, en el que no solo nos plantea cómo están las cosas, sino que nos da la clave (o las 12 claves) de cómo afrontarlo y solventarlo, para, dice, “salvar a nuestros hijos de la peor pesadilla que les espera”. Hablamos con él en Educar es todo.
P. Dice que los padres y madres podemos salvar a nuestros hijos de la peor pesadilla que les espera… ¿tan malas son las pantallas?
R. Sí, creo que ahora mismo es la peor pesadilla que existe, porque al final lo que hace feliz a la gente es lo que va a pasar en su hogar de puertas adentro y esto tiene mucho que ver con las relaciones afectivas, las relaciones sexuales… ¿qué pasa? que el gran educador ahora mismo no son los padres o los profes, el gran educador está siendo la corporación industrial de pornografía online. Y esto es terrible. Ahora hay una deseducación que hace que, cuando se están formando cerebralmente, se estén incrustando unos códigos perversos, y esto esta haciendo muchísimo daño.
P. En su libro ofreces datos escalofriantes acerca de la salud mental de los adolescentes y jóvenes, datos de suicidios… y lo asocia a la tecnología y a los móviles
R. Sí, lo que se está viendo en problemas de salud mental en jóvenes no tiene precedentes, No conozco psiquiatra o pediatra que no esté asustado… están viendo ya problemas de salud mental o somatizaciones que se traducen en problemas físicos. Y esto tiene que ver con las pantallas. En epidemiología lo estamos viendo, que este tipo de problemas de salud mental están asociados a las redes sociales. Es que el cerebro de un chaval no puede competir con estos algoritmos, y lo que está dejando es un daño permanente.
P. ¿Qué podemos hacer los padres, madres y docentes? ¿Y el sistema educativo, las administraciones y las empresas?
R. La educación es lo que pueden hacer los centros educativos y los padres. Yo soy optimista porque cada vez hay más profesionales que hablamos claro de estos temas y cada vez se conciencia más. Luego está la gente que trabaja en la industria de las redes, que están en contra de estos sistemas de algoritmos de tecnología persuasiva. Después hablamos de las medidas estructurales, que son fundamentales y son mayormente iniciativas del gobierno. En el tema de la pornografía tiene que haber una intervención gubernamental para que no haya servicios gratuitos, pues estos servicios son los que se ofrecen para enganchar adictos. Es importante que sean de pago y que cualquier web de este tipo tenga una extensión especial tipo XXX eficaz para controles parentales. Todo ello bajo pena de multa, pero de una multa fuerte para que no les salga a cuenta.
P. En su libro ofreces 12 soluciones para afrontar esta situación. Entre ellas destacas algunas que ya podemos intuir o conocer, como dar ejemplo, pactar normas, control parental, establecer límites, actividades alternativas y planes familiares… Luego están otras como poner un parking de móviles o establecer un toque de queda digital. ¿En que consisten?
R. Al final del día estamos más cansados y tenemos menos recursos para combatir todo y cualquier esfuerzo de corteza prefrontal está debilitado. La noche nos la pasamos con la luz azul y esto interfiere con la melatonina. El toque de queda es establecer límites de horas en las que que no se usa tecnología digital porque eso perjudica el sueño y a la memoria a largo plazo. Y luego eso incide en el fracaso en el rendimiento académico. Hay estudios recientes que nos dicen que el cociente intelectual de la humanidad está retrocediendo desde que hay móviles. Es decir, la tecnología está entonteciendo a la humanidad. Antes nos acordábamos de números de teléfono, pero ahora nadie, todo lo confiamos al cuadrilátero de metal. Y con la IA encima estamos delegando todo en máquinas e involucrando menos a la inteligencia activa. Si añadimos la fascinación pasiva de las pantallas, que es dañina porque es prolongada, tenemos el cóctel. Pero claro es que hablamos de un chute de dopamina que te está diciendo constantemente que ahora viene lo bueno.
P. Otra de las soluciones es no dar el ‘smartphone’ antes de los 18. ¿Es eso posible?
R. Yo creo que es posible y que es más, va a llegar sí o sí. Igual que la mayoría de edad llega a los 18, votar, conducir… porque ese límite tiene también que ver con el proceso de mielinización y de poda neuronal. Al final lo que está sucediendo es que esta generación está llegando a la pubertad con el móvil justo cuando fragua el cerebro y cada vez hay más evidencia neurológica de que esta prematuridad aumenta los problemas de salud mental. Lo ideal es esperar a los 18 años porque la norma de conducta no debe ser lo que hacer todo el mundo, es decir, tu hijo no va a ser un paria social, no hay ningún estudio que lo demuestre, pero sí los hay con lo contrario. Claro que no es fácil, pero podemos, de los 16 a los 18 darle a nuestro hijo un dispositivo sin conexión a Internet, y con 18 un ‘smartphone’. Porque lo que sabemos es que la corteza prefrontal antes de los 18 no está preparada.
P. ¿Y qué hay de la solución de aliarnos con los padres de los amigos de nuestro hijo? ¿Eso es efectivo?
R. Mira, pienso que el libro es una herramienta para empoderar a los padres, y el hecho de que los padres se unan les hace muy fuertes. Fíjate si no en la asociación libre de móviles. Los padres están preocupados porque afrontan esta crisis de salud mental sin precedentes en la historia. Como médico te diría que es cierto que hay un diagnóstico, sí, pero gracias a Dios hay tratamiento. Y ese tratamiento la ejemplaridad que dan los padres y que les convierte en autoridades, y el poder que les da unirse a otros padres, son decisivas.