Hoy Abril reflexiona sobre la resignación y la falta de ilusión por mejorar el mundo que ha observado en padres y madres cuando ella trata de transmitir valores más humanos, sensibilizar a sus hijos sobre lo que pasa y fomentar en ellos su solidaridad.
Sí, ya sé que el mundo es injusto. Sí, ya sé que nuestros hijos van a sufrir muchos problemas, que la vida está llena de sinsabores, que la generosidad y la ternura no están tan extendidas como a nosotros nos gustaría. Vamos, que no he nacido ayer ni veo unicornios de color arcoiris volando, qué queréis que os diga. Pero yo no olvido que nuestros hijos, a los que estamos ahora educando, son los que construirán el mundo del mañana. Y no olvido que, si creemos que el mundo no va bien, que debería haber más generosidad, más buen trato, más ternura, quizá, esos cambios no van a venir por arte de magia, los tenemos que provocar nosotros. Y lo podemos hacer desde casa, con la educación que regalamos a nuestros hijos.
Digo esto porque hace unas semanas estaba leyendo con mi hijo de 6 años en la sala de espera del centro de salud el cuento, del que habéis hablado, El libro de la paz. En un momento dado, mientras leíamos que paz es ayudar a un amigo, garantizar que haya pizza para todos y ayudar a un vecino, una madre, que venía resoplando repetidamente, la madre se dirigió a otra a su lado y le dijo, con tono burlón: “¡Le voy a decir a mi vecino que me ayude a pintar mi casa, a ver qué me dice, no te digo!”. Yo en este momento no supe qué contestarle, soy lenta de reflejos. Seguimos leyendo el cuento como si nada mientras estas dos madres se reían. Pero luego estuve pensando que quizá esta mujer pensaría, como en la canción Jardín Prohibido, “lo siento mucho, el mundo es así, no lo he inventado yooooo”.
Pues a esta mujer, si lee este post, le tengo que decir que se equivoca: el mundo lo inventamos cada día con la educación que regalamos a nuestros hijos. De nosotros depende llenarla de resignación, de conformismo amargo y de quejas que no llevan a ningún sitio, o de ilusión por construir algo más bonito, por poder contribuir a un mundo mejor, por hacer de la protesta una propuesta. Ya podréis adivinar qué elijo yo. Y vosotros, ¿qué elegís? ¿Amargura o ilusión?