María Esclapez: “Que tú seas tu lugar seguro no significa que no necesites a nadie”

Tras ayudar a miles de lectores con 'Me quiero, te quiero', ahora la psicóloga María Esclapez llega con 'Tú eres tu lugar seguro', su último libro, en el que plasma ejemplos prácticos como si de una terapia se tratase.

Hacer un viaje por uno mismo no es tarea fácil. Puede que sea hasta incómodo en ocasiones. Pero es necesario. No solo por ayudarnos a nosotros mismos, sino porque si lo hacemos, puede que evitemos que esas conductas o esas heridas emocionales se perpetúen y se instalen en nuestros hijos. De eso hemos hablado con María Esclapez, ponente del último evento de Educar es todo en Madrid y que ahora nos anima a considerarnos la persona más importante de nuestras vidas bajo el paraguas de su último libro, ‘Tú eres tu lugar seguro’.

 

1. ¿Todo el mundo tiene al menos una herida emocional?

Rotundamente sí. No somos perfectos, no tenemos padres perfectos, ni nos hemos criado en ambientes maravillosos. En realidad siempre nos están pasando cosas y siempre hay algo que nos genera una herida emocional, sea grande o pequeña.

 

2. ¿Entonces qué pasa con esa creencia extendida de que el que lo tiene todo tiene que ser feliz siempre y estar bien?

Pues que estamos acostumbrados a juzgar la apariencia, y eso es muy común verlo en las redes sociales. Pero eso no quiere decir que la persona esté bien, ese mundo interior puede estar condicionando su vida y que ni la persona lo sepa. Puede tener una herida que se activa y puede no ser consciente. Y a lo mejor esa persona puede tener problemas para resolver discusiones, puede tener ansiedad…

Y claro, juzgamos esa fachada y cuando esa persona expone que no va bien le invalidan, y le dicen que por qué se queja, si no tiene motivo. Mira es que no se necesita un motivo para tener ansiedad.

“No se necesita un motivo para tener ansiedad”, María Esclapez.

3. Si la gestión que hacemos como adulto de las situaciones (y que responden a nuestra estrategia de supervivencia de niños) no es la más adecuada, ¿estamos a tiempo de modificarlo para ayudarnos a nosotros mismos y ayudar a nuestros hijos? ¿Cómo?

Para trabajar esto siempre se requiere de un trabajo personal puro y duro, y de remover de dónde vienen, saber si tenemos heridas… Hay hacer un repaso a ese pasado que hace de estímulo disparador para ver qué estrategias puedo poner en marcha para que no me condicione. Si por ejemplo hay conductas que me condicionan en mi relación de pareja, eso influye en mis hijos, así que puedo trabajar para entenderme mejor y aliviar ese navegar sin rumbo aparente.

Hay situaciones en las que hemos aprendido que esas emociones son herramienta potentes y por eso reaccionamos así. Nos pasa con la rabia o  la ira. Hemos de entender todo eso para aplicar herramientas concretas en esas situaciones. La estrategia puede de ser en este caso esperar para calmarme, por ejemplo. Y en esto la pareja nos puede ayudar y guiar.

Hay que aprender a manejar esa gestión, porque eso de forma directa o indirecta hará que nuestro hijos no vivan situaciones que no tienen q vivir.

“Tenemos que aprender a gestionar las emociones, porque de forma directa o indirecta hará que nuestros hijos no vivan situaciones que no tienen que vivir”, María Esclapez.

4. Entre esas situaciones está la de encontrarnos con una persona que invalida  a nuestros hijos o no acepta ese límite que les hemos enseñado a poner…

Sí, pero pensemos que la autoridad para nuestros hijos somos los padres y las madres, y si en ese momento no podemos apartarles y hablarles, podemos recordemos a nuestros hijos esa validación y, de paso, de forma indirecta, estamos corrigiendo a esa persona.

 

5. Y ¿qué podemos hacer cuando nosotros nos hemos trabajado y estamos ayudando a nuestros hijos y, sin embargo, los demás no se trabajan y nos dañan con sus heridas emocionales o con su falta de empatía? 

Intentar que no te afecten las cosas es muy complicado. Sí podemos evitar darle mil millones de vueltas a las cosas, eso es voluntario, pero la reacción no al puedes evitar. Y llega un momento en el que tienes que pensar “si a la otra persona no le interesa tener esa educación emocional, ¿nos compensa seguir manteniendo esa relación? Algunas veces no nos queda más remedio porque se trata de familiares. En este caso, de manera indirecta, podemos decir “no pasa nada por llorar, ¿verdad tía Paquita?”. Y que tía Paquita vea que estamos trabajando eso con nuestros hijos.

 

6. Hablas en tu libro de ‘personas que son lugar seguro y de personas ausentes’. ¿Qué podemos hacer con esas personas ausentes a las que necesitamos, o necesitan nuestros hijos, pero no están para nosotros? 

A menos que la persona quiera no puedes cambiar a esa persona. Le puedes pedir lo que necesitas, pero si esa persona no quiere, no le sale o no sabe no puedes hacer nada. Cada persona está a su manera, y no todo el mundo es igual ni va actuar de la misma forma. El problema es que tenemos unas expectativas y esas personas muchas veces no cumplen con esas expectativas, porque están de otra forma. Así que solo nos queda valorar esa manera, aunque no sea la que esperas que tengan.

 

7. Esto es así porque, tal y como cuentas, la independencia emocional no existe…

Es que… que seas tu lugar seguro no significa que no necesites a nadie. Necesitas conocerte bien, pero rodearte también de gente que te haga sentir bien. No puedes irte al monte como un ser independiente porque somos seres sociales por naturaleza. Necesitamos soledad sí, pero también establecer conexión con los demás.

Fíjate, cuando nos pasa algo fuerte lo primero que solemos hacer es buscar conexión con los demás, inconscientemente, lo que demuestra que lo llevamos en el adn y que necesitamos convivir con los demás. Tenemos una responsabilidad afectiva unos con otros, es así como vivimos.

“Cuando nos pasa algo fuerte lo primero que solemos hacer es buscar conexión con los demás, porque tenemos una responsabilidad afectiva unos con otros”, María Esclapez.

8. Y si los padres nos damos cuenta de que tenemos un apego inseguro, qué podemos hacer para cambiarlo y no trasladárselo a nuestros hijos?

Primero tenemos que saber qué es tener un apego inseguro, hay que identificarlo. Y luego ver en qué nos condiciona. Por ejemplo, si le expreso mis miedos a mi hijo y continuamente le digo que tenga cuidado, pues sí, probablemente tenga un apego ansioso. Ahí hay una conducta a trabajar con mis propios miedos y comportamientos para no pasarlos a mi hijo, porque puede condicionar de muchas formas, no hay una única fórmula. Lo importante es que si vemos que hay algo que puede tener esas consecuencias pongamos límites.

Yo he aprendido a poner límites de los miedos que me manifestaba mi padre, para que no me afecten tanto porque me los acabo creyendo, pero he entendido por qué los tiene.

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Lara Fernández

Esta periodista que lleva ejerciendo 20 años en diferentes medios de comunicación escritos y audiovisuales cumplió en 2021 su principal sueño: convertirse en mamá de un niño. Fue también su gran lección de vida al darse de bruces con la AD y la AS. Tres años antes se había graduado como maestra de Educación Infantil y se había especializado en crianza y actividades sensoriales para niños. Todo ello le ha permitido desarrollar tres de sus grandes pasiones: la comunicación, la infancia y la educación. Tres pilares básicos porque, como ella misma suele decir:

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