Las nuevas tecnologías, y en especial los smartphones, nos han traído una gran cantidad de ventajas, como por ejemplo estar siempre conectados, acceder a información instantáneamente o poder comunicarnos con quien sea en cualquier momento. Sin embargo, también nos han traído inconvenientes que años atrás ni siquiera podríamos haber imaginado, como la dependencia tecnológica, el ciberacoso o el sexting, entre muchos otros. Pero las madres y padres, además, tenemos un inconveniente añadido respecto al uso del móvil de nuestros hijos e hijas: la preocupación de que ninguno de estos peligros les afecte.
Sin móvil no hay paraíso (o eso dicen)
El uso de los teléfonos móviles ya está completamente normalizado. De hecho, lo extraño es lo contrario: si no tienes un smartphone, prácticamente eres un ‘bicho raro’. Y entre los jóvenes la tesitura es la misma (o incluso más acentuada). La edad a la que reciben su primer móvil cada vez es menor; y, mientras esta cifra baja, la de jóvenes adictos a sus pantallas aumenta. Tanto es así que incluso se han creado nuevos términos para definir trastornos relacionados con el mal uso de estas tecnologías, como por ejemplo la nomofobia, que define el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil.
El problema aparece cuando tenemos que decidir qué postura adoptar respecto al uso que hacen nuestros hijos e hijas de sus móviles. ¿Les controlamos? ¿Les damos libertad? ¿Podemos hacer algo las madres y padres para evitar estos efectos negativos en nuestros hijos?
Espiar o respetar su intimidad: ¿qué debo hacer?
El diablito que se posa sobre nuestro hombro nos grita al oído lo que debemos hacer como buenas madres y padres que somos: espiar su actividad en Internet, ¡no vaya a ser que sufra, lo engañen o quién sabe lo que puede pasar! Sin embargo, el angelito del otro hombro nos susurra calma, que respetemos su intimidad y confiemos en su buen criterio.
Pues bien, lo primero que te decimos es que te deshagas de estos dos “Pepitos grillos” que te han metido de lleno en un dilema irresoluble, porque la clave no es ni espiar, ni dejarles a su aire. La profesora y creadora de RealKiddys, Alba Alonso, nos aconseja: “Espiar no solo NO es efectivo, sino que es ilegal. Sin embargo, supervisar es algo necesario, por no decir obligatorio. ¿O acaso no supervisamos sus compañías, sus viajes, sus fiestas o los lugares que frecuentan?”.
Pero ¿qué implica exactamente esa supervisión? Alba Alonso insiste en el diálogo como herramienta fundamental, pues “dialogar sobre los contenidos, aplicaciones y el uso de los dispositivos con nuestras hijas e hijos es esencial. Una vez tengamos ese hábito de diálogo, seremos capaces de ir estableciendo ciertos límites de tiempo, de momentos y de usos que le daremos a los dispositivos. Pero eso, por supuesto, implica que nosotros también tendremos de seguir las normas acordadas”.
Controlar el uso del móvil de nuestros hijos e hijas requiere establecer ciertas normas
Respecto a la imposición de determinadas normas de uso, podemos tomar como ejemplo el contrato que se hizo viral hace un tiempo redactado por una madre y basado en una serie de exigencias que su hijo debía cumplir si quería tener un iPhone. Establecer condiciones forma parte de esa supervisión de la que nos habla Alba, y tenemos que tener en cuenta que seguramente “habrá cosas que no nos gusten y que tendremos que tratar, pero siempre desde el acompañamiento, respirando antes de hablar y nunca juzgando”.
No obstante, Alba Alonso también hace hincapié en que “esta supervisión no debería comenzar en la adolescencia, ni siquiera en la pre-adolescencia, sino en la primera infancia. Aun cuando todavía no tengan su propio móvil, el uso que nosotros le permitimos del nuestro ya está marcando muchos hábitos y límites”.
¿Recordáis cuando os sacasteis el carné de conducir? Primero tuvisteis que aprender las normas de circulación, los riesgos y las instrucciones de uso. Luego, pasasteis por un período de prueba para mejorar vuestras habilidades al volante y, una vez preparados, pudisteis lanzaros a la carretera con confianza y dominio de las competencias necesarias. Pues con el uso del móvil de vuestros hijos e hijas debería pasar lo mismo, solo que en este caso vosotros, padres y madres, sois los que debéis establecer esas determinadas normas: como la DGT, pero de vuestra propia familia.
Como bien indica Alba Alonso, “son adolescentes, su cerebro todavía no está maduro, buscan el riesgo y no son capaces de ver las consecuencias negativas de sus acciones. Por eso necesitan que estemos ahí. Eso sí, siempre desde nuestra función como madres y padres que saben en qué andan sus hijos, también en el mundo virtual, y no como colegas”.