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“Las preferencias alimentarias no son genéticas, son educativas”, Carlos Ríos

Charlamos con Carlos Ríos, el nuevo gurú del mundo de la alimentación. Conocido por crear el movimiento Realfooding, el cual reivindica volver a comer como comían nuestras abuelas, en definitiva, volver a comer comida real y dejar para siempre los ultraprocesados, esos productos contra los que tiene una auténtica guerra montada en redes sociales, donde tiene una legión de seguidores.

Carlos Ríos es graduado en Nutrición humana y dietética, y autor del libro ‘Come comida real’ (Ed. Paidós).

 

  1. Carlos, eres el creador del Realfooding, movimiento que reivindica volver a comer como comíamos antes. Que nos parezca tan revolucionario tu movimiento… significa que hemos cambiado mucho nuestra forma de alimentarnos. ¿Por qué comemos tan mal ahora?

En muy pocas décadas nuestro sistema alimentario ha cambiado. Hemos introducido productos ultraprocesados que se caracterizan por llevar azúcar, aceites refinados, harinas, aditivos y sal en exceso, en grandes cantidades, listos para comer, de sabor bastante adictivo… y han entrado en competencia con los productos de toda la vida. Cuanto más haya en los supermercados de estos ultraprocesados, menos se va a consumir la comida de toda la vida. La que tenían disponible nuestros abuelos. ¿Consecuencias? Cada vez comemos menos fruta, menos pescado, menos verdura. Los ultraprocesados no son saludables por los ingredientes que llevan, pero es que además comiéndolos estamos dejando de introducir los componentes saludables de la comida real. Si meriendas un cola cao con galletas no te comes un plátano.

  1. Cada vez hay más divulgación, más información. Da la sensación  de que nos preocupamos más por la alimentación, pero… ¿qué nos preocupa más, comer sano o comer bajo en calorías?

En mi opinión, la nutrición ha estado orientada al control de calorías, a las dietas… Todo esto conducido por la propia industria alimentaria, a la que le interesaba que tuviéramos miedo a las grasas. ¿Por qué? Porque nos iban a ofrecer sus productos ultraprocesados bajos en grasas, bajos en azúcares. Lo que hay que entender es que para saber la calidad de un producto, su repercusión en nuestra salud no hay que mirar la cantidad de calorías que aporta, sino la calidad de estas calorías. No debemos preocuparnos tanto de las calorías sino de la calidad de estas calorías.

  1. Tú tienes una auténtica guerra contra los ultraprocesados… ¿qué le dirías a una persona que los consume habitualmente en su alimentación y que no entiende por qué son tan perjudiciales?

Basta con que miremos las etiquetas para darnos cuenta. Son productos con una la lista interminable de ingredientes, en muchas ocasiones con nombres rarísimos, con muchísimos azúcares, aceites refinados… Por ejemplo: ¿tú le darías 4 terrones de azúcar a tu hijo para merendar? Seguramente no, pero sí le damos un Cola Cao, que tiene esa cantidad de azúcar. Lo que ocurre es que está oculta. Hay que despertar del engaño y desconfiar de los productos que tienen cinco ingredientes o más, ya que, probablemente, estemos ante un ejemplo de  “mal procesado”. Para averiguar si estamos a punto de abrir las puertas de nuestra cocina a uno de estos indeseables, hay que leer bien las etiquetas traseras. El problema es que los efectos de consumir estos productos de forma habitual (no pasa nada si lo hacemos de forma esporádica) se ven a largo plazo, no son inmediatos. También existe la creencia de que comer de forma saludable es llevar una vida de amargado. No. Vas a ser más feliz comiendo de forma saludable porque tu cuerpo y tu salud lo son todo para ti.

  1. Entre los alimentos que se venden como “de consumo infantil” hay muchísimos ultraprocesados…

Sí, desgraciadamente la mayoría. No podemos pensar que los niños son tontos. Asumimos que los niños quieren ultraprocesados, pero si invertimos tiempo en educación ellos son los que van a acabar no queriendo esos productos. Igual que les educamos en valores, debemos educarles en la alimentación. Además, igual que tenemos clarísimo que somos ejemplo para ellos en muchas cosas, debemos tenerlo igual de claro en la alimentación. Si en casa no comemos verdura, no podemos pretender que nuestro hijo la coma.  Lo que comen los padres tiene un poder muy grande en lo que van a comer los hijos, y si encima esos padres están concienciados y dedican tiempo… ahí está el éxito. Además, hay una creencia errónea en cuanto a que a los niños no les gustan las verduras. Si se la vendemos bien, se la presentamos bien les van a gustar. Las preferencias alimentarias no son genéticas, son educativas. Incluso aunque sea verdad que a ellos no les gusten las verduras, la situación se puede reconducir, el paladar se educa.

 

  1. En el supermercado nos venden muchos productos como saludables que no lo son. ¿Falta mano dura en la legislación?

Todas las marcas utilizan el marketing. Y el marketing funciona para vender móviles, y para vender productos insanos. Por eso no podemos pretender que las marcas hagan bien las cosas, hay que ir más allá y regular un etiquetado claro en estos productos que son altos en ingredientes que no son saludables. Se hizo en Chile, donde señalan en el frontal de los productos ultraprocesados cuando el producto es alto en calorías, azúcares, sal, grasas… Así, cuando una persona va al super, sabe que debe evitar consumir esos productos. Esto es lo que se debería aplicar en España pero no se aplica por intereses.

  1. Uno de los problemas es el sabor. No podemos competir contra los ultraprocesados en sabor… 

La clave para no consumir diariamente ultraprocesados es no comprarlos, no teniéndolos en casa. Porque si comparten espacio con la comida real al final están diseñados para que ellos ganen. Si llego con hambre y tengo en la despensa magdalenas y plátanos, seguramente elija la magdalena, porque es mucho más sabrosa por la cantidad de aditivos que contiene, altamente adictivos. No significa que no podamos comerlos nunca, no, porque eso es utópico e innecesario. No quiere decir que 1, 2 o incluso 3 veces al mes caiga un postre ultraprocesado, no pasa nada. La clave es disfrutar de la comida real. Si tú la disfrutas, no vas a echar de menos la otra. Y en el caso de los niños, requiere dedicación, esfuerzo y educación. Pero como otros tantos aspectos.

 

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María Dotor

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