Una de las estrategias que solemos usar es chantajear a los hijos para que nos hagan caso: “Si haces los deberes, te dejaré ver la tele”, “Si no te acabas la comida, no iremos al parque”.

El chantaje no es otra cosa que “buscar que los niños nos obedezcan a cambio de darles o no darles algo que desean, ya sea un objeto material o inmaterial”, nos dice el docente y cofundador del proyecto aprenderaeducar.org Francisco Castaño en su libro ‘La mejor versión de tu hijo’.

¿Chantajear a los hijos es nocivo? ¿Por qué lo hacemos?

Lo cierto es que chantajear a los hijos es una estrategia que nos sale de manera automática, casi sin pensar, y está bastante generalizada. La emplean incluso familias que han desterrado los castigos de la educación de sus hijos por considerarlos poco educativos. Pero ¿acaso es educativo utilizar el chantaje emocional con nuestros hijos?

“Dado que educamos con nuestros actos, si caemos en el chantaje, nuestros hijos aprenderán a conseguir lo que quieran practicando la misma estrategia, y cuando les pidamos que vayan a comprar el pan, no debería extrañarnos que nos respondiesen con un: “¿Y qué me vas a dar a cambio?”, nos dice Castaño.

Entonces, si necesito que me hagan caso, ¿qué hago?

Lo cierto es que hay momentos en los que necesitamos que nuestros hijos nos hagan caso (para aprender, para evitar peligros, para mantener un buen clima familiar…). Como hemos dicho, chantajear a los hijosEntonces, ¿cómo lo conseguimos?

Las estrategias alternativas al chantaje son las mismas que empleamos para sustituir a los castigos: las consecuencias (naturales y lógicas), la búsqueda de soluciones, las reuniones en familia y el juego.

1. Consecuencias naturales y lógicas

Cuando hablamos de consecuencia, podemos diferenciar entre dos tipos: naturales y lógicas. Las primeras se circunscriben dentro de lo que sería una causa-efecto natural. Están relacionadas directamente con el acto que lo desencadena y el adulto no interviene. Por ejemplo, si no quiere comer, luego tendrá hambre.

Estas consecuencias no serán efectivas cuando:

  • El niño esté en peligro (por ejemplo, si no quiere cruzar la carretera de la mano no podemos dejar que experimente las consecuencias porque su vida podría correr peligro),
  • Interfieran con los derechos de otras personas (por ejemplo, pegar a otros niños)
  • No resulten un problema para los niños (por ejemplo, no ducharse).

Por otro lado, las consecuencias lógicas requieren de la intervención directa del adulto, pero, a diferencia de los castigos (que normalmente son arbitrarios y pretenden demostrar una autoridad malentendida), las consecuencias tienen que cumplir las siguientes premisas:

– Tienen que estar relacionadas con la conducta que queremos corregir.

– Tenemos que haberlas anticipado o, mejor todavía, pactado con el propio niño o niña.

– Deben ser respetuosas con nuestro hijo.

– Han de ser proporcionadas a la conducta que se quiere corregir.

Un ejemplo sería: si no echamos la ropa sucia al cesto, no se lavará.

La fundadora de la Disciplina Positiva Jane Nelsen asegura en su libro ‘Cómo educar con firmeza y cariño’ que las consecuencias naturales siempre son beneficiosas, pero las consecuencias lógicas no tanto. El motivo es que no es “fácil usarlas y que muchas veces encubren un castigo”. Además, asegura que “tratamos de buscar una consecuencia lógica para cada “mala” conducta de nuestros hijos, pero no siempre la hay. Es entonces cuando debemos debemos buscar otros métodos.

2.Las soluciones

Centrarnos en las soluciones, tal y como dice Jane Nelsen, requiere que nos hagamos esta pregunta, a la que llamaremos la pregunta mágica: ¿cuál es el problema y cuál la solución? De esta forma, nos “estamos centrando en ayudar a nuestros hijos y a nuestra familia a resolver el problema y no en que tengan que pagar (a través de un castigo) por él”.

En esta búsqueda de soluciones, debemos involucrar a los niños, porque cuando “ellos se sienten escuchados, tenidos en cuenta, son más partidarios de cumplir las normas”.

Vamos a verlo con un ejemplo.

Nuestro hijo Unai siempre llega tarde a desayunar porque le cuesta mucho levantarse de la cama. Una consecuencia lógica es que se quede sin desayunar porque no le da tiempo a hacerlo. Pero ¿y si buscásemos entre todos una solución?

Por ejemplo:

  • Ponerle como despertador su canción favorita, así, al oírla, tendrá ganas de levantarse a bailarla.
  • Uno de sus hermanos podrá ir a su habitación a “sacarle” de la cama haciéndole cosquillas.

Como vemos, centrarnos en las soluciones es una forma útil de resolver los problemas que no hace sentir mal a nuestros hijos. Y que, además, les involucra en la toma de decisiones.

3.Reuniones en familia

Las Reuniones Familiares son una herramienta que se utiliza para buscar soluciones a los problemas que vayan surgiendo en el día a día.

Cuando hay un problema en casa, alguien ha cometido un error o hay que tomar decisiones respecto a algo, convocamos una reunión familiar y, como el propio nombre indica, nos reunimos todos, mamá, papá y todos los niños de la familia, incluso los más pequeños (a partir de los 2 años ya pueden participar de las reuniones e, incluso, aportar en ellas).

En esta reunión se habla del problema que tenemos y proponemos posibles soluciones.

Centrarnos en las soluciones es una muy buena forma de garantizar que el “problema” se va a solucionar, porque tenemos un plan para hacerlo, no un castigo para penalizarlo.

4.El juego

Pocos padres o madres pensaremos en el juego como una manera de conseguir la colaboración de nuestros hijos, porque, como dice la psicóloga Patricia Ramírez en un curso de la plataforma Educar es todo: “fuimos educados en el ‘aquí mando yo’ y eso es lo que conocemos”. Patricia señala que ahora “los tiempos han cambiado y lo que antes valía ahora no funciona, porque el autoritarismo tiene consecuencias como la pérdida de confianza” por parte de nuestros hijos.

Gracias al juego podemos conseguir, por ejemplo, que nuestros hijos se duchen en tiempo récord, apuntando sus tiempos como si de una competición se tratara, que nuestros hijos coman como príncipes, queriendo emular buenos modales en la mesa, que queramos batir nuestro récord del día anterior para recoger los juguetes o que se laven los dientes y luego pasen una inspección con lupa para ver si han vencido a la suciedad.

Se trata, por tanto, de saber qué es lo que les gusta a nuestros hijos y tratar de utilizarlo para buscar su colaboración en el cumplimiento de normas.