En nuestra sociedad actual, estamos expuestos a múltiples desafíos y responsabilidades como padres. Sabemos que la educación de nuestros hijos es una tarea compleja y requiere un enfoque consciente, pero, ¿cómo podemos hacerlo de manera correcta?
La psicóloga Úrsula Perona ha coordinado el manual 9 reglas para una educación consciente, en el que cuenta con autores de referencia como Rafa Guerrero, Silvia Álava, Leo Farache, Begoña Ibarrola, Marina Marroquí, Diana Jiménez, Pedro García Aguado y Gabriel García de Oro. Hemos charlado con ella para que nos cuente en detalle cuáles son los pilares para educar a nuestros hijos desde la consciencia y el respeto a su desarrollo.
PREGUNTA: Úrsula, ¿podrías explicarnos qué es la educación consciente y por qué es tan importante como para que 9 grandes expertos os reunáis para escribir este libro?
RESPUESTA: Una educación consciente es aquella que tiene en cuenta muchos factores. Es consciente de la edad del niño, de su etapa evolutiva, de sus necesidades, de las particularidades de cada tipo de personalidad, según el temperamento de cada niño, qué es lo que puede necesitar de nosotros o no. Es una educación consciente de que precisamente si no somos conscientes de ello, podemos proyectar muchas de nuestras carencias, de nuestras frustraciones o de nuestras heridas emocionales en nuestros hijos y convertirlos en una extensión o en una sublimación de aquello que a nosotros nos hubiera gustado ser, olvidando su verdadera naturaleza y su verdadero propósito de vida. Cada niño es un ser independiente de nosotros, que ha venido aquí a hacer su propio recorrido, su propio aprendizaje, a tener sus propias vivencias y, a veces sin darnos cuenta, en vez de ayudar en ese proceso, lo que hacemos es limitarlo, entorpecerlo.
El por qué reunir a nueve profesionales de diferentes ámbitos, pues yo creo que porque es enriquecedor cuando surge la idea de este libro de tratar de encontrar esos nueve pilares sobre los que asentar la educación de nuestros hijos, como pueden ser el amor, los límites desde la disciplina positiva, aprender a poner límites desde la disciplina, pero con respeto y con amor. La comunicación, otro aspecto importantísimo, pues qué mejor que buscar a personas que son expertas en cada área, que se dedican a la educación y que pueden aportar algo desde su especialidad y su experiencia.
P: De las 9 reglas que tratáis en este manual, ¿cuál consideras que es la más imprescindible? Es decir, aquella que no podría faltar en una educación consciente.
R: No sería capaz de decir que uno de esos pilares fuera más importante o más determinante que otros. Creo que el ser humano es muy complejo, que tenemos muchas aristas, muchos recovecos y que todos son importantes. Si faltan las patitas que sostienen la mesa del equilibrio y el bienestar emocional de una persona, imagínate que una patita es el trabajo, otra patita es la familia, otra la pareja y otra la espiritualidad. Dentro de todas las áreas que conforman una persona, cualquiera de las patitas que falle, la mesa ya se tambalea. Entonces, no creo que haya unas más importantes que otras. Quizá el orden nos puede indicar un poco de dónde partir, porque eso sí es importante. Si, por ejemplo, tú no has establecido una correcta relación emocional con tu hijo, si no tienes un vínculo de apego seguro, pues ya va a empezar a faltarle autoestima y puntos de apoyo, por tanto, su estructura emocional se tambaleará y de ahí van a derivar otras dificultades y otros problemas. Con lo cual, quizá el orden de los capítulos nos pueda indicar un poco, no tanto la prioridad, pero sí por dónde empezar.
P: En varias ocasiones, te reiteras hablando de otro tipo de crianza. ¿Por qué crees que es necesario cambiar el tipo de educación? ¿No consideras que, por lo general, se trate adecuadamente?
