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CURSO SOBRE INTELIGENCIA EMOCIONAL

Conoce e identifica tus propias emociones para ser un gran referente emocional para tus hijos

Educar con inteligencia emocional

Marta Calvo: “Antes queríamos que nuestros hijos fueran médicos, luego felices; ahora, que sean resilientes”

Los padres de hoy en día tenemos mucha presión encima: parece que tenemos que ser los padres perfectos, criar niños felices, resilientes, asertivos, con la suficiente inteligencia emocional, con cierto pensamiento crítico, autónomos, empáticos, con autoestima, respetuosos, educados en la disciplina positiva, desarrollados con apego seguro y crianza respetuosa… y un sinfín de cosas más. Y no llegamos. No llegamos porque es imposible, porque somos imperfectos, porque continuamente estamos aprendiendo y porque las primeras personas con las que hemos de ser compasivos y comprensivos es con nosotros mismos.

Aún así, lo intentamos, una y otra vez. Y hacemos talleres y cursos y leemos libros como el que recientemente ha publicado la maestra, educadora y madre Marta Calvo, Criar hijos felices y resilientes: padres asertivos mejorando la crianza.

Las primeras personas con las que hemos de ser compasivos y comprensivos es con nosotros mismos.

 

P. Criar hijos felices y resilientes, ¿es fácil?

R, Es que hay que tomárselo como un proceso, no como un objetivo. De esta manera se puede disfrutar del camino. Yo lo que quiero es educar a mis hijas en esas habilidades que he tardado en adquirir como 40 años: la felicidad, que es una actitud para la vida, es vivir el presente y apreciar los detalles del día a día; y la resiliencia, que es la capacidad de superar adversidades y que podemos fomentarla de varias formas, empezando por una buena autoestima. Es fundamental proyectar en ellos una buena imagen, que tengan una voz amable y se validen a sí mismos en lugar de buscar la validación del exterior. Con todo esto lo que conseguimos es que nuestros hijos tengan menos momentos de frustración, que es una emoción necesaria, pero si se reduce se genera menos malestar.

 

P. ¿Y por dónde empezamos?

R. Por el autoconocimiento. La maternidad es un camino de autoconocimiento. En realidad podemos empezar por analizar cómo nos tomamos las cosas o cómo nos afectan las cosas que nos suceden. Así podremos ver la vida de otra manera, con más luz. Porque solo podemos cambiar las cosas desde el yo, desde nosotros mismos. No podemos cambiar a los demás.

Hemos sido criados para no cuestionar y para agradar a los demás, y yo quiero que mis hijas tengan la capacidad de establecer límites desde la asertividad. Que se digan, en lugar de ‘vete a otra habitación’, ‘¿te puedes ir a tu habitación para poder disfrutar de un momento a solas con mamá y luego vuelves, por favor?’.  Lo importante es ir haciéndolo un poquito mejor cada día.

 

P. A nosotros tampoco nos han enseñado a ser asertivos… 

R. Claro, y al final se trata de cambiar el foco. Hay que procurar decir las cosas sin ofender, marcar los límites y establecerlos e intentar que la otra persona empatice contigo, con tu malestar, y te entienda y pueda modificar eso que te ofende. Si decimos ‘¿Te importaría hacer tal, que me causa malestar?’, ya no es un imperativo, sino una demanda amable. Esto se traslada a todo. En definitiva es ser amable y asertivo. Esto hace que cambien las tornas, de verdad. Pero claro, al final es un aprendizaje de vida y es necesario entrenar las habilidades sociales y entender que no podemos controlar nuestras emociones, pero sí los pensamientos que conllevan esas emociones.

“No podemos controlar nuestras emociones, pero sí los pensamientos que conllevan esas emociones”

P. En el libro hablas también de llevar a cabo pequeños cambios en casa. ¿Qué recursos podemos utilizar los padres y madres para conseguir que nuestros hijos sean asertivos, resolutivos, responsables, resilientes…?

R. Hay varias cosas que podemos hacer y que funcionan. Por ejemplo, la rueda de las soluciones es muy práctica. Se trata de una herramienta que ellos mismos crean, con diferentes quesitos que tienen soluciones para situaciones de conflicto. Otra cosa que va muy bien es adaptar todo lo que puedan necesitar y ponerlo a su altura en casa. Por ejemplo, la mesa para que la puedan poner y quitar, la ropa para que la puedan elegir y vestirse solos.

También podemos reservar un momento de calma al día, que no tiene que ser por la noche, para que bajen revoluciones. Podemos hacer yoga, mindfulness o simplemente hablar. Ni te imaginas la de cosas que me cuentan ahí y que normalmente en el día a día no cuentan, porque se sienten relajadas. Y luego explicarles todo muy bien y argumentarles. Explicarles lo que sucede cuando tenemos una rabieta, cuando es el cerebro reptiliano el que nos está dominando… ¿qué pasa? que luego son capaces de explicarse y argumentar lo que quieren y lo que no. Si su abuela les dice que se corten el pelo, contestan ‘El pelo es mío y yo decido. Tú me puedes decir que no te gusta, pero no me digas córtatelo’. Y claro, te desarman.

 

P. Cuando criamos y educamos a nuestros hijos de este modo, al mismo tiempo estamos aprendiendo al no haber sido enseñados nosotros así. ¿es doble presión y responsabilidad la que tenemos?

R .Hay que quitarse la presión y pensar que solo con la intención de querer mejorar ya mejoramos. Es que tenemos presión por todo: por ser la mejor trabajadora, la mejor pareja, la mejor mamá… y al final necesitamos tomárnoslo de una forma más natural y relajada.

Yo soy la primera que digo NO, que digo ‘cuidado, que no puedo más’. Y no pasa nada. Somos personas y no somos perfectas. Incluso es bueno que vean esa imperfección, porque al final lo importante es la forma en la que reparamos las situaciones. Es primordial que, por ejemplo, si surge una situación en la que no estamos controlando o decimos algo que no procede, reparemos esa situación. Si nos enfadamos por algo o estamos estresados, primero tenemos que disculparnos y conectar con la emoción. Que no se quede ese malestar. Sea en el momento que sea. Porque nunca es tarde para reparar esa relación y para tener una mirada más amable.

Te voy a contar una anécdota: el otro día mis hijas estaban jugando y dejaron unas tijeras, y ninguna las quería recoger. Yo les pregunté ‘¿de quién son?’, no les pregunté ‘¿quién las ha usado?’. Y al final eso desencadenó una situación en la que se echaban la culpa una a otra y al final nadie las recogía. Porque eran de una pero las había utilizado la otra. Yo estaba ofuscada y acabamos frustradas las tres. Pero yo había formulado mal la pregunta. Así que me disculpé y recondujimos la situación.

Al final lo importante es la forma en la que reparamos las situaciones.

P. Hay personas que dicen que esta mirada hacia la infancia, esta forma de educar, cria niños de cristal y no niños resilientes, responsables y autónomos. ¿Qué opinas? 

R. Es que los efectos de este tipo de crianza y de educación no solo los estoy viendo yo ya en mis hijas, que son más mayores, sino que los ven los demás. Ya estamos comprobando que saben gestionar las situaciones, que ven la vida de otra manera, que aprenden de sí mismas, que son más resolutivas… en definitiva que tienen herramientas y que son responsables. Y todo esto viene de todo lo que estamos haciendo. Porque somos un equipo y porque previamente el cambio ha empezado en nosotros como padres. 

Es cierto que antes queríamos que nuestros hijos fuesen médicos, luego que fueran felices, y ahora que tengan todas las herramientas suficientes que puedan necesitar para recorrer el camino, porque teniéndolas será como al final puedan ser felices.

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Hoy seremos nosotros quienes te demos las gracias por confiar en nuestro trabajo. Mañana serán tus hijos quienes te agradezcan haberte formado en tu labor educativa y haber pensado en ell@s.

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Lara Fernández

Lara Fernández

Periodista especializada en Educación y maestra de Educación infantil
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Mª Jesús Álava, Helena López Casares, Borja Vilaseca, Antonio Ortuño, Félix Muñoz, Heike Freire, Gregorio Luri

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