“Soy madre y también tengo derecho a quejarme”

Normalicemos que ser padre o madre puede ser maravilloso pero no tiene por qué serlo las 24 horas del día y, como el resto de personas, podemos expresarlo libremente.

Puede que el sueño de nuestra vida sea viajar a Japón. Y que nos pasemos años y años planeando ese viaje en nuestra cabeza. Lo compartimos emocionados con todo el que nos conoce y un día llega el ansiado momento de hacer las maletas. Pero nos da pánico volar y esto también lo expresamos libremente, incluso a modo de queja. Las personas que conocemos lo comprenden. Nos animan, nos apoyan y nos invitan a superar ese momento incómodo y difícil para nosotros porque empatizan con nuestro sueño, pero también con esta otra parte que no nos gusta. Y no pasa nada.

Ahora cambiemos el viaje a Japón por ser madre o padre. La respuesta del entorno ya no es la misma. “No haber tenido hijos”, nos dicen. Como si el hecho de estar cumpliendo un sueño tuviera que implicar guardar silencio de por vida, no tener derecho a la queja y tener que disfrutar obligatoriamente de todos y cada uno de los aspectos que engloban la maternidad. Todas y cada una de las 24 horas del día (y la noche, las arduas noches) que implica. ¿Dónde está ese acompañamiento? ¿No tenemos todos los seres humanos derecho a la queja, una costumbre tan arraigada por otra parte en la sociedad actual? ¿Por qué cuando uno se queja de su horario laboral, o de que ejerce una profesión que no le satisface o de que tiene un primo, un cuñado o un vecino que le saca de quicio nadie le contesta ‘pues no haber trabajado’ o ‘pues no vuelvas a verlo ni hablar con él’?

El hecho de cumplir un sueño no implica guardar silencio de por vida y tener que disfrutar obligatoriamente de todos y cada uno de los aspectos que engloban la maternidad.

Ser padre o madre es agotador, y muy difícil. Sí, también es reconfortante y compensa con creces. Pero no por eso hemos de callar y encontrar incomprensión y caras de sorpresa a nuestro alrededor. Puedes echar de menos aspectos que ahora no tienen cabida en tu vida y esto no tiene por qué ser ni un fracaso ni un tema tabú.

Hace algunos años se viralizó un vídeo en el que aparecían varios candidatos a una entrevista de trabajo. Aparentemente un proceso de selección normal y corriente, pero enseguida percibíamos que este no era un puesto cualquiera. Era para convertirse en director de operaciones, un cargo que, advertían, era muy exigente. Afirmaban que el candidato iba a ocupar “el puesto más importante del mundo“. Requerían mucha movilidad y permanecer de pie la gran parte del tiempo. Las responsabilidades del puesto eran extensas: ser capaz de hacer varias cosas al mismo tiempo, no tener apenas tiempo para comer (sólo cuando el ‘socio’ haya terminado su comida), poseer conocimientos de medicina, finanzas, cultura… trabajar 24 horas al día, 7 días a la semana, no tener tiempo para descansos, no tener un salario y aparcar prácticamente tu vida para dejar paso a las preocupaciones y las dudas.

Ese puesto no es otro que el de madre. El de la tuya y el de la mía (GRACIAS, mamá). Y sí, por supuesto que tienen (tenemos) derecho a quejarnos y a que se reconozca el importante papel de criar, maternar (o paternar) y educar a seres humanos.

 

Picture of Lara Fernández

Lara Fernández

Esta periodista que lleva ejerciendo 20 años en diferentes medios de comunicación escritos y audiovisuales cumplió en 2021 su principal sueño: convertirse en mamá de un niño. Fue también su gran lección de vida al darse de bruces con la AD y la AS. Tres años antes se había graduado como maestra de Educación Infantil y se había especializado en crianza y actividades sensoriales para niños. Todo ello le ha permitido desarrollar tres de sus grandes pasiones: la comunicación, la infancia y la educación. Tres pilares básicos porque, como ella misma suele decir:

Añade aquí tu texto de cabecera

Añade aquí tu texto de cabecera