R: Es verdad que repito mucho lo de que es necesario otro tipo de crianza y de verdad estoy segura de que otro tipo de crianza es posible. Solo hay que ver a nuestro alrededor los índices de infelicidad, de problemas de salud mental que hay, pero no solo en nuestros hijos, sino en los adultos. La crianza se ha convertido en algo estresante, que nos angustia, que nos llena de preocupaciones, que nos hace sentir inseguros. No acabamos de disfrutar y de ser felices con la crianza. Pero eso no es culpa nuestra, es culpa de muchos factores, entre ellos, las dificultades para conciliar las circunstancias del mundo en que vivimos. Y al margen de eso, yo, que trabajo con niños y adolescentes, veo tantos problemas de salud mental, tanto sufrimiento, cada vez a edades más tempranas, que, obviamente, me hace pensar que tenemos que cambiar las cosas.
“No acabamos de disfrutar y de ser felices con la crianza”, Úrsula Perona
Y yendo un poquito más allá y extrapolando a la sociedad, es verdad que hemos evolucionado mucho, y eso es algo positivo, pero tenemos que seguir con esta revolución, poniendo más atención a las emociones y a todos los aspectos que durante muchísimos años de evolución han sido olvidados en la especie humana por supervivencia. Simplemente, si estabas ocupado tratando de no morir de hambre, pues no te ibas a a preocupar de autorrealizarte personalmente, pero hemos llegado a un punto de la evolución humana en que si no conseguimos esa autorrealización, si no cuidamos nuestra espiritualidad, vamos a ser muy infelices porque ya hemos cubierto todas las necesidades básicas. La mayoría de nosotros las tiene cubiertas y, por lo tanto, van apareciendo necesidades nuevas y tienen mucho que ver con el bienestar psicológico y emocional de las personas.
P: Insistes en que el amor es fundamental y que sin este sentimiento no podríamos vivir, pero, ¿cómo podemos saber si queremos bien a alguien? Tal vez querer mucho no es suficiente porque no lo sabemos hacer correctamente.
R: El amor es muy importante en la vida de las personas y te diría que casi es lo más importante, porque el amor no solo es el amor al prójimo, el amor es el amor a uno mismo, lo que te permite tener una sana autoestima y te permite respetarte a ti mismo, lo hará que te respeten también los demás. El amor es la amistad, es el amor a la naturaleza, a los animales, a la vida. Y sí que se puede aprender a amar bien y se debe enseñar a amar bien. Por eso, es tan importante desde el nacimiento aprender a amar y aprender a demostrar ese amor en el lenguaje que las personas de tu entorno, y en este caso tus hijos, son capaces de leer.
Todos no tenemos el mismo lenguaje del amor, eso lo explico en el primer capítulo del libro. Hay personas que demuestran su amor a través de palabras diciendo “te quiero”, “eres importante para mí”, “me siento orgulloso”, y a otra persona eso no le llega. Le llega más una atención, un regalo, sentirse cuidado. Entonces, desde la consciencia, yo observo a mis hijos y veo qué es importante para cada uno de ellos según su personalidad. A lo mejor uno es muy independiente y no necesita apenas pasar tiempo conmigo, y la manera en que él recibe mi amor es otra. Y, sin embargo, para otro de mis hijos la presencia es fundamental y es la manera en que se siente querido y acompañado, importante y me necesita mucho más. Entonces, conocer bien a nuestros hijos y saber qué necesitan de nosotros y cuáles son sus lenguajes del amor es importante para que no se pierda ese mensaje, porque nadie tiene una bola de cristal. Y si no expresamos bien el amor en el lenguaje que el otro es capaz de entender, probablemente no le llegue.
P: ¿Por qué afirmas que el hecho de que nuestros hijos sepan amar correctamente o no depende en gran parte de nosotros, los padres?
R: El hecho de que nuestros hijos aprendan a amar correctamente, tanto a ellos mismos como a los demás, tiene una parte caracterial que no depende de nosotros. Es decir, viene determinada genéticamente, su tipo de personalidad, su tendencia a tener ya de salida una sana autoestima o una autoestima más vulnerable. Pero hay otra parte muy importante que sí que depende de varios factores: de nosotros mismos como padres, que es la impronta más primigenia que van a recibir, de sus iguales, de sus amigos, luego de sus competencias, de lo que consiguen hacer. Si tú vas consiguiendo logros, metas, pues tu autoestima va creciendo. Y luego otra parte relacionada con que tú te amas a ti mismo de la misma manera que vas a amar a los demás. El amor a uno mismo es el primero que hay, pero en el amor a los demás también está el modelaje. ¿Qué modelo ven nuestros hijos en nosotros? Cómo ven que nosotros cuidamos nuestras amistades, que les demostramos el afecto, cómo nos cuidamos en pareja, el respeto, todo eso va a modelar también su forma de amar. Así que es importantísimo nuestro papel en todo esto.
“El amor te permite tener una sana autoestima y te permite respetarte a ti mismo”, Úrsula Perona
P: Dices que debemos amar incondicionalmente a nuestros hijos porque si no van arrastrar heridas toda la vida. Con la educación que tenemos en la actualidad, ¿consideras que no transmitimos este amor incondicional a nuestros hijos?
R: El amor incondicional de padres a hijos es el único que existe, todos los demás tienen condiciones. Un amor de pareja está condicionado, si no me das lo que quiero o si no me aportas, pues te dejaré de querer. Sin embargo, el amor de los padres o hijos supera casi todos los obstáculos. Y tiene que ser así. ¿Es difícil amar incondicionalmente? Yo creo que no, lo que es difícil, tal vez, es que el niño se sienta amado incondicionalmente por nosotros. ¿Por qué? Porque muchas veces aparece o hacemos muy conscientes sus carencias, en qué nos decepcionan, sus fallos, cómo nos gustaría que fueran y no son, de una manera más o menos sutil, a veces muy poco sutil. Y Eso va minando porque ahí ya no hay incondicionalidad. Si yo le digo a mi hijo que me gustaría que estudiara una carrera y mi hijo resulta que quiere ser peluquero, pues ya siente que me está decepcionando, que mi amor puede estar vinculado a lo que él decida estudiar o no, o al rendimiento académico o a cualquier otra cosa. Esa es la tarea difícil, que se perciban y que seamos capaces de transmitirles ese amor incondicional, que les amamos simplemente por existir, por ser como son, independientemente de lo que hagan.
P: Hablas mucho de la autoestima. ¿Por qué está tan relacionada con la felicidad? ¿Cómo podemos fomentar una autoestima sana en nuestros hijos?
R: La autoestima es uno de los pilares de la felicidad, de la integridad de la persona, de que se pueda conducir adecuadamente en la vida, de que sea capaz de orientarse a la consecución de logros y de metas. Una de las cosas que tienen en común casi todos los pacientes que vienen con problemas de depresión o de ansiedad, que hoy en día son los que más, o problemas de dependencia emocional, de relaciones sociales, de habilidades sociales, casi siempre debajo subyace una baja autoestima. Entonces, una autoestima saludable es muy importante porque nos va a hacer poder desenvolvernos desde la confianza en nosotros mismos, sintiéndonos seguros y siendo menos influenciables por los demás. Por ejemplo, las redes sociales. Si yo tengo una buena autoestima, me impactarán menos todas esas imágenes de cuerpos ideales con expectativas poco realistas.
Así que una buena autoestima no es una garantía al 100% de que vayamos a ser felices, pero sí nos va a permitir transitar el camino de la vida con más amabilidad porque sentirse inseguro con uno mismo, decepcionado con muchos aspectos que no nos gustan, pensar que valemos menos que los demás o que no estamos a la altura, es algo que te inhibe, que te limita, que te hace meterte en relaciones desiguales de pareja o de amistad porque crees que no mereces algo mejor. Te dificulta poner límites a los demás, expresar realmente lo que quieres y necesitas. La sombra de la autoestima, o más bien de una baja autoestima, es muy, muy larga.