Este momento de gran incertidumbre nos enseña algo que ya sabíamos pero que preferimos olvidar: somos muy vulnerables. La percepción de la vulnerabilidad es, en esta ocasión, colectiva, y nos hace ver que de un día para otro nuestras preocupaciones cotidianas carecen de sentido si no tenemos otras cosas que damos por supuestas (tener salud, trabajo, una economía que funciona).
Quizás sea un excelente momento para mejorarnos, para cambiar algunos hábitos, algunos pensamientos, para repensar nuestra filosofía y forma de vivir. Y hacerlo en la compañía de nuestros hijos.
Es también un buen momento para conocernos mejor como especie, para conocer nuestros defectos y, en la medida de lo posible, ponerles solución. Esta crisis sanitaria ha demostrado, una vez más, que somos capaces de opinar con tanta vehemencia como ignorancia. Los ciudadanos de a pie llenamos conversaciones, grupos de Whatsapp, las redes sociales expresando nuestra opinión sobre lo que otros – curiosamente, los que saben, los que han estudiado, los que tienen experiencia- deberían hacer. “Deberían haber hecho” o “lo que deben hacer es” son dos expresiones utilizadas por muchos para expresar sus quejas soportadas por su profundo conocimiento en la materia
Estos momentos son buenos para enseñar a nuestros hijos (y enseñarnos) cómo hablar desde la humildad, saber reconocer cuando no sabemos, no temer mantenernos callados en una conversación cuando no tenemos conocimiento del tema que se trata. Tomar la decisión de no hablar porque no queremos aportar más ignorancia e incertidumbre a la que ya hay.
Los psicólogos americanos Justin Kruger y David Dunning realizaron una serie de experimentos que les permitieron concluir que las personas incompetentes consideran que saben más de lo que saben, les cuesta reconocer su falta de habilidades, además de reconocer las habilidades de los demás. Curiosamente, si estas personas consiguieran mejorar su nivel de competencia (porque acuden a un curso, leen, aprenden..) se darían cuenta de su nivel de incompetencia previo. Este sesgo cognitivo es el efecto Dunning Kruger.
Otro aspecto curioso de este efecto se refiere al hecho que cuando una persona es muy competente (sabe mucho), su percepción sobre lo que sabe es inferior a la que realmente es. Concluyendo: el ignorante se cree más sabio de lo que es y el sabio se cree más ignorante de lo que es.
Educar a nuestros hijos (y educarnos) en la humildad, en las ganas de aprender, en saber decir “no sé” puede ser una lección que una crisis tan excepcional como esta nos deje como herencia.