¿Ponerse a la altura de nuestros hijos?

Cuando hacemos referencia a la altura, no queremos decir tener un berrinche si nuestro hijo/a está en medio de una crisis. La realidad es que los adultos tenemos que contar o buscar las herramientas para acompañar a los niños y niñas en el conocimiento y regularización de las emociones que empiezan a aflorar de su cuerpo.

¿Pensaste alguna vez cuando estabas al lado de un edificio muy alto “qué monstruosidad de grande, me da miedo”? Bueno, cuando queremos explicar algo a un niño/a hablándole desde la altura del adulto, es probable que no captemos su atención, ya que está concentrado en lo que puede ver a “SU ALTURA”. La recomendación en estos casos es que, ante cualquier situación, sea para explicarle algo o para escuchar algo que nos cuenta el niño/a, nos agachemos a su altura. De este modo, podremos mirarlo a los ojos y hacer ese contacto visual tan importante.

 

Disciplina positiva e infancias de hoy

Cuando nuestros hijos crecen, los adultos nos preguntamos:

  • ¿Por qué los adolescentes nos hablan mirando para otro lado?
  • ¿Por qué ni me mira cuando le digo que lo quiero?
  • ¿Por qué se hace el desentendido cuando le pido explicaciones de algo?
  • ¿Por qué se oculta para que no lo vea llorar cuando le pasa algo?

 

El contacto visual desde que nacen forja las bases de la empatía, la escucha, la comunicación gestual y la gestión de las emociones. Pero si queremos saber de dónde viene la DISCIPLINA POSITIVA, debemos saber que no es algo de la modernidad. Muy al contrario, hace más de 100 años las investigaciones de los psiquiatras Adler y Dreikurs les llevaron a formularse una pregunta que sentó las bases de la actual Disciplina Positiva:

“¿Qué es lo que necesitamos todas las personas en este mundo para sentirnos bien?”

 

Tuvieron 2 conclusiones:

  1. Sentimiento de pertenencia. Pertenecer a un grupo que garantice nuestra supervivencia.
  2. Sentimiento de contribución. Sentir que pueden contribuir en el grupo, que su opinión es escuchada y que pueden ayudar a los demás con sus aportaciones.

 

Al pensar en los niños y las niñas, el sentimiento de pertenencia consiste en tener alguien CERCANO que se ocupe de satisfacer sus necesidades básicas (alimentación, afecto, protección, etc). Entonces, cuando el niño o niña siente que peligra su supervivencia (no saben si les seguimos queriendo y si podremos o no satisfacer sus necesidades) o creen que no les tenemos en cuenta, que su opinión no nos importa, aparece el famoso “mal comportamiento”, ya que es su forma de comunicar lo que está sintiendo.

 

Cómo podemos acompañar éste tipo de situaciones que se repiten miles de veces en un mismo día, desde la Disciplina positiva:

  • Respeto mutuo → Los adultos modelan la firmeza al respetarse a ellos mismo y las necesidades de la situación y la amabilidad al respetar las necesidades del niño.
  • Identificar la creencia detrás del comportamiento → Una disciplina efectiva reconoce las razones que hacen actuar a los niños de cierta manera y trabaja para cambiar esa creencia, en lugar de intentar cambiar solamente el comportamiento.
  • Comunicación efectiva y habilidades para resolver problemas.
  • Disciplina que enseñeque no sea permisiva ni punitiva
  • Enfocarse en soluciones en lugar de castigos.
  • Alentadora(en lugar de alabadora) → Así se toma en cuenta el esfuerzo y la mejoría, no simplemente el éxito y construye autoestima a largo plazo y estimula.

 

Siguiendo con lo que investigaron  Adler y Dreikurs, podemos nombrar 5 criterios fundamentales de la Disciplina Positiva:

  • Ayuda a los niños a tener un sentido de conexión y pertenencia.
  • Modela el respeto mutuo siendo firme y amable al mismo tiempo.
  • Es eficaz a largo plazo.
  • Enseña importantes habilidades para la vida sociales, emocionales y cognitivas.
  • Invita a los niños a descubrir sus capacidades.

Que hayamos llegado a adulto con golpes no quiere decir que seamos un adulto emocionalmente regularizado

Cuando hablamos de las INFANCIAS DE HOY, muchos dicen eso de “ahora los niños y niñas hacen lo que quieren, antes un buen golpe era la solución y  yo soy un adulto hecho y derecho”. Que hayamos llegado a adulto con esa enseñanza no quiere decir que seamos un adulto emocionalmente regularizado. Antes la disciplina era con golpes, gritos, regaños, culpabilidad y sin demostrar flaqueza ante los problemas. Los niños varones no tenían permitido llorar si el padre/madre les pegaba por algo que “hicieron mal”, las niñas no podían ir a la escuela porque debían acompañar a su madre en labores de la casa y cuidado de hermanos menores.

Hoy la realidad es diferente, las familias se INVOLUCRAN en la crianza de sus hijos e hijas y eso formará personas respetuosas. Porque todos esos adultos que en su infancia se sintieron pertenecientes a su grupo familiar, escuchados, comprendidos, y acompañados tendrán ese sentimiento con sus pares.

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Constanza Ailin Tarello

Profesora de Infantil desde hace 10 años, especializada en primera infancia y en educación sexual integral. Amante de la educación ‘diferente’, tomando a las emociones como transversales dentro de la tarea diaria. Acompaña a otros docentes en su formación mientras transita su maternidad junto a Allegra, su hija de 3 años.

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