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Por qué parece que nuestro hijo adolescente pasa de todo y qué podemos hacer al respecto

Sara Desirée Ruiz, educadora social especializada en adolescencia, nos ayuda a entender a nuestro hijo y a seguir unos pasos básicos en nuestra relación con él

Tal vez pensemos que nuestro hijo adolescente se muestra indiferente ante la mayoría de cuestiones y situaciones. Pero esto, tal y como nos recalca Sara Desirée Ruiz, educadora social especializada en adolescencia, no es cierto. Más bien es producto del complejo momento del desarrollo por el que pasa. Este momento del ciclo vital, el cerebro centra todas sus energías en orquestar las tareas evolutivas que se deben realizar para llegar a la vida adulta.

Las hormonas tienen mucho que ver con esa aparente apatía o el desinterés que a veces
interpretamos en nuestro hijo. En esta etapa los cambios hormonales afectan nuestro desarrollo físico y emocional. Las hormonas sexuales pueden influir en el estado de ánimo y la energía. La hormona del crecimiento contribuye al desarrollo físico, pero también puede afectar el sueño y el estado de ánimo y puede causar somnolencia y fatiga.

Estos cambios hormonales, según la educadora pueden llevar consigo un estado de apatía al que se suman los cambios en los patrones de sueño y el resto de procesos cerebrales complejos de la etapa, y pueden dar como resultado, entre otras cosas, cambios de humor frecuentes, una sensación de agotamiento emocional o falta de motivación que encontramos en nuestro hijo.

En su estado y su conducta también impactan el estrés, la falta de ejercicio, una mala alimentación o los problemas emocionales que se dan en el entorno familiar o como resultado de las experiencias que se viven en la etapa entre iguales y en el entorno académico.

Todo este desbarajuste, todo este caos introspectivo y la tendencia a vivir en soledad, puede hacer que a nuestros ojos los adolescentes parezcan personas desganadas, desmotivadas, desinteresadas o apáticas, cuando lo que les sucede es que están inmersas en un montón de sensaciones de diversa índole y experimentando procesos orgánicos que les sobrepasan.

A todo esto se suma la necesidad de diferenciarse de la familia. Recordemos que las personas adolescentes son más creativas que nunca, más autoconscientes y sienten unas enormes ganas de descubrir el mundo, empujadas por una gran curiosidad
que las lleva a realizar conductas arriesgadas muchas veces. En resumen, esto les lleva a adquirir autonomía suficiente para funcionar en el mundo de forma independiente.

Mientras construyen su identidad como personas individuales pueden parecer desinteresadas o indiferentes a nuestras demandas.  La aparente indiferencia adolescente, por lo tanto, puede enmascarar grandes inseguridades y funcionar como una forma de protección ante los retos neurobiológicos, cognitivos, emocionales y sociales de la etapa. Aunque también puede suponer una alerta relacionada con la salud mental, y, siguiendo los consejos de Sara Desirée Ruiz, debemos profundizar y explorar bien cada caso para descartar que la apatía forme parte de la sintomatología de un trastorno del estado de ánimo o un trastorno mental como la depresión, por ejemplo.

 

 

Estas son algunas estrategias que la educadora nos invita a usar cuando contemplamos su aparente indiferencia:

1) Recordar los cambios de la etapa que pueden estar produciendo esta situación y que no se trata de una provocación hacia nosotros, sino del proceso natural de hacerse adulto.

2) Respirar profundamente para evitar intervenir de forma abrupta y desde una mirada adultocéntrica que no respete el momento de desarrollo por el que pasa.

3) Descartar que la apatía forme parte de una situación más compleja relacionada con la salud mental si se observa durante un período de tiempo significativo.

4) Expresar con claridad lo que necesitamos, lo que le pedimos, lo que esperamos de él y lo que debe esperar. Seamos concretos y breves. Es crucial entrenarnos y desarrollar habilidades comunicativas acordes al momento de desarrollo en el que está para facilitar la convivencia, la toma de decisiones menos arriesgadas y el cumplimiento de responsabilidades.

5) Respetar el ritmo que tiene para hacer las cosas. Sus tiempos no son los nuestros. Es esencial ir más allá de nuestra necesidad de inmediatez porque el desarrollo no tiene botón de “fast forward”, no se puede ir hacia adelante. Solo podemos estar en el ahora, acompañando cada momento, estimulando y creando oportunidades de desarrollo.

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