Las rabietas de nuestros hijos nos preocupan, nos desquician, nos agotan, nos llevan a límites insospechados y nos hacen leer mil libros en búsqueda de LA respuesta, cuando lo que encontramos es mil respuestas diferentes y contradictorias. Hasta que un buen día tal vez encuentras, como nos decía la famosa pediatra Lucía Galán (Lucía, mi pediatra) cómo “educar desde nuestro sentir”. Sobre esto va esta historia.
Sara es una niña muy muy intensa de cinco años. Desde casi el año y medio sus padres, Laura y Ricardo, no recuerdan una sola tarde en la que la niña no explotara durante bastante tiempo por alguna cosa: porque su padre le había despegado la pajita de un brick pequeño de leche en la merienda cuando era ella la que quería haberlo hecho (y pretendía que la pajita volviera a estar pegada como por arte de magia), porque la merienda no era de su agrado, porque había que volver a casa del parque, porque había que salir al parque, porque había que bañarse, porque había que salir del baño…
Laura, Ricardo y Sara llevan más de tres años viviendo en una especie de campo de minas porque las rabietas pueden explotar en cualquier momento, en cualquier lugar. Y los padres lo viven exactamente así, con ese dramatismo: como si fuera una batalla que tienen que ganar, como nos decía Alberto Soler. Han probado todas las recetas habidas y por haber en blogs, libros y charlas, todos los tips que aparecen aquí: no hacer caso, salir de la habitación, abrazarla, quedarse cerca, hablarle con empatía y desde la calma, y por supuesto no ceder a caprichos… Pero lo cierto es que cada vez que Sara explotaba, no podían evitar pensar: “Menudo fastidio, ya se nos ha estropeado la tarde”. Y claro, tal vez con ese juicio en la cabeza las recetas salían muy impostadas y el resultado no era bueno.
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Pero un día Laura leyó una reflexión que dejó huella en un artículo de la psicóloga Yolanda Salvatierra, de Kash-Lumn Family Care: “¿hay que contener las emociones o hay que aprender de ellas?“. Y se puso a pensar: ¿qué estaba aprendiendo ella y enseñando a Sara sobre sus enfados tan explosivos? ¿Había llegado a pensar alguna vez sobre lo que podía haber detrás de este fastidio? Siguió leyendo: el niño o la niña “necesita de un adulto que se haga responsable de esas emociones, que las escuche, interprete y les dé el significado que ayude a aprender. Que le ayude a aprender del valor del bienestar. Que le ayude a aprender que puede calmarse cuando algo va mal”. ¿Estaba siendo Laura, juzgando la rabieta como una batalla y un fastidio, ese adulto responsable? Además, por mucho que hubiera leído, ¿su forma de actuar ante las rabietas de su hija daban a entender que sabía eso de que “un “mal comportamiento” nos está expresando un malestar”? Una vez leído el artículo, Laura empezó a ver el miedo en su hija cuando explotaba la bomba de la rabieta, el malestar evidente que sentía al explotar así, la sensación de caída al vacío que dejaba Sara ver de manera transparente si se la observaba con atención y sin el juicio de “qué fastidio”.
Y además leyó otro artículo de María Soto en el que la experta en disciplina positiva y creadora de Educa Bonito señalaba que nos invitaba a imaginar “todos esos “pollos” diarios como aquel llanto de un bebé que suplicaba una necesidad (comer) y estaremos comprendiendo a nuestros hijos e hijas. Si somos capaces de ver y “padecer” (desde el amor, por supuesto) sus peores momentos como una expresión inadecuada de una necesidad, seremos capaces de gestionar el “mal momento” de una forma mucho más respetuosa para todos”.
Solo con esas dos lecturas, Laura comenzó a entender las rabietas de Sara desde la empatía, empezó a ver que su hija no estaba disfrutando montando un numerito ni le estaba echando un pulso. Y aunque seguro que las rabietas seguirían “estropeando” las tardes y explotando en el momento más inoportuno, estas lecturas le ayudaron a Laura a cambiar de perspectiva y entender las rabietas como una emoción de la que aprender y que atender con empatía en lugar de un fastidio que extinguir.
Si quieres saber más sobre las rabietas, no te pierdas esta infografía en la que te damos claves clarísimas sobre qué hacer y qué no ante una rabieta. Puedes descargarla para así tenerla siempre a mano cuando la necesites 😉