Las comidas con nuestros hijos e hijas pueden convertirse en uno de los peores momentos del día. Nos desesperamos porque no comen como queremos, porque creemos que no comen lo suficiente, porque no les gusta las verduras, porque creemos que van a comer así de mal siempre…
Se pueden aprender a gestionar las situaciones difíciles que genera la comida, y podemos conseguir que la relación con la comida tanto nuestra como la de nuestros hijos mejore. Amaya de Miguel, mentora de familias y creadora de ‘Relájate y educa’ nos cuenta en nuestro curso ‘Rabietas y límites desde el respeto’ que debemos revisar las actitudes que tenemos con nuestros hijos cuando llega la comida para evitar estas situaciones complicadas:
Podéis acceder al curso ‘Rabietas y límites desde el respeto’ aquí.
- Amenazas: “hasta que no te comas todo esto, no te levantas de la mesa”
- Dejemos atrás los premios y castigos: si te comes más te doy el postre. Sin embargo, cuando no haya postre no habrá motivación para comer.
- Convertir nuestra casa en un restaurante: los adultos somos quienes decidimos qué se come.
- No nos obsesionemos con la cantidad de comida que coman: respetemos el cuerpo y la saciedad de nuestros hijos. No les obliguemos a comer de más. Son fases de su desarrollo en los que quizás no les guste comer, pero eso no significa que vaya a ser así siempre. Amaya de Miguel nos recuerda un mantra que podemos seguir: “Mi hija está sana aunque no coma tan verdura como a mí me gustaría, o aunque en una fase de su vida no pruebe la verdura”.
Asimismo, es importante que en estas comidas no haya pantallas. Cuando se come con dibujos o con otros productos audiovisuales, perdemos de vista lo que estamos comiendo, y los niños no saborean, no perciben las texturas y no saben qué cantidad están comiendo.
Ejemplos de situaciones difíciles con la comida
Os traemos varios ejemplos en los que las comidas se nos hacen cuesta arriba:
Mi hijo solo quiere comer dulce
A media mañana o a la hora de merendar es muy habitual ver a niños comer dulce. Al darse con asiduidad, nuestros hijos e hijas se han acostumbrado al sabor y nos piden más y más dulce. Cuando se dé esta situación, Amaya de Miguel es tajante: es mejor que no compremos dulces ni galletas, porque si los compramos, nos los van a pedir. “Una alimentación sana empieza en la lista de la compra”, señala.
Otra opción es realizar postres en casa juntos. Podemos hacerlas juntos y así podemos controlar el nivel de azúcar que consumimos. “Vais a tener conexión y vas conseguir crear hábitos saludables haciendo comida que se acerca más a lo que tú quieres y a tus valores”.
Mi hijo no aguanta sentado en la mesa
A veces nuestros hijos son muy motrices y no pueden aguantar sentados más de 20 minutos en la mesa. Para estas situaciones, y cuando son pequeños, Amaya de Miguel aconseja tener una mesita pequeña al lado de nuestra mesa en donde pueda estar sentado el niño, ya que en las tronas se pueden sentir encerrados y en nuestras sillas normales no se sienten cómodos y no llegan a la altura. En esta mesa más baja se pueden sentir más libres.
Aún así, si necesita moverse, la experta recomienda que les dejemos que lo hagan. “No es tan grave, son etapas”, apunta. Por eso, debemos dejar que el motor que lleva dentro funcione y se mueva. No por dejarles moverse cuando son pequeños y comen, no van a saber estarse quietos en la mesa en un futuro.
Mi hijo no quiere comer solo
Cuando se da esta situación es un síntoma de que nuestro hijo necesita que le prestemos atención. Necesita que le demos la comida y necesita que estemos con ellos al comer porque necesita sentir esa protección. Amaya propone que, para que poco a poco dejemos de estar con ellos en las comidas, les demos la atención también en otros momentos del día. “Voy a asegurarme de pasar tiempo con él y estar presente”, apunta Amaya.
Si creemos que es el momento de que coma solo, Amaya señala que debemos dejar de darle de comer, y que por hacerlo no somos malos padres ni madres. “No nos preocupemos si no come tanto como nos gustaría, es una transición, van a ser unos días en los que va a comer menos, en los que va a comer mucho con la mano y se van a manchar, y no pasa nada. Son fases de aprendizaje”. “Además cuando comen ellos solos, están más en sintonía con su cuerpo y comen la cantidad adecuada para ellos y no la cantidad que tú crees que es adecuada”, añade.
Mi hijo se eterniza para comer
Muchas veces el motivo por el que nuestros hijos se eternizan comiendo es porque les obligamos a terminarse todo lo que está en el plato. No debemos obligar nunca a nuestros hijos a terminarse la comida en el plato. El cuerpo de nuestros hijos es un mundo y nunca debemos obligarles. “Sírvele pocas cantidades, no las cantidades que a ti te gustaría que comiese (siempre en niños sanos, que no tienen una condición médica)”, apunta. Podemos usar un reloj de arena para cronometrar el tiempo para comer. No nos debemos agobiar si no acaba todo. Luego le va a entrar hambre, nos va a pedir comida y va a comer. Debemos dejar que ellos mismos escuchen a su cuerpo.