El aprendizaje basado en el juego (también conocido como ABJ) es una metodología que permite trabajar multitud de contenidos. No solo en el aula, sino también en casa. Los padres y madres podemos ser los perfectos guías para nuestros hijos aunque no tengamos un amplio abanico de conocimientos sobre el tema. Porque, tal y como nos explica Catherine Stewart, profesora del British Council en Madrid, el juego “puede ocurrir en cualquier momento y en cualquier espacio”.
Los padres podemos ser los perfectos guías para nuestros hijos aunque no tengamos un amplio abanico de conocimiento sobre el tema.
Lo importante, en este sentido, es que nuestros hijos lideren su propio juego, que tomen decisiones, que sean conscientes de lo que necesitan, de cuánto tiempo quieren jugar y de si quieren hacerlo solos o en compañía. Y, sobre todo, que entendamos que existen muchos tipos diferentes de juegos, desde juegos sensoriales y de exploración hasta juegos de simulación, físicos, de fantasía y de superhéroes. Así, cada tipo de juego apoya el aprendizaje y el desarrollo de distinta forma. “Tenemos que darles a los niños la libertad de elegir y de ampliar su juego, ya que es la manera en la que aprenden sobre sí mismos, sobre los demás y sobre el mundo que los rodea”, señala esta maestra.
“Tenemos que darles a los niños la libertad de elegir y de ampliar su juego, ya que es la manera en la que aprenden sobre sí mismos, sobre los demás y sobre el mundo que los rodea”, Catherine Stewart.
Lo que se hace en el aula
En las escuelas en las que lo llevan a cabo, como ocurre con el Colegio Británico, existe un tiempo dentro del horario para que los niños aprendan a través de actividades más abiertas. Así, “en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), los niños pueden trabajar juntos en sus propios proyectos, en los que planificarán, diseñarán y encontrarán los recursos y materiales necesarios”, nos cuenta Stewart. “Los maestros planificamos oportunidades para jugar tanto en el interior como al aire libre. Por ejemplo, los niños encuentran un charco en el jardín y deciden construir un puente para que lo crucen unos animales. El adulto participa cuestionando y facilitando el acceso a los recursos necesarios que los niños necesitan para diseñar y realizar su propio proyecto”.
Además, a lo largo de todo el día, los alumnos tienen acceso al entorno de aprendizaje al aire libre y también disponen de momentos de juego libre o ‘playtime’. “Nosotros consultamos con ellos qué les gustaría hacer en esos momentos y en las edades tempranas, por ejemplo, la actividad de disfrazarse nació precisamente del resultado directo de los comentarios de los niños de 5 años”, prosigue.
Lo que podemos hacer en casa
Catherine Stewart nos sugiere echar mano de las cosas que encontremos en nuestro hogar, como cajas recicladas o recipientes para llenar y vaciar. “Al permitirles a los niños el espacio y la libertad para participar y desarrollar sus propias ideas, pueden asumir riesgos y desafiarse a sí mismos, desarrollando el dominio de conceptos. Este tipo de juego que puede parecer desordenado y desestructurado, realmente dispara la predisposición a aprender“, concluye.
Esto incluye el entorno de aprendizaje al aire libre, que puede ser un jardín, un espacio comunitario o un parque local. Y no necesitamos comprar juguetes específicos. Con que los niños tengan acceso a los juguetes a su altura y una variedad de elementos de juego como bloques, cajas o animales pequeños es suficiente.
El juego es una condición indispensable para el bienestar y el desarrollo temprano de nuestros hijos.
No olvidemos que los niños “tienen derecho a jugar”. Y que es un derecho que se encuentra incluido en la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del niño. Es una condición indispensable para su bienestar y su desarrollo temprano. En este sentido, en el Colegio Británico son conscientes de que a través del juego los niños desarrollan sus habilidades para resolver problemas, habilidades sociales, confianza y autoestima.