Un estudio revela el secreto para que los niños coman verdura, y no nos parece nada educativo

Los investigadores aseguran que recompensar a los más pequeños por probar un vegetal aumenta su disposición a hacerlo

Hace una semana, todos los medios de comunicación se hacían eco de un estudio realizado en Holanda que parecía dar con la clave o el secreto para que los niños comieran verdura. Las conclusiones del estudio fueron las siguientes: aquellos niños a los que se les daba una recompensa a cambio de que probasen verduras, estaban más dispuestos a hacerlo que a los que no se les ofrecía ninguna recompensa.

Lo cierto es que este estudio no revela nada nuevo. Estamos muy acostumbrados a premiar las que consideramos buenas conductas de nuestros hijos e hijas y a castigar las erróneas, sin embargo, prácticamente todos los psicólogos, pedagogos y expertos en educación llevan años advirtiendo de las consecuencias de motivar a nuestros hijos utilizando premios y castigos.

La motivación no se cultiva a corto plazo

Puede que esta estrategia nos funcione a corto plazo y nuestro hijo o hija nos termine haciendo caso, pero lo que está aprendiendo realmente es que la única razón para comer verdura es conseguir una recompensa. ¿Qué pasará cuando no estemos delante o nadie le recompense?, ¿cuál será la motivación que les lleve a comportarse de la manera que nosotros esperamos?

Al fin y al cabo, como dice el psicólogo Alberto Soler, “si nuestros hijos siguen las normas solo por miedo a las represalias o por conseguir un premio, en el momento en que nos giremos, dejarán de seguirlas”.

Premiar y castigar conductas para corregirlas hará que “la ilusión del premio o el miedo a las represalias muchas veces se convierten en la principal motivación de nuestros hijos para realizar o no un determinado acto”.

Entonces, ¿cómo conseguimos que nuestros hijos coman verduras?

No debemos olvidar que la educación de nuestros hijos es un proyecto a largo plazo. Si de verdad queremos que nuestros hijos adquieran el hábito de consumir alimentos saludables, debemos seguir algunas recomendaciones:

1.Haz un ejercicio de empatía

Lo primero que tenemos que hacer es hacer un ejercicio de empatía, ponernos en el lugar de nuestros hijos, tratar de comprender por qué no quieren comer. Es posible que se deba a que no le gusta ese alimento. En ese caso, podemos probar otras formas para prepararlo. Y, sobre todo, aceptar que a nosotros tampoco nos gustan todos los alimentos que hay disponibles, y que no pasa nada. Si a nuestro hijo no le gusta el brócoli, no le tenemos que dar brócoli. Buscaremos otra verdura que le guste. Lo importante es que coma verdura, da igual cuál sea. Con el tiempo, irá familiarizándose con el sabor y textura de otras verduras y acabará comiéndolas, pero si le obligamos a comer algo que aún no tolera, acabará aborreciendo este alimento.

2.Tener muy claro que la compra la hacemos nosotros

La responsabilidad de escoger los alimentos disponibles en nuestra casa es solo nuestra. Por tanto, y como dice siempre el nutricionista Julio Basulto: “no hay que obligar a un niño a comer sano, hay que dejar de darle productos insanos”.

Si en casa hay todo tipo de alimentos malsanos, será muy difícil impedir que acabe comiendo estos alimentos.

3.Dar ejemplo

Muchas veces no somos conscientes de que educa más lo que hacemos que lo que decimos. En este sentido, sí queremos que nuestros hijos coman verdura, legumbres… debemos ser nosotros los primeros que comamos estos alimentos. Sí, en cambio, les pedimos que coman brócoli pero nos ven comiendo a nosotros pizza, nunca vamos a conseguir que coman brócoli.

4.No mal educar su paladar

¿Has pensando que tu hijo no come fruta porque su paladar se ha acostumbrado al potentísimo sabor de los batidos, cereales de desayuno, galletas, bollos?”, nos pregunta en su libro Basulto.

Sobre esto también reflexionaba la divulgadora Catherine L’Ecuyer en uno de nuestros eventos: “Un estudio realizado en 2011, consistió en dar bebidas gaseosas azucaradas a un grupo de personas durante un mes. Una vez finalizado dicho estudio se dieron cuenta de que esas personas tenían más dificultad para percibir sabores, porque habían sido expuestas a una altísima dosis de azúcar. Lo cual explica porqué cuando llevamos el bollo azucarado o las chuches de merienda a los niños, o cuando añadimos en las papillas azúcar o sal para ayudar a que coman mejor, a los niños luego les cuesta tanto comerse una manzana, unas espinacas o unos garbanzos. El gusto está sobre estimulado, baja la sensibilidad, sube el umbral de sentir y ese niño necesita cada vez más estímulos artificiales para poder percibir las cualidades de los alimentos”.

Como vemos, el paladar se educa. Si acostumbramos a nuestros hijos a productos muy palatables, azucarados, sabrosos, luego no disfrutarán del sabor de la comida real.

5.No caer en el error de pensar que hay alimentos para adultos y alimentos para niños

Es común ir con niños a un restaurante a comer y que nos ofrezcan, además de la carta normal para nosotros, el menú infantil. ¿Qué alimentos suelen ofrecerse en estos menús? Macarrones con tomate, nuggests de pollo, pizza, patatas fritas…

¿De verdad que los niños tienen que comer esos alimentos? Luego nos quejamos de que no comen verdura. Como dice la nutricionista y farmacéutica Boticaria García: “el menú infantil no existe, son los padres”. Y esto es algo que deberíamos grabarnos a fuego si queremos que nuestros hijos vayan apreciando el sabor de las verduras.

6.Tener paciencia

Nuestro hijo no va a comer todas las verduras, todas las frutas, todas las legumbres de buen a grado de la noche a la mañana. Debemos tener paciencia y no tirar la toalla. Encargarnos de nuestra parte de responsabilidad (ofrecer en casa alimentos saludables y limitar los que no lo son). Lo demás, ya llegará.

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María Dotor

Tener solo unas líneas para presentarse no es fácil. Espero hacerlo bien 😉 Soy periodista y amante de la educación. Una de mis frases favoritas es: “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” de Paulo Freire. Por eso creo que es tan importante tomárnoslo en serio. Por eso, y porque educar es el más apasionante e importante de los viajes. ¿No crees?

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