Los conflictos entre hermanos no tienen por qué ser malos o negativos. Las peleas les pueden aportar habilidades para gestionar los conflictos cuando sean adultos como puede ser la negociación, la cooperación o el ceder. Pero si estas producen un clima de malestar en el hogar o implican un alto grado de agresividad, hay que saber cómo podemos ayudarles para gestionarlas.
Amaya de Miguel, mentora de familias y creadora de ‘Relájate y educa’ nos cuenta en nuestro curso ‘Rabietas y límites con respeto’ qué podemos hacer para que nuestros hijos e hijas en sus peleas lleguen a acuerdos y a negociaciones.
¿Por qué se pelean los hermanos?
La experta educativa argumenta que el principal motivo por el que los hermanos se pelean es por nuestra atención. Ellos quieren y desean que la atención nuestra solo esté para ellos, no para el resto de sus hermanos.
Es normal que necesiten de nuestra atención y que la pidan exclusivamente, pero tenemos que hacerles ver que van a tener de cualquier forma nuestra atención, incluso si la tenemos que compartir con sus hermanos.
Formas de gestionar las peleas
Amaya de Miguel señala tres maneras de abordar las peleas entre hermanos
Inteligencia emocional
Los celos o el odio es una emoción muy fuerte, pero no podemos negarles a nuestros hijos e hijas que las sientan. “No les corrijas sus emociones. Tenemos que nombrarlas. Hay que ponerles el nombre”, señala. Pongamos un ejemplo para ver cómo se podría gestionar. Debemos describir y nombrar lo que ocurre: veo que tiras del pie de tu hermano cuando le estoy dando de mamar. Lo que no te gusta es que le dé de mamar porque quieres que te tenga a ti en brazos. Tras esto, le damos una alternativa en el que entienda que tenemos su atención en él: por qué no te sientas a mi lado con este cuento hasta que termine.
De esta forma le estamos nombrando lo que ocurre, sin juzgarle y le das lo que necesitas. Si tiene que esperar a que terminemos con su hermano, se lo decimos.
Los niños o niñas pueden decir hacia su hermano que preferirían que hubiese nacido. Como madres y padres quizás nos echemos las manos a la cabeza y queramos que paren de decir esto. Pero no podemos negarles esas emociones y si les decimos “pero cómo dices eso, tienes que tener a tu hermano”, su emoción negativa va a ser el doble. Ante las conductas que les producen las emociones negativas hacia los hermanos, Amaya de Miguel señala que debemos encontrar la alternativa que les ayude a calmarlos, como puede ser darse una ducha, amortiguar un grito o estar un rato con nosotros.
Autoestima y amor incondicional
Tenemos que fijarnos en cómo hablamos a nuestros hijos e hijas, qué palabras usamos y qué actitudes adoptamos ante cada uno de ellos. Puede que uno de nuestros hijos sea más rebelde y le hablemos con más dureza. Puede que a nuestra otra hija la hablemos con más dulzura. Puede que a uno le regañes y al otro le sonríes. “Cuando te observes, te vas a dar cuenta de tus asimetrías”, comenta la experta. Por eso, debemos dar amor incondicional a cada uno de ellos sean como sean y tengan el comportamiento que tengan. Cuando se pelean, cuando os enfadáis, ahí también hay que mostrar el amor incondicional.
La atención y el amor no debe tener interferencias, y debemos adaptarnos a sus necesidades. Para ello, es esencial que dediquemos siempre un ratito a cada uno de ellos. Es importante expresar el cariño físico a diario: abrazos, darle la mano, besos…
Cada uno de ellos se tiene que sentir importante en la familia. Hay que hacerles sentir especiales a cada uno. Por eso, busquemos cada cosa de nuestros hijos e hijas que aporte en la familia
Gestión del conflicto
Debemos ver cuándo es necesario intervenir en las peleas y cuando no. Amaya de Miguel apunta que cuando hay humillaciones y golpes fuertes debemos intervenir. Cuando se interviene, no debemos ser el juez y decir, tú tienes razón y tú no. Nuestra misión es parar la batalla y separarlos. Después hay que convertirse en un mediador, para que poco a poco ellos mismos vayan encontrando las soluciones.
Cuando estés mediando, se les puede enseñar a hablar desde el yo. Por ejemplo, yo me siento mal porque estaba con el móvil y me lo has quitado de la mano. En esta familia tenemos una norma que es que no se quita nada de la mano. ¿Me lo puedes devolver? La otra persona puede decir: yo me siento mal porque no me dejas tener el móvil y acordamos que lo íbamos a compartir. De esta forma, tus hijos están hablando de las emociones que les ha generado el conflicto y pueden ser asertivos el uno con el otro.