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Lola Álvarez: “El único fallo que cometemos los padres hoy en día es no confiar en el sentido común”

¿Estamos a tiempo de reconducir las situaciones con nuestros hijos, aunque sean adolescentes? ¿Por qué nos da la sensación de no conocer a nuestra pareja tras ser padres? Estas dudas y otras tantas son las que resolvemos con la psicoterapeuta en esta entrevista.

¿Qué pasa por la cabeza de mi hijo? ¿Qué puedo hacer?

A más de uno nos gustaría, en ocasiones, poder dar respuesta a estas dos preguntas, sobre todo cuando tratamos de entender a nuestros hijos. Y es que, sean bebés, niños pequeños o adolescentes, las preocupaciones y la responsabilidad no cesan. Lo hacemos lo mejor que sabemos, lo mejor que podemos. Pero aunque ESTEMOS por y para ellos, hay situaciones que no somos capaces de afrontar. Y ya no digamos si hablamos de salud mental de nuestros hijos o de problemas de salud mental en nuestros adolescentes. Para intentar encontrar un poco de luz nos hemos reunido con la psicoterapeuta Lola Álvarez, que acaba de presentar su último libro, titulado precisamente ¿Qué me he perdido?.

 

P. La salud mental, en los últimos tiempos hablamos afortunadamente mucho de ella, pero ¿sabemos realmente lo que es?

R. El término salud mental se ha trivializado mucho. Y se ha frivolizado. Hoy en día se oye a muchos jóvenes que dicen ‘es que eso no va bien para mi salud mental’ y en realidad quieren decir que eso les sienta mal. Eso no es su salud mental. Eso es, sencillamente, tener un mal día. La salud mental es un trastorno más crónico y que necesita atención específica. Los vaivenes de la vida no son salud mental. Los traumas dejan una huella en tu salud mental, pero que te pongan una multa o que algo no te salga como quieres es sencillamente parte de la vida. El problema es que los adolescentes a veces lo utilizan y esto hace que los padres quieran evitarles ese trance y es un gran error, porque tenemos que ayudarles a poder gestionar y desarrollar recursos propios. Cuanto más les ayudemos, mejor les vamos a equipar para la vida. Como padre o madre hemos de colocar la situación en una balanza y ofrecer soluciones cotidianas. Y si vemos que la situación (el hecho de que no quiera salir tras una ruptura) se prolonga, ahí quizá sí tenemos que empezar a preocuparnos.

 

P. Los que somos padres ahora estamos aprendiendo a cuidar la nuestra, a preocuparnos, y a darle importancia porque no nos han enseñado, y al mismo tiempo a cuidar de la de nuestros hijos, a atenderla. ¿Esto cómo se gestiona?

R. Nosotros tenemos la madurez. Y la madurez enseña mucho. Con la madurez vamos adquiriendo la perspectiva, los recursos y la capacidad de relativizar. Cuando tu hijo te cuenta que ha tenido una ruptura, le puedes decir ‘sí, se pasa fatal, es horrorosa, no hay antídoto ni medicina, pero pasa’, porque tu lo sabes. Muchos padres y madres se piensan que si no tienen estudios no van a saber cómo enseñar a sus hijos, y eso es un error. Porque la experiencia de la vida enseña más que ninguna otra cosa. Es un aprendizaje valioso. Lo más fácil del mundo es sentirse mala madre o mal padre. La culpabilidad parental no tiene límites. 

“Lo más fácil del mundo es sentirse mala madre o mal padre. La culpabilidad parental no tiene límites”.

P. Siempre se nos dice a la madre que tenemos que estar bien porque si no nuestro hijo no lo estará. Esto es una presión añadida muy fuerte cuando no estamos bien. O cuando por ejemplo tenemos depresión posparto. ¿Aquí qué podemos hacer? Porque la culpa no nos abandona y este estado no es voluntario…

R. Hay un problema para los padres y madres de hoy que es la saturación informativa. Un día encuentras una información y al día siguiente encuentras otra que dice justo lo contrario. Los padres de hoy en día quizá el único fallo que cometen, o el más frecuente, es que no confían en el sentido común propio. Y creo que la honestidad, en la paternidad y la maternidad, es otra cosa que hay que enseñar. Porque haciendo ver que todo va bien cuando en realidad no estás bien, los niños se dan cuenta, no les vendes la moto. En realidad, identificar estas cosas les ayuda a ellos, porque ellos aprenden más que nada por el ejemplo. Si cuando estás abatido te bebes media botella de whisky, tu hijo aprenderá a evadirse así en el futuro. Pero si tú le explicas que estás triste o que algo no te ha salido como quieres, o que ha fallecido un familiar, le preparas tú con tu ejemplo. Tú sirves de modelo y él va a ver cómo gestionas tú los sentimientos y las experiencias adversas.

El mensaje de las madres superheroínas es un mensaje muy nocivo, como si ya no tuvieran suficiente presión. El 99% de padres y madres quieren hacerlo lo mejor posible y, aunque no des siempre en el clavo, estás ahí intentándolo, con ellos, acompañándolos, disponible, es lo más importante.

 

P. Cuando somos padres convivimos con nuestras vivencias como hijos, con nuestra propia infancia y adolescencia, y con las vivencias que queremos tener como padres. Y a veces desemboca en un rechazo hacia los padres de uno u otro miembro. ¿Es normal? ¿Qué podemos hacer en estos casos? 

R. Ese sentimiento es frecuente. A veces queremos criar de forma muy distinta a como lo hicieron nuestros padres, y el problema es que no sabemos cómo hacerlo. Pero creo que no nos podemos preparar mucho para ser padres porque por mucho que nos preparemos, la llegada siempre es un aterrizaje forzoso con turbulencias. El proceso por el que pasamos los padres pero, sobre todo, las madres, es casi de ciencia ficción. Requiere tanta recomposición, tanta reconfiguración… No se presta la suficiente atención al posparto. Además, cuando tienes un hijo es cuando las infancias de la pareja salen a escena. No te conoces realmente (ni a tu pareja) hasta que no te ves en esa faceta. Una pareja que no tiene hijos no tiene que explorar esas facetas de sí mismo, que es la infancia. Pero cuando tienes hijos a tu marido le sale el niño que fue y a ti la niña que fuiste, cada uno de su familia. Y de golpe sientes que estás con alguien que apenas conoces. Entonces esto también te enfrenta con las generaciones previas.

 

P. ¿Y qué pasa cuando tratamos de comunicarnos con nuestro hijo adolescente, intentar generar un clima de confianza y de límites, pero este no está por la labor, se rebela, no quiere hablar y mucho menos escuchar?

R. Lo principal es que nunca es tarde para hacerlo. Los hijos son muy leales y quieren saber que sus padres piensan en ellos. Siempre quieren ser alguien en la mente de los padres. Un hijo te dará 100 oportunidades para que reconduzcas. ¿Qué hacer si no nos escuchan o dicen que les dejemos en paz? En vez de interrogar o de pasar de él si no nos contesta, comentemos lo que notamos en él, lo que percibimos. Lo que le transmitimos a ese hijo es que no está solo con lo que le está pasando. Igual no nos da una respuesta inmediata, pero estamos abriendo una pequeña oportunidad, le estamos allanando el terreno para una conversación que a lo mejor no tenemos en ese momento, pero sí más adelante. Cuanto más nos comuniquemos con nuestro hijo, menos sustos vamos a tener.

Nuestros hijos adolescentes nos suelen decir ‘es que no me entiendes’. Y en ese momento pensamos siempre que algo estamos haciendo mal y que nos está atacando. Pero no nos atacan, es que no saben comunicar lo que le está pasando y nosotros con nuestro interrogatorio no estamos facilitando el diálogo. No debemos tomárnoslo como algo personal. Hemos de ser firmes como un rompeolas.

“Un hijo te va a dar 100 oportunidades para que reconduzcas”

 

P. Parece que el estado natural de un adolescente es el de continuo enfrentamiento con sus padres como parte de la aceptación de sus iguales… ¿Qué podemos hacer los padres para que vean que no somos el enemigo? Porque esa misma sensación la hemos tenido también nosotros cuando éramos adolescentes…

R. Eso es un prejuicio que hay que erradicar. Lo que pasa es que los padres tienen que cambiar un poco la marcha porque nos necesitan de manera diferente. Hay que darles un poco de espacio, porque están saliendo del cascarón y encaminándose hacia la vida adulta. No son tan belicosos. Además tienen una transformación física, equivalente a la de las madres cuando dan a luz. Y para ellos eso es un desconcierto continuo y crea muchas inseguridades sobre su cuerpo y sobre sus sentimientos. Y más aún hoy con la presión de las redes sociales.

P. Sí, y además el acoso y el ciberbullying están ahí, a la orden del día para nuestros hijos adolescentes…

R. Dan mucho juego las redes sociales para el bullying. Aunque no hablemos de acoso directamente, hay exclusión, y los adolescentes lo sienten así, por ejemplo cuando sus amigos están en un grupo de WhatsApp y ellos no, o si geolocalizan por GPS a sus amigos en una fiesta mientras ellos están en casa un sábado por la noche. Todo esto es muy frecuente y no tiene por qué tener una intención maliciosa. Luego ya el bullying directo, a través de las redes, es un bullying 24/7, no puedes refugiarte en casa. Todo esto les priva del sueño, les genera estrés y ansiedad, además de depresión y aislamiento, y esos síntomas podemos percibirlos.

P. ¿Es precisamente la depresión el mayor problema de salud mental de nuestros hijos hoy en día? ¿qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudarles?

R. Si sufre de acoso, se tiene que actuar cuando antes. Hay que hablar con quien sea: colegio, etc. Si sospechamos que nuestro hijo tiene depresión hemos de intentar establecer un diálogo, decirle lo que hemos notado, preguntarle de qué manera podemos intervenir para alterar la realidad a fin de que eso no ocurra (cambiando una ruta…) y la situación cambie. Pueden ser pequeños ajustes. Y buscar ayuda profesional, pero para ello hemos de informarnos previamente sobre qué tipos de ayudas hay: psicólogos escolares, atención privada, red de apoyo… Y para finalizar, una cosa muy importante: no dejar que nuestro hijo pase largos ratos en su habitación con la puerta cerrada con su ordenador si creemos que tiene depresión. Hemos de llamar de vez en cuando, aunque nos cierre con la puerta en las narices.

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Lara Fernández

Lara Fernández

Periodista especializada en Educación y maestra de Educación infantil
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