Esta es, seguramente, una frase que nos gustaría que nuestros hijos dijeran de sí mismos. Y esta es la frase que puede decir el niño del relato que hoy nos escribe Maria Soto, de Educa Bonito con Disciplina Positiva. Se suele cruzar con él por la calle y María cree que sus padres lo han educado con confianza, con afecto y con valentía, transmitiéndole, sin duda, que él es capaz.
En mi visión condicionada, limitada y limitante siempre creí que paseaba acompañado.
Cada vez que me cruzaba con él, casi a diario, involuntariamente buscaba a su alrededor con la mirada esperando encontrarme a un/a adult@ cerca, vigilando. Con todos sus reflejos e instintos de protección centrados en su nuca.
Imposible que fuera solo.
Desde una perspectiva relajada y facilona, en la que el juicio vuela a la velocidad de la luz, esa sección de mi cerebro que yo creía en extinción se formó una composición de lugar echando mano de todos mis prejuicios. ” Tienen que haber alguien siguiéndole, por si acaso”
Pero no.
Ese niño con el que me cruzo casi a diario, atraviesa una avenida principal y varias calles bastante empinadas, totalmente solo.
Nadie le acompaña cuando nos esquiva a todos con la prisa de quien nunca llega tarde.
Ni cuando le pierdo de vista cuando se despeina bajando cuestas.
Ese niño nos da un millón de lecciones cada día a los que le miramos desde arriba, sin necesidad de usar una silla de ruedas, sin hacer nada más que plantarse ante su vida y decirnos : YO SOY CAPAZ.
Y una vez más me quedo con ganas de abrazar a unos padres, que han sabido mirar de frente la parálisis cerebral de su hijo, con confianza, aliento y un corazón enormemente valiente.
Desde aquí mi cariño, mi aplauso, mi reverencia y mi agradecimiento por vuestro INMENSO ejemplo.
Imagen: Boy in wheelchair feeding birds. Fuente: Don Gunn / Flickr.