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Educar en las emociones. Ponencia de Mar Romera

Mar Romera nos ofreció una ponencia emotiva y emocionante que acabó con una ovación en pie. Nos habló de claves para educar en las emociones, de la importancia de escuchar a nuestros hijos y del día a día que muchos viven, llenos de prisas, sobreprotección y actividades dirigidas

Mar Romera nos ofreció una ponencia emotiva y emocionante en la que habló de claves para educar en las emociones, de la importancia de escuchar a nuestros hijos y del día a día que muchos viven, llenos de prisas, sobreprotección y actividades dirigidas para, supuestamente, prepararlos bien para la vida. Eso sí, afirma Mar, “me da que nadie les ha preguntado.

Se nos ha ido la cabeza, familias”. Además, Mar nos descubrió dónde está el tesoro de la educación con una hermosa leyenda. Una ponencia que acabó con la ovación en pie de más de 1.200 personas es para verla y tomar notas, ¿verdad?

Mar Romera comenzó confesando su emoción por “compartir este escenario con Simba”, que “está ahí dormido” y nos contó que “como madre y docente me he equivocado cientos de millones de veces y me sigo equivocando”.

Todo para Carlitos pero sin Carlitos: ¿Esto es educar en las emociones?

Mar nos presentó a Carlitos: “Amo tanto tanto tanto a Carlitos que lo he metido en una lata, lo tengo amado, cuidado, superprotegido, ni que el viento lo toque”. Y nos cuenta un día en la vida de Carlitos: “lo levantan a las siete de la mañana, lo visten, lo desayunan, le ponen la mochila…, lo llevan a un cole hiperchulisísimo que además tiene aula matinal”.

En el cole, “con certificación de calidad ISO 9002, que lo tiene todo, no se sabe lo que es pero es la leche”, todo está muy controlado. “Me colocan al Carlitos en fila, no se sabe por qué, en un hipercole, muy controlado, entra en clase en fila y lo sientan. El currículo de la Comunidad de Madrid es impresionante, no se puede dejar de dar un tema y por eso a la hora del recreo Carlitos no ha terminado la tarea.

Así que la “seño” le dice que esté un ratito ahí del recreo”. Y en los 10 minutos que le quedan de recreo Carlitos no puede acabarse el enorme bocata que le ha puesto su madre después de haber desayunado dos veces. Y como en el patio, hipercontrolado, de hormigón, no hay balones, usa el bocata de balón. “Suena otra vez la sirena, vuelvo a clase y pa pa pa. Suena la sirena otra vez y Carlitos va al comedor, hipercontrolado, no se puede ni tirar una albóndiga”.

Por la tarde, Carlitos no para: clase, complementarias, extraescolares… “¿Cómo si quieres tanto a Carlitos no le metes la gamificación, la robótica, el visual thinking, que eso no sé lo que es, pero termina en ing?”. Y además, actividades deportivas y luego, “a las siete de la tarde, lo que queda de Carlitos llega a casa y la madre le dice que se ponga con los deberes  y echan un par de horas extras en el trabajo y le ponen a Carlitos un profe particular”.  Mar señala que “no he visto ningún convenio de los trabajadores que permita 14 horas de trabajo ininterrumpido, solamente los niños. Nadie defiende a los niños”.

El día de Carlitos no ha acabado: “A las nueve, duchan a Carlitos, lo cenan y lo acuestan. Y vuelta a empezar. ¿Y cómo está Carlitos? Amado, protegido”. Y cuando el papá llega a casa, muy tarde, “dice que le han dicho en Gestionando hijos que tiene que jugar con Carlitos. Entonces a las nueve y media, el padre en traje, dice que va a echar una de escondite en el salón”, nos cuenta mientras hay risas en la sala. .

Mar nos lanza la pregunta fundamental:

“¿Alguien le ha preguntado a Carlitos? Me da que no. Me da que nos lo estamos montando a nuestro rollo, que hemos pensado en nuestras expectativas, frustraciones, y las hemos proyectado todas sobre ese Carlitos que solo te quiere a ti, que solo te necesita a ti, que le están sobrando tres desayunos, cuatro sirenas, cinco patios de cememento, y que solo necesita un poquito de cielo, un poquito de césped, que solo necesita ser escuchado, tocado, amado, llorado y reído contigo. Se nos ha ido la cabeza, familias”.

Nos preocupa mucho preparar bien a nuestros hijos, pero “somos educadores del siglo XXI, formados en el siglo pasado, y que no sabemos en qué van a trabajar” nuestros hijos en el futuro. Y además, confiesa, “ahora los que hemos sido tildados de fracaso escolar tenemos la oportunidad de compartir escenario con la hechicera”, porque su tutora llegó a decir a su madre que no valía para nada.

Por eso Mar señala que no quiere que sus hijas sean felices “en formato Carlitos” y confiesa que “no sé lo que estamos haciendo”.

Mirar con los ojos de un niño: cuatro pilares para educar en las emociones

Después de esta historia de Carlitos, Mar nos dice que “estamos aquí para seguir juntos y currar juntos”. Cuenta que su referente es “Francesco Tonucci: quiero volver a la esencia, a mirar con ojos de niño, solo agachados se mira a los ojos a un niño”. Critica que miramos a los niños desde arriba: “eso no vale, porque educar es un acto de amor. Amar es enseñar a volar mientras tú vuelas. Amar es comprender la singularidad de cada uno de nuestros hijos e hijas y así cuidarlos de forma generosa e infinita para permitir la realización de su ser, no la realización de mi ser”.

Nos cuenta Mar que no es bueno aspirar a la felicidad de Carlitos, sino al “desarrollo de una vivencia plena, el desarrollo integral de las personas”.  Por eso, “para mí, para mis hijas, para vuestros hijos, para el futuro de la sociedad y también por egoísmo, porque yo quiero un planeta muchísimo mejor, hablaría de cuatro pilares fundamentales en la educación de Carlitos que quitan y rompen esa envoltura de estrés, de sobreestimulación”, que decimos que protegen pero no es verdad

  1. Hay un pilar fundamental, que es el físico, el cuerpo. Nos cuenta Mar que se trata de tener presente nuestro cuerpo y la alimentación “desde el silencio y la escucha. Cuidar el cuerpo es muy importante”, pero no implica desayunar tres veces porque está así establecido ni “estar en 17 escuelas deportivas por la tarde”.
  2. Un segundo pilar es cuidar la cabeza, la cognición y la reflexión. “No es meter conocimiento, es comprensión, habilidad y destreza para manejar la información y el conocimiento”. Para eso, lo fundamental no es dar o explicar sino escuchar.
  3. Hay un tercer pilar que es la trascendencia. “Educar a nuestro hijo con trascendencia implica ser conscientes de que lo que sucede hoy tiene una repercusión muy potente mañana”. Y está bastante claro que “en la vida de Carlitos que os he contado no existe trascendencia, simplemente existe pasar el momento”. Por eso, Mar nos anima a “tomar conciencia del presente, de la actividad del momento, estar en su sitio sabiendo que lo que hago ahora tiene una repercusión luego”.
  4. El cuarto pilar serían las emociones. “La familia es la fábrica de las emociones, que tiene dos vías de trabajo fundamentales: por una parte el afecto, la conciencia emocional, la alfabetización emocional y la socialización emocional, y por otra parte una educación afectiva, amorosa e incondicional”.

Vivir las 10 emociones básicas es educar en las emociones

Nos dice Mar que “no hay emociones positivas ni negativas. Todas las emociones son necesarias”. Por eso, Mar dice que no quiere la felicidad para sus hijas: “Si yo quisiera felicidad,, yo querría evitar todas las emociones de mis hijas y no es real, porque si mis hijas no sienten la totalidad de las emociones no tendrán una vida plena”. Para defender esta idea nos pone Mar en un caso claro: “Si mi hija, después de perder a un ser querido,  no siente tristeza, mi hija es psicópata. Por eso no puedo meterlas en una lata ni sobreprotegerlas”.

Para entender lo que es la educación emocional, nos pide Mar que imaginemos que el mundo emocional es como una radio: “Tienes un dial que conectas con una emoción en el momento oportuno en el sitio oportuno”. Por ejemplo, “no está bien que en este momento conecte mi dial con rock duro, es un dial inoportuno”. Además del dial o la emoción “le puedo dar intensidad con otro mando”. Por eso, la clave del desarrollo emocional es “encontrar la emoción oportuna en el contexto oportuno con la intensidad oportuna”.

10 emociones básicas

  1. El miedo “es el que nos permite estar vivos y tener prudencia” para traspasar los límites. Por eso nos pide Mar que “no volvamos a decir a nuestros hijos que no tengan miedo” sino que les contemos “cuándo sientes miedo y por qué y en qué situaciones el miedo te ayuda”.
  2. La rabia o el enfado los sentimos cuando las cosas no salen bien y necesitamoas aprender a controlarlo. El enfado tiene una misión muy importante: “me da energía para conseguir retos en nuestra vida y salvar los obstáculos”, nos dice Mar.
  3. La sorpresa es una emoción fundamental en la educación: “tenemos que provocar en la educación de nuestros hijos que no pierdan el proceso de sorpresa”, nos dice Mar, que reconoce que “mi corazón se ha acelerado a mis 50 años cuando detrás he visto colgado todo lo que he visto” (los decorados y vestuario de El Rey León). Para Mar, “si yo no me sorprendo ahí mi sangre es de horchata”. Cuidar la sorpresa “significa provocar la sensibilidad y permeabilidad en la totalidad de los sentidos de nuestros hijos”. Una de las funciones de la sorpresa es “ser bisagra que me va a permitir cambiar de emoción”.
  4. La culpa no se suele tener en cuenta dentro de las emociones básicas. Nos habla Mar de una culpa constructiva, “que lleva a la plataforma de acción de la reparación” y nos ayuda a “entender que el error es una oportunidad”. Mar cree que “no sería correcto plantear a nuestros hijos que actúen para el acierto. Planteemos a nuestros hijos que deben actuar para el error, para la resiliencia, para el fracaso”, porque “cuando aprendes del error y del fracaso podemos seguir adelante”. Por eso nos anima a “entender y trabajar la culpa como emoción en casa”.
  5. La tristeza resetea el cerebro. Mar nos pone ante una imagen potente: “Vuestro ordenador con doscientas ventanas abiertas al mismo tiempo y se peta. ¿Y qué haces? Reseteo”. La tristeza permite resetear, parar “porque no hay actividad química, parar para volver a empezar”.
  6. El asco es necesario para “rechazar lo nocivo” y es una emoción que nos ayuda a “aprender a elegir y a rechazar”. Es una emoción que nos cierra.
  7. “La curiosidad nos salvará”, así de vehemente es Mar. Y nos pide a padres y madres que “cuando un nano llega por la tarde a casa, no le pregunten qué ha aprendido, sino qué se ha preguntado”. Para Mar, el objetivo de la escuela y de la educación del siglo XXI “no es aprender a contestar, es aprender a preguntar”. En lugar de enseñar consecuencias, tendríamos que  preguntarnos por las causas, asegura Mar.
  8. La admiración hace que nuestros hijos “no aprenden nada de lo que les decimos, nos aprenden a nosotros”. Nos ubicamos como referentes, “por eso nos admiran y nos aprenden, te aprenden porque te aman y te aman porque te admiran y solo necesitan que tú los admires”.
  9. La seguridad es importante “para arriesgar, equivocarse” y entender que no pasa nada si hay problemas o errores, porque “es una nueva oportunidad para empezar”. La seguridad es fundamental para “aprender y crecer, para dar nuevas oportunidades, y asegurar que estamos aquí, a su espalda, para contenerlos pase lo que pase, porque te quiero por quien eres y no por lo que haces”.
  10. La alegría debe sazonar nuestro día a día. Por eso nos invita a reírnos al menos cinco veces al día “con ruido”, aclara. “Se trata de disfrutar del momento, aprender a disfrutar del logro conseguido”.

Las emociones más importantes para educar están dentro de la palabra CASA: y van a provocar que se dé esa educación afectiva y del afecto: curiosidad, admiración, seguridad y alegría.

Educar en las emociones y crear un buen vínculo

Amar y educar no permiten el imperativo, dice Mar. “El amor es confianza, es decirle a tu hijo que yo creo en ti y que quiero que seas lo que tú quieras ser y que te quiero por quien eres, no por lo que haces”. Creer es crear y eso es educar. Solo desde estas emociones se crea el vínculo y todo queda definido. Tus hijos no te salen mal, chico, mírate al espejo.

Las claves para crear un buen vínculo con nuestros hijos son varias: otorgándoles un rol activo dentro de casa (nos cuenta Mar la importancia de dar un espacio, silla y mesa, en la cena de Navidad, no pretendemos quitárnoslos del medio porque si es así “no haberlos tenido”), tener en cuenta la Convención Universal de los Derechos del Niño (tienen derecho al juego, a la participación y a la opinión y a ser protagonistas).

Mar nos invita a “ponernos en su lugar, piensa como él piensa, mira como él mira y aprende de él”. Nuestro hijo “casi siempre te mira a ti y te dice escúchame, sonríeme, dime que me quieres, aunque ya lo sepa”. Mar habla también de la importancia de colocar normas y hábitos y de “asumir nuestras responsabilidades” en lugar de culpar al otro.

Mar suele decir que “nuestros hijos son cometas” que aprenden a volar primero dándose golpes, mientras tú sufres y “les aseguras que algún día podrán volar”. Finalmente vuelan y se sueltan “y te das cuenta de que has hecho bien tu trabajo”.

El tesoro de la educación

Nos cuenta Mar emocionada que “me gustaría regalaros la seguridad de que todo esto va a salir bien”. Y quizá por eso nos regala una preciosa leyenda: .

“Cuenta una leyenda que un señor que vivía en la antigua Alejandría soñaba con tener una casa con un patio, un pozo, una higuera y un reloj de sol. Trabajaba todos los días de sol a sol para conseguir su sueño. Un día, se dio cuenta de que lo había conseguido. Fue perfecto la mañana que vio su sueño conseguido pero lo disfrutó poco porque a la mañana siguiente no le parecía tan bonito. Cada noche tenía otro sueño y el sueño anterior ya no le servía. Y soñaba que en el muro más oscuro del gran templo había un tesoro escondido”

“Se fue hasta el gran templo. Esperó la noche para entrar porque sabía que si lo veían lo ejecutarían. Por la noche entró y justo cuando estaba llegando al muro más oscuro los guardianes lo apresaron. Lo iban a ejecutar pero el rey lo mandó llamar para saber por qué ese viejo loco había entrado en el templo. Le contó que entró en el templo porque tenía un sueño. El rey lo llamó loco y le dijo que le perdonaría la vida porque él también tenía el sueño de que en la casa de un labriego con un patio, una higuera y un reloj de sol había un tesoro entre el pozo y la higuera. Nuestro amigo labriego se fue a casa con una gran sonrisa y excavó y ahí estaba una gran arqueta de plata llena de monedas de oro”.

Y ahí Mar nos dijo: “Familias, yo soy el rey. Hace muchos días, en la ciudad de La Alhambra, que vengo soñando que un día subiré al escenario de Simba y vengo soñando que en frente, aunque es al lado, tendré un montón de papás y mamás que buscan su tesoro y vengo soñando que el tesoro no está aquí, que vuelvan a casa, que miren y busquen en los ojos, en las manos, en la sonrisa y en el corazón de su niño y de su niña porque el tesoro, exclusivamente, lo podemos encontrar ahí, en nuestro hijo”.

Con una ovación en pie terminó muy emocionada y emocionante su ponencia.

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