Los amiguitos de mi hijo no quieren jugar con él, ¿qué puedo hacer?

Las madres y padres no queremos que nuestro pequeño sufra, tenga la edad que tenga. Pero ¿y si empieza a tener problemas con sus compañeros con cuatro o cinco años? La psicóloga Silvia Álava nos da varias pautas

Cuando a nuestro hijo le hacen el vacío en el patio del colegio o hay amigos que a partir de un determinado momento ya no parecen estar interesados en jugar con él, inevitablemente nos vienen pensamientos negativos a nuestra mente. Las madres y padres no queremos que nuestro pequeño sufra y en ocasiones pensamos que este tipo de actitudes en un futuro pueden derivar en una suerte de acoso escolar, aunque estemos hablando de edades muy tempranas -cuatro, cinco o seis años-. ¿Qué podemos hacer entonces?

Es cierto que en esta etapa aún no puede hablarse específicamente de bullying, puesto que no existe una intencionalidad clara por parte de nuestros pequeños de hacer daño. Tampoco se trata de un comportamiento habitual, constante y repetido a lo largo del tiempo, sino que puede que solo sea un hecho puntual. Y, por último, otro rasgo del acoso escolar es la situación de desigualdad y con respecto a la persona que está acosando en ese momento. Se trata, al contrario, de dos iguales entre los cuales no existe todavía esa situación de poder por parte del niño que trata mal, hace el vacío o incita a otros para que lo hagan.

Sin embargo, tal y como nos comenta Silvia Álava, psicóloga sanitaria, especialista en Psicoterapia, psicóloga educativa, doctora en psicología clínica y de la salud y escritora, tampoco debemos dejar pasar este hecho. “Si lo que vemos son conductas desafortunadas y que pueden hacer daño hay que actuar. No debemos esperar a que sea bullying ni a sembrar la semilla para que haya acoso. Porque si esperamos, en unos años puede derivar en eso“, explica.

Por ello es importante frenar estas actitudes desde el principio.

 

Pero, ¿qué podemos hacer los padres?

Silvia Álava lo tiene claro: “Hemos de estar vigilantes, no sobreprotegiendo ni siendo guardaespaldas o padres helicópteros, pero sí ver las actitudes que tienen. Y a partir de ahí trabajar con ellos la empatía y hablar con ellos para ver cómo se sienten o cómo se sentirían si se lo hacen a él, en el caso de que sea el niño el que está actuando así”.

Tenemos que recordar que a partir de los cuatro años es cuando se desarrolla la llamada Teoría de la mente. Los niños empiezan a tener consciencia de los distintos puntos de vista, propio y ajeno, y es entonces cuando comprenden los estados mentales del otro. Entienden que cada persona tiene semejanzas y diferencias con respecto a los demás y son capaces de ponerse en el lugar del otro.

“Hay muchos padres que presumen de que su hijo es líder, pero hay que tener cuidado porque no tiene por qué excluir o condicionar las actitudes de los demás. Eso no es ser un líder, eso puede ser un manipulador”, dice Silvia Álava

“Aquí es fundamental la actitud de los padres. Hay muchos padres que presumen de que su hijo es líder, pero hay que tener cuidado con eso porque aunque lo sea no tiene por qué excluir o condicionar las actitudes de los demás. Eso no es ser un líder, eso puede derivar en un manipulador. Un líder es el que integra, el que hace reír, aquel al que siguen los demás porque creen en él y lo valoran”, explica la psicóloga.

Si a nuestro hijo comienzan a hacerle el vacío o no quieren jugar con él, también es crucial escucharle para ver cómo se siente, validarle, y si le cuesta verbalizar esa emoción podemos ayudarle para poner palabras a esa emoción. “Hemos de valorar cómo podemos solucionarlo y dar seguridad a nuestro hijo”, matiza Álava.

Por otro lado, puede funcionarnos que nuestro hijo sea el que lleve el juguete y así poder ir diciéndoles a todos que jueguen para dar ejemplo de integración. “Llevar algo suele darles seguridad. Y de eso se trata. Y luego hay una cosa que llamamos los psicólogos que es el ‘role playing’, es decir, hacer un teatro en casa ensayando este tipo de situaciones”.

No hay que olvidarse de los llamados ‘testigos mudos’: niños que presencian estas situaciones pero que no se manifiestan. Según Silvia Álava, “en esos casos, si hay un niño que dice ‘no’ podemos intentar neutralizarle apoyándonos en los otros niños ‘menos abusones’. A estos testigos mudos también podemos llegar y preguntarles”.

 

¿Y si nuestro hijo es el que actúa mal?

Es importante que, como padres, nos quitemos la venda de los ojos. No hablamos de “cosas de niños” porque más adelante podríamos estar hablando de un problema más serio. “Hay que trabajar desde pequeños. Hacerles ver que las amistades son libres. Que aunque seas mi amigo puedo tener otros amigos, que no implica una exclusividad, es decir, hoy juegas con unos y mañana con otros. Porque la amistad es libre. Y eso lo tenemos que trabajar con nuestros hijos desde bien pequeños”, prosigue.

“Podemos trabajar desde pequeños la integración con los otros y sembrar la semilla para el futuro. Para que empiecen a tratar con respeto a todos y para que no dejen a nadie fuera”, explica Silvia Álava.

En segundo lugar, hemos de intentar que el problema lo resuelvan entre ellos y que no acabe siendo un problema entre padres, porque al final y sin querer podemos estar acrecentando el problema. Y si tampoco resulta aquí, la sugerencia de la psicóloga es pedir ayuda al colegio y a los profesores para que echen un ojo al juego entre los niños. “Es una edad excelente para hacer juegos de integración. Es una edad perfecta para ir trabajando esto y sembrar la semilla para el futuro. Para que empiecen a tratar con respeto a todos, para que no dejen a nadie fuera“.

 

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Lara Fernández

Periodista especializada en Educación y maestra de Educación infantil. Esta periodista que lleva ejerciendo 21 años en diferentes medios de comunicación escritos y audiovisuales cumplió en 2021 su principal sueño: convertirse en mamá. Fue también su gran lección de vida al darse de bruces con la AD y la AS. Tres años antes se había graduado como maestra de Educación Infantil y se había especializado en crianza y actividades sensoriales para niños. Todo ello le ha permitido desarrollar tres de sus grandes pasiones: la comunicación, la infancia y la educación. Tres pilares básicos porque, como ella misma suele decir: "La educación es el traje que elegimos los padres para que nuestros hijos puedan bailar en la vida"

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