Andrea Zambrano (con cuya presencia tenemos el honor de contar el 6 de mayo en un taller sobre talento en Barcelona) comparte un informe de su profesora de parvulario en el que, ya con tres años, la educadora subrayaba las carencias y debilidades de Andrea para reflexionar sobre las etiquetas, tan usadas en la educación de nuestros hijos, y para apostar por el uso de etiquetas positivas, que subrayen cualidades y fortalezas y capten potencialidades. Si nos centramos en lo negativo, reforzaremos lo negativo y colocaremos a nuestro hijo ante un callejón sin salida. En definitiva, un artículo imprescindible para reflexionar.
Soy una niña de tres años tímida, sensible y algo introvertida. Necesito mi tiempo para acercarme a la gente y contarle mis cosas. Soy alegre, tengo las ideas claras y me gusta jugar con mis amigas. Cuando me preguntan en clase o los mayores quieren que hable, me siento abrumada. No me gusta ser el centro de atención (soy sensible, ¿recuerdas?). Cuando esto pasa, a veces se enfadan conmigo como si estuviera haciendo algo mal.
Mi profesora del parvulario (P3) dice esto de mi:
“ Andrea ha demostrado ser una niña bastante segura de sí misma. No se ha mostrado extremadamente tozuda y caprichosa y, pocas veces ha reaccionado ante las situaciones que le provocan tensión con rabietas.
Aunque es responsable con sus cosas y sus obligaciones, en ocasiones intenta llamar la atención mostrándose más infantil […] Por lo general Andrea es alegre, pero cada mañana le cuesta entrar en los juegos de sus compañeros. Muestra cierta timidez.
Aunque sus progresos durante este trimestre han sido evidentes, podría haber obtenido mejores resultados ya que su participación en las actividades orales ha sido escasa. Sus respuestas suelen ser correctas pero prefiere no responder por comodidad.
Andrea podrá obtener muy buenos resultados siempre que haya un esfuerzo por su parte. Su actitud de este trimestre podría haber sido mejor. Con sus amigas se ha mostrado poco tolerante y sincera. Debe cuidar este aspecto. Esperamos un esfuerzo de Andrea para el curso próximo. Es imprescindible un cambio de actitud demostrando más sentido de la responsabilidad. “
Quizás lo has intuido, ¡tachaaaaan! este informe habla de mi.
¿Qué te llama la atención de este escrito?
A mi, lo que me llamó la atención la primera vez que lo leí es dónde está puesto el foco de atención… ¿en los problemas? o ¿en las posibilidades?, ¿en lo que Andrea tiene? o ¿en lo que a Andrea le falta?, ¿en mis potencialidades? o ¿en mis debilidades?
Lo cierto es que este informe dice muy poco de mis talentos, de quien soy y de quien puedo llegar a ser. Más bien es una descripción bastante exhaustiva de quien no soy, de lo que me falta, de mis debilidades.
Motivador… ¿Verdad?
Pues esto es lo que hacemos muchas veces con los niños con la intención de ayudarles a mejorar. Sin embargo, lo que estamos haciendo es etiquetarle (en negativo, claro), disminuir su autoestima y devolverle una imagen negativa de sí mismo. En definitiva, estás logrando el efecto contrario al que deseas.
También me llama la atención otra cosa del informe: ¿Os habéis fijado la cantidad de “peros” y “aunques”? (he marcado en negrita los elementos negativos y obstaculizantes del relato).
El “PERO” ¡es el borrador universal! ¡Todo lo que vaya delante de un pero queda invalidado! Nuestro cerebro no lo registra. Así que te lo estás cargando. Si dices: “Sus respuestas suelen ser correctas pero prefiere no responder por comodidad” en realidad tu cerebro se queda con “Andrea prefiere no responder por comodidad”, lo que es igual a “Andrea es comodona”.
¿Ves cómo funciona esto de poner etiquetas? Fíjate como cambia si decimos lo mismo pero con un barniz positivo (he reescrito el informe de forma constructiva):
“Los progresos de Andrea durante este trimestre han sido evidentes. Sigue participando poco en clase, pero cada vez se muestra más abierta a hacerlo y con una actitud más proactiva. Andrea progresa a muy buen ritmo y confiamos que en podrá obtener muy buenos resultados a final de curso”.
Dice lo mismo y, además, llega muy diferente… ¿Verdad?
Es difícil no poner etiquetas, lo hacemos continuamente. Nuestro cerebro necesita hacerlo para sobrevivir. No obstante, podemos elegir qué clase de etiquetas queremos poner ¿positivas o negativas? Por ejemplo, en mi caso: Andrea ¿tiene una gran sensibilidad? o ¿es tímida?, ¿es alegre? o ¿es cómoda?, ¿es segura de si misma? o ¿es tozuda? Todo es verdad. Lo que a veces nos pasa desapercibido es el hecho de que allí donde pongo mi atención pongo también mi energía. Es decir, si veo a mi hijo como alguien tozudo, ese es precisamente el rasgo que voy a potenciar. Y si lo veo como alguien alegre, lo mismo. ¿Ves la importancia de positivizar? Es la “profecía autocumplida”.
Lo curioso de todo esto es que (y lo puedo decir con la perspectiva de los años) muchas de las cosas que se dicen, son verdad. Me puedo sentir identificada con lo que ya dicen de mí a los 3 años. Y cuando digo que es verdad, significa que aquellos pueden ser algunos de mis puntos débiles, mis vulnerabilidades. Todos tenemos nuestras carencias (los niños también), y poner ahí nuestra atención, además de cruel, es injusto. Haciendo esto, no estás poniendo en valor todo lo que sí es tu hijo o hija (todos somos muchas cosas) sino lo que no es. Desde esta pespectiva, no hay nada que construir. No seas tú (como padre/madre)quien le ponga ante un callejón sin salida.
Imagen de portada: Shy. Fuente: Findingtheobvious/Flickr
Si te interesa regalarte una tarde y una mañana para reflexionar sobre estos temas, aún estás a tiempo de apuntarte a nuestro encuentro el 8 y 7 de mayo en Barcelona